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Diario de una Copa: Resurrección a tiempo completo

Amanecía el domingo
nublado en Gran Canaria, como tratando de lanzar un mensaje de pesimismo a
todos los terrícolas que nos habíamos desplazado hasta su territorio a lo largo
del fin de semana. No parecía destinado el día a una lluvia intensa ni milagrosa,
pero sí a una presión atmosférica perfectamente desplazable al Gran Canaria
Arena, lugar donde los dos colosos del baloncesto patrio pondrían fin a una
partida de ajedrez que llevaba esperando final desde 2015, cuando Real Madrid y
FC Barcelona se midieron, también en la isla, por coronar el torneo más emotivo
del año.

Tras poner rumbo al norte
para desayunar en el suculento ‘Limón y Miel’, la extraña pareja aterrizó en el
CID (Centro Insular de Deportes), antaño pabellón del Gran Canaria, donde se
disputaría a las 12 (hora local) la final de la Mini Copa, un torneo siempre
bonito de ver de cara a las fututas promesas. El Real Madrid venció al
Iberostar Tenerife, sumando así el sexto título consecutivo, adelantando al
Barça como club con más distinciones en este campeonato.

La final de los mayores
sería a las 17.30, lo que nos empujó a comer con ciertas prisas para volver al
piso para recoger los bártulos necesarios. No, no acertamos eligiendo el
restaurante, pero oiga, esa responsabilidad recae sobre Jacobo, que fue de gurú
sin tener check azul y lo pagó. Perdonado el error, procedimos a grabar el
penúltimo vídeo de análisis, donde repasamos las dos semifinales vividas en la
tarde del sábado.

Los nervios se apoderaron
de mí desde dos horas antes del choque. Culé confeso y orgulloso, la
oportunidad de ganar un título grande en la sección que más venero tras tres
años de travesía por el desierto me hacía ilusión, y más ante un Real Madrid
que llevaba cuatro entorchados consecutivos. La resurrección del equipo en
cuartos ante el Baskonia y en semifinales ante el Gran Canaria invitaba al
optimismo, pero no servían de medida ante los pupilos de Pablo Laso, que habían
accedido a una nueva final asumiendo las tremendas bajas que arrastraba el
equipo, entre ellas la de un Sergio Llull que, en la previa, tuvo el detalle de
dedicar a mi prima y su pareja un sentido autógrafo.

Cuatro cafés y dos litros
de agua mineral tuvieron la culpa de que acudiera cada pocos minutos al
servicio acondicionado en la planta baja del Gran Canaria Arena para los
periodistas allí acreditados. Iván Méndez, compañero de PDR y amigo íntimo de
Jacobo, monta todo lo necesario para retransmitir el partido, empezando por una
extensa previa que dura cerca de veinte minutos.

Arranca el duelo, y el Madrid
amenaza con romper el choque a finales del primer cuarto. La enésima perdida
del Barcelona termina con Rudy Fernández corriendo endemoniado al aro culé,
pero se vio frenado por un salvaje tapón del omnipresente Adam Hanga. Al final,
la mezcla de un ritmo pausado y un castigo de faltas aburrido para ambos
equipos hacen que los de Pesic rescaten una diferencia de seis puntos al
descanso. Motivo suficiente para seguir soñando, creedme.

El tercer cuarto es
calcado al festival ante el anfitrión en semifinales, y el Barça se escapa en
diferencia de dobles dígitos para afrontar los últimos diez minutos con
garantías. Mi cabeza me dice que el Real Madrid, con todos mis respetos para el
Gran Canaria, no se va a dejar ir tan fácilmente. Aunque por un momento parece
ser así, ya que el Barça mantiene la suculenta diferencia a cuatro minutos del
bocinazo final.

Toda gloria esconde un
suspiro de tragedia, así que la mía llegó con aroma a crueldad. Los blancos
volvían al partido gracias a los errores del Barça y el coraje de quien conoce
su ADN ganador. Con los tiros libres dictando sentencia, Oriola falla dos
claves que dejan la bola en manos del Madrid con siete segundos. Doncic reparte
el marrón, Causeur no atina y Taylor no llega al rebote por culpa de un manotazo
de Claver. Increíble, pero cierto, el FC Barcelona es campeón de Copa (92-90).

Estallo de felicidad y
bajo a los alrededores del parqué a sacar un par de fotos inolvidables. ¡Qué
momento tan fantástico! La pista se vacía y el tándem se sube a una gradería a
grabar el último vídeo, con la evidente sonrisa de un servidor llenando la
pantalla.

La cosa no termina ahí. Viajamos
al piso, dejamos las cosas y salimos a celebrar el fin del Imperio. Sin
pretenderlo, el reloj marca una hora muy lejana de la madrugada, la exacta para
ver como el Team LeBron se lleva el nuevo y renacido All-Star. No pudo salir
mejor el último día de la semana. Gloria a los caídos. Entre ellos yo, que ya
no puedo más con este sueño. Jaco os trae la última pieza de este rompecabezas,
uno que no ha podido ser más maravilloso.

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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