Algunas de ellas son las campeonas del mundo. Las que, en una tercera participación mundialista de la selección española, han logrado hacerse con el cetro más importante del escenario balompédico. También están las que renunciaron a ello, porque sus decisiones son valientes e inamovibles desde el primer momento; aunque eso signifique sacrificar una parte del gran trabajo que las ha expuesto en el foco de la élite. Sin embargo, así las quieren. Calladitas, que están más guapas. Porque cualquier reclamo de sus derechos parece que molesta, escuece y resulta extremadamente incómodo. Nos lo han dicho siempre con otras palabras. Que estamos locas, que somos demasiado complicadas o que hagamos el favor de comportarnos como una señorita. Como si el sexo con el que nacemos nos designara unos patrones y normas que cumplir y acatar.
Los acontecimientos surgidos en la federación española de fútbol se han escrito desde el caos, las chapuzas y con un guion estrambótico. Ellas no soltaron la cuerda, la mantuvieron firme a pesar del malestar que provocaba estar concentradas con la selección en esa tesitura. El impacto de su disconformidad y de los cambios que exigen con inmediatez se han expuesto de manera global. Desde hace mucho tiempo, quieren ser escuchadas. En el campo ya han hablado, pero ni con esas parece que se hayan ganado el completo derecho de que, como mínimo, no se las juzgue sin conocimiento desde los sofás de casa. Todavía siguen. “Niñatas, chantajistas, caprichosas”.
Lamentablemente, el foco estuvo muy lejos del balón. Tanto que ni siquiera pudimos disfrutar como es debido de un triunfo tan significativo como lo es ganar un Mundial. Volvieron a enfocar al balón y, una vez más, demostraron su valía en el terreno de juego a pesar de las circunstancias. Nuestras futbolistas, aquellas que conocen en primera persona el recorrido, están haciendo su parte por cambiar nuestro fútbol. Por ello, siguen luchando para que los cambios que exigen en la estructura del ente federativo sean un hecho. Sus gestos pueden provocar un avance en nuestra sociedad y significan la transformación del futuro de todas aquellas generaciones venideras que las admirarán no solamente por haber logrado poner el fútbol español en lo más alto. Ya no quieren callar más. Toda revolución necesita alzar la voz.
