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Competitividad o barbarie

Febrero amanece y la NBA
lo agradece. La llegada del mes más corto del año es sinónimo de varios hechos
irrefutables en la mejor liga del mundo. El primero, y más evidente, es la
certeza de haber superado la primera mitad de la regular season. El segundo, la inminente llegada del All-Star, uno
de los parones más deseados por el espectador.

Si bien es cierto que el
fin de semana de las estrellas se ha ido devaluando con el paso de los años por
culpa de la evidente falta de motivación que arrastran los jugadores, no es
menos acertado señalar que la edición de 2018 puede dejar un resquicio a la
esperanza.

¿La razón? El cambio de
sistema a la hora de confeccionar los equipos que competirán en el Staples la
madrugada del 17 al 18 de febrero. Hasta esta temporada, los conjuntos que se
enfrentaban seguían una cadencia muy lógica. Este contra Oeste. Los cinco
jugadores más votados de cada Conferencia (atendiendo siempre a las diferentes
posiciones sobre el parqué) eran los titulares.

Este vez, no. Los dos
jugadores más votados (el voto se divide así: las elecciones de los seguidores
pesan un 50%, las de prensa un 25% y las de los propios jugadores otro 25%) en
cada Conferencia son los capitanes, y
ellos son los encargados de elegir los otros cuatro miembros restantes de su
escuadra.

Esto nos ha llevado a que
el factor emocional y personal se amplíe, dejando elecciones como la de Kevin
Durant en el equipo de LeBron, o que el propio KD juegue al lado de Westbrook.
A lo que voy, que al menos la propia NBA ha tratado de resucitar un formato que
olía a panteón.

Ahora falta ver la predisposición
de los jugadores a competir de una forma digna el día de partido, ya que
intuimos que algunos saldrán ‘picados’, lo que puede favorecer a la seriedad
del choque y al interés que genera en el espectador. De los concursos no hacía
falta tocar nada, ni tan siquiera del partido de novatos. Donde hacía falta
meter mano era en el plato fuerte, y la liga se ha mojado de lleno.

Aumentar la competitividad
es fundamental en el negocio, sobre todo cuando estamos tratando de vender algo
tan global e importante como la NBA. Estamos, posiblemente, ante una de las
etapas más reformistas y sinceras en la historia de la competición.

Al margen del All-Star,
la regulación del tanking para 2019
no hace sino mejorar la NBA, fomentando que todos los equipos compitan y se
dejen la piel. O al menos que simulen hacerlo. Los equipos están respondiendo a
una de las demandas más solicitadas por parte del espectador, que no es otra
que dejar a un lado el ambiguo concepto de “tirar la temporada”.

Estamos viviendo, por
desgracia, una de las campañas con más lesiones de larga duración de los
últimos años. A ello se ha unido que el poder que ha acumulado la Conferencia
Oeste a nivel de estrellas deja al Este en una posición de impotencia continua.
Pero ni eso ha impedido ver como todos, y sí, digo todos los equipos, están
compitiendo noche tras noche. Varios ejemplos que ilustran el orgullo de la
presente temporada.

Chicago Bulls. Lo fácil
era tirar la temporada y tankear
aprovechando que es el último año en el que el peor clasificado tendrá más
posibilidades de hacerse con la pieza más suculenta del Draft. Pero no. Los pupilos de Hoiberg (este año, todo sea dicho de
paso, hasta parece entrenador y todo) están queriendo dar la cara. Y han tenido
razones para no arrimarse a las victorias: el conflicto Portis-Mirotic, la
falta de estrellas o los problemas físicos de LaVine.

Memphis Grizzlies.
Pierden a Conley, el equipo es un desastre, el entrenador se va a la calle en
plena temporada y hay rumores de salida de su buque insignia. Pues ahí están,
que sí, que han acumulado rachas de derrotas vergonzantes, pero siguen dando la
cara. Eso de perder por perder no se lleva en la tierra de Elvis.

Phoenix Suns.
Posiblemente, la franquicia peor gestionada de la liga. Años sin proyecto y un
pozo sin fondo del que sólo merece la pena rescatar a Booker. No son los peores
de toda la NBA, y son conscientes de que tankear
esta temporada les puede salvar un poco el futuro. Sin embargo, ellos prefieren
apostar por este dantesco pero fiel estilo de vida.

Atlanta Hawks. El proyecto
más bonito del Este en 2015, destruido por LeBron en mil pedazos. Tras ir
cayendo posiciones en la Conferencia, este año lo afrontan con otra mentalidad,
la de crecer y tratar de aprender cosas para el futuro. Tener un técnico del
calibre de Mike Budenholzer ayuda.

Lo que comento valdría
para los Jazz, por ejemplo. Ni las continuas lesiones esta temporada les ha
apartado un milímetro de seguir peleando por la octava plaza del Oeste. O los
Nets y su honor entre ladrones. Especial mención para Sacramento, Dallas y
Orlando.

El aficionado puede estar
más que satisfecho con lo que está viendo esta 2017-2018 en materia de entrega
y sacrificio. La NBA se ha puesto las pilas y quiere volver a competir a todos
los niveles. Adam Silver es un gran gestor y está haciendo un trabajo
extraordinario, siendo un muy digno sucesor de David Stern.

Le pido al 2018 que deje
las lesiones a un lado, que este curso está siendo demasiado, no recuerdo una
plaga así en la última década. Le pediría también que los Jazz alcanzasen la
octava, pero eso lo dejo en manos de Snyder, que es mi pastor. Long live the NBA.

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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