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"Di que no es así, Joe"

Es una de las frases más célebres del deporte estadounidense. Pero no la pronunció ningún jugador, entrenador o directivo. Es más, se cree que ni siquiera se dijo de verdad, pero, en cualquier caso, esta súplica atribuida a un niño perdura en la memoria popular un siglo después: “Say it ain’t so, Joe!” (¡Di que no es así, Joe!).

¿Quién era ese tal Joe? ¿Qué quería ese niño que no fuese verdad? El Joe en cuestión era el beisbolista Shoeless Joe Jackson y lo que ese crío no quería creer es que Jackson hubiese sido partícipe en el arreglo de la Serie Mundial de 1919. Uno de los episodios más oscuros de la historia del deporte norteamericano conocido como el Escándalo de los Medias Negras (Black Sox).

Pongámonos en situación. Los Cincinnati Reds derrotaron a los Chicago White Sox en las World Series de 1919 por 5-3 en el global de la ronda. Un desenlace sorprendente, ya que los de Illinois eran mucho mejor equipo que los de Ohio al contar en sus filas con estrellas como Eddie Cicotte, Eddie Collins o el ya nombrado Joe Jackson. Además, venían de vencer a los New York Giants en la Serie Mundial de un par de años antes.

La cosa es que algunos jugadores de los White Sox jugaron tan rematadamente mal que no fueron pocos los que sospecharon que había sucedido algo raro. Y al final la verdad salió a relucir: ocho miembros del equipo chicagüense habían cobrado casi 100.000 dólares procedentes de la mafia por dejarse perder en la Serie Mundial. Los vendidos fueron Chick Gandil, Fred McMullin, Swede Risberg, Eddie Cicotte, Buck Weaver, Happy Felsch, Lefty Williams y Joe Jackson. Todos ellos lo pagaron con su expulsión de la MLB para siempre.

Shoeless (apodo que le quedó tras jugar un partido sin calzado en su Carolina del Sur natal) era uno de los mejores y más admirados jugadores de la época y su implicación en el amaño sigue siendo debatida un siglo después. Él se fue a la tumba defendiendo su inocencia y no son pocos los que piden su indulto y su inclusión en Cooperstown, la villa en la que está el Salón de la Fama del Béisbol.

Al parecer, Jackson no estuvo en ninguna de las reuniones en las que se tramó el plan, pero sus compañeros utilizaron su nombre para convencer a los apostadores de que la cosa iba en serio. Lefty Williams, uno de sus mejores amigos dentro del vestuario, le contó lo que tramaban y no quiso ser partícipe. Fue a visitar al propietario de los White Sox, Charles Comiskey, para pedirle no jugar la Serie Mundial. No lo consiguió.

El rendimiento de Shoeless sobre el campo, y ese es el principal argumento de quienes le defienden, fue sensacional. Lideró la eliminatoria en porcentaje de bateo (37’5%), fue el único jugador que logró un home run (en esa época no era habitual) y estableció un récord de hits (12) que no fue superado hasta 1964. Además, en defensa no se le vieron errores de posicionamiento. Si pretendía amañar la serie, lo disimuló muy bien.

Tras la derrota de los White Sox ante los Reds, Williams le entregó su parte del trato: 5000 dólares, el doble de su salario como jugador. Jackson los cogió y luego trató de devolverlo. También intentó reunirse de nuevo con Comiskey para decirle lo que había pasado, pero el mandamás (con el que no se llevaba especialmente bien) no atendió a sus llamadas y su secretaria nunca concertó una cita entre ambos.

La parte controvertida es el testimonio de Shoeless durante el juicio. Cuando los rumores sobre un posible arreglo de esa Serie Mundial tornaron en una investigación oficial, Jackson fue llamado a declarar. En un primer momento firmó una confesión admitiendo llevarse dinero por dejarse perder, pero posteriormente dijo que jamás aceptó arreglar la serie y que terminó cogiendo el dinero después porque se lo habían dado y no hubo forma de devolverlo. También afirmó que la primera había sido una confesión rubricada bajo coacción y que no sabía qué estaba firmando (algo más que plausible, ya que no sabía ni leer ni escribir).

En 1921, el Gran Jurado de Chicago declaró a los jugadores no culpables. En aquella época, amañar partidos no estaba considerado un delito, pero seguro que Arnold Rothstein movió los hilos necesarios para influir en esa sentencia. De todas formas, a Kenesaw Mountain Landis, el primer Comisionado del Béisbol, no le tembló el pulso a la hora de expulsar de por vida a los ocho involucrados.

Apartado para siempre del deporte que amaba, Jackson regresó a Greenville. Defendió su inocencia durante tres décadas mientras regentaba una tienda de licores. También desmintió que un niño le dijera eso de “Say it ain’t so, Joe!”. El origen de esa frase está en un artículo publicado en el Chicago Daily News, pero se volvió mítica cuando en otro periódico se la atribuyeron a ese supuesto niño.

La casa de Greenville en la que falleció ‘Descalzo’ Joe es ahora un museo dedicado a honrar su figura. Fotos, libros, camisetas… pero, sobre todo, la lucha por reinstaurarle en el béisbol. Es decir, para que entre en el Hall of Fame. Los últimos comisionados han rechazado esas peticiones, tal vez porque piensen que eso daría paso no sólo a pensar en posibles indultos a jugadores relacionados con el uso de esteroides (Barry Bonds, Mark McGwire, Roger Clemens, José Canseco, etc.), sino al de otro jugador baneado oficialmente por la MLB: Pete Rose. Puede que Shoeless Joe Jackson nunca sea perdonado y jamás sea miembro del Salón de la Fama. Su implicación en el ‘Escándalo de los Black Sox’ seguirá siendo debatida, pero que cien años después haya gente peleando por la limpieza de su nombre tal vez sea su mayor triunfo. Hablamos de uno de los iconos del béisbol de principios del siglo XX. Y del tipo que inspiró al mismísimo Babe Ruth.

Periodismo UCM. NBA en @SpheraSports y Sporting en La Voz de Asturias (@sporting1905).

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