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Fútbol sudamericano

¿Cuánto vale Ezequiel Barco?

Si Vinicius Junior tiene 17 años, es un jugador revulsivo, en crecimiento, nada asentado en el profesionalismo, con presencias testimoniales en el primer equipo que es subcampeón de la Copa Sudamericana, Flamengo, aún sin debutar con la Sub20 canarinha y le ha costado 45 millones de euros al Real Madrid, entonces ¿Cuánto vale Ezequiel Barco? Barco, apenas un año mayor que el brasileño, jugador con una importancia intangible en Independiente de Avellaneda, titular indiscutible en el campeón de la Copa Sudamericana, con incidendia en cada minuto del partido, anotador del gol decisivo, echándose el equipo a las espaldas en los momentos cruciales y un habitual ya de la Sub20 albiceleste.

Según el portal Transfermarkt, que de esto sabe un rato pero que se deja llevar también alterando el valor de mercado de un jugador que de pronto ficha por un equipo por un pastizal (léase el aumento de Dembélé de un día para otro, por ejemplo), Vinicius Jr. tiene un valor de mercado de 18 millones de dólares mientras que Barco está tasado en algo menos de 6. Transfermarkt se basa también en la proyección que puedan tener uno y otro y la del brasileño, que tiene más nombre, sí parecía estar muy por encima de cualquier otro talento sudamericano hace solo unos meses. La realidad a día de hoy es que mientras el jugador del Flamengo apenas juega minutos residuales y otros comprometidos de desesperación en los que apenas tiene tiempo de hacer un par de filigranas para aumentar sus highlights, la importancia de Barco, que solo es un año mayor, en todo lo que tiene que ver con su equipo, le hacen estar muchos pasos por delante. Porque poco importa lo que proyecte uno y lo que lo haga otro cuando hay uno que ya ha llegado. ¿Cuánto habría costado Barco si su fichaje hubiera sido por Real Madrid o Barcelona?.

Anoche, en el momento crucial del partido, en Maracaná, con Flamengo ganando la Copa ante los más de 60.000 espectadores que se dieron cita en el monumento brasileño, Barco se echó el equipo a las espaldas anotando el penalti que acabó por revertir la situación, dándole el título a Independiente y llevándole a la Copa Libertadores. Esa misma que se le escapó al rojo en la última jornada de la pasada Liga Argentina, precisamente por culpa de un penalti errado por el propio Barco. Personalidad al cuadrado. La pena, eso sí, es que Ezequiel Barco ha decidido tomar otro camino que le puede alejar del primer nivel competitivo y de una futura llamada de la selección. Tras el partido confirmaba: no seguirá en Independiente y su destino parece ser el Atalanta de la MLS estadounidense que dirige el Tata Martino, equipo que va a pagar cerca de 11 millones de euros por él más una jugosa cantidad cuando vuelva a ser traspasado.

Diarios como Olé o Clarín abren hoy sus ediciones con el corazón roto y con Barco como protagonista. El chico que ha devuelto la ilusión al fútbol argentino se va y no al destino que todos querrían. Porque si bien duele que un hijo se vaya de casa, más lo hace cuando no se va a un sitio mejor. El lugar de Barco era Europa, aunque el dinero de la MLS o el proyecto deportivo que allí tengan, así como el Tata de padrino, le hayan seducido más.

Ezequiel Barco es un mediapunta menudo, por debajo del 1’70m que recuerda a antiguos homólogos que en su día pusieron la Liga Argentina patas arriba. Diego Buonanotte, Maxi Moralez, Óscar Trejo, Mauro Formica o el Papu Gómez. Curiosamente, la carrera de todos ellos fuera del país deja mucho que desear, por no decir que ha caído en saco roto y salvo el Papu, que ha conseguido su mejor nivel y un repunte de su clase a ya una alta edad, se puede decir que todos han fracasado para lo que se esperaba de ellos. Es con el del Atalanta con el que más similitudes comparte Barco, que es un demonio con y sin el balón. Un tipo sin pausa, capaz de revolucionar absolutamente cada jugada, que pone la misma intensidad para sacar un córner, para regatear un rival, para dar un pase y para defender. Un diablo en los diablos rojos. Barco, diestro, prefiere jugar en la izquierda y esa búsqueda de posiciones más centradas le da la libertad para moverse a sus anchas por toda la medular. Gambetea como un niño, tiene la frialdad de un adulto y la personalidad de un curtido en mil batallas.

Barco llegó a Independiente a través de Jorge Griffa, su descubridor. El histórico jugador del Atlético de Madrid posee una fundación en la que ayuda a progresar a jóvenes sin recursos y fue allí donde conoció al hoy ídolo de Independiente gracias a los buenos informes que le había elaborado su hijo. Griffa, además, tiene vínculos con el Rojo, por lo que cualquier chico que destaque sobremanera puede pasar directamente a probar con el club de Avellaneda. Pasó de un día a otro de entrenar con los cadetes a hacerlo con el primer equipo y con solo 17 años Gaby Milito le hizo debutar en el fútbol profesional, en un duelo de Copa Sudamericana ante Lanús. Meses después, con apenas una decena de partidos a sus espaldas llegó el Benfica, que puso encima de la mesa 7 millones por la mitad de su pase. Independiente ni siquiera consideró la misiva.

Es el mejor jugador de la Sub20, lo sabe su seleccionador, que no pudo contar con él en el pasado Mundial. Independiente le bajó del avión cuando ya tenía el billete comprado, había sido llamado por Úbeda para ser el líder pero los compromisos con el primer equipo (y un duelo contra Racing) impidieron que pudiera ayudar a su equipo en los objetivos. En el Sudamericano llevó la camiseta número 10, cuyo portador siempre hay que apuntarlo en estos torneos. Messi, Maradona, Agüero, Riquelme, Aimar o D’Alessandro la han llevado. Y Argentina, que se había clasificado de rebote para el Mundial, hizo el ridículo en el torneo internacional sin su mejor jugador.

Sampaoli también sabe de su calidad y, lejos de querer hacer ningún tipo de comparación con el jugador del Barcelona, suele convocarle para hacer de sparring y espejo de Messi. El Mundial parece inaccesible para él, toda vez que la competencia para un puesto en el ataque de la albiceleste es brutal. Su sitio aún está con las inferiores, si es que el calendario se puede cuadrar con los torneos Sub20, que los clubes siguen considerando menores.

Barco ha sido bautizado hace unas horas como el Rey de Maracaná, en esa rivalidad a veces tan poco sana que existe entre brasileños y argentinos y en esa alegría desmedida por asestar un nuevo maracanazo. Así posó anoche en pleno césped, vestido de rojo (Independiente jugó de blanco pero festejó con su camiseta titular, roja), agachado, con la Copa entre sus manos y una corona en la cabeza. «Estoy muy feliz por el título conquistado porque esta es mi despedida del club. No quería irme sin conquistar algún título y menos mal que conseguimos este trofeo», aseguraba.

Barco deja 50 partidos, 8 goles y 4 asistencias en su primer año de profesional. Le espera Estados Unidos, un maravilloso país para vivir, un lugar idóneo si quieres progresar como deportista, pero un sitio en el que el fútbol está muy lejos del primer nivel y sigue siendo un deporte secundario. Quizás, en su decisión, esté el dar un paso intermedio en un fútbol donde el físico es mucho más importante que el técnico y no estrellarse, pasar de Sudamérica a Europa como hicieron los jugadores menudos antes mencionados. Un fútbol europeo donde, si fracasas a la primera, se te engulle y acabas en el olvido sin casi posibilidad de retorno. Ojalá su llegada a Europa sea más pronto que tarde, antes de que se consuma su talento que aún está por explotarse y asentarse.

 

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