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Fútbol femenino

Caminar por el alambre

La trayectoria de Andrea Sánchez Falcón (1997, Arucas) estaba destinada a avanzar en línea recta, sin titubeos, con la misma velocidad con la que sube la banda izquierda. Con 15 años había fichado por el Barça. Con 16 había debutado en Liga de Campeones. Ese mismo año fue elegida MVP del Europeo sub-17 de 2013. Con 19 años y ya en el Atlético, los expertos le auguraban un futuro de lo más prometedor, siendo la estrella en ciernes de un equipo que acabaría ganando el título contra todo pronóstico.

Pero fue entonces cuando la canaria se encontró la primera piedra del camino. En abril de 2017 se rompió el ligamento cruzado y dijo adiós a la temporada. Se había convertido en un arma de gran valor para Ángel Villacampa, desatascando partidos gracias a su velocidad y desequilibrio. Una extremo a la antigua usanza, con desborde, de las que no se ven con la misma facilidad que antes. Por supuesto, son este tipo de futbolistas las que acaban más veces a ras de césped, las que más sufren un marcaje excesivo y reciben constantes faltas. Andrea necesitaba mejorar su físico para ganar en el cuerpo a cuerpo, tanto en Primera Iberdrola como en Champions o en la Selección, donde incluso en categorías inferiores tuvo que vérselas con jugadoras más fuertes y corpulentas que ella.

En este caso, fue una mala caída en un entrenamiento lo que la llevó a pasar por el quirófano. Por entonces se encontraba en un momento más que dulce, apuntando alto en el campeón de Liga e incluso debutando con la Selección absoluta tan solo un mes antes. Pese a la grave lesión, Falcón fue nombrada jugadora revelación en el Atlético al término del curso.

La recuperación no fue sencilla. Reapareció casi un año después, en marzo de 2018, con el Atlético luchando por la Liga con un once bastante definido. Pese a todo, entró en las planes de Villacampa y se convirtió en una revulsiva de oro, brillando sobre todo en Copa de la Reina. No fue fácil recuperar la confianza y volver a ser la misma sobre el campo. Con José Luis Sánchez Vera tuvo que reinventarse hasta el punto de retrasar su posición y jugar en el lateral izquierdo, donde su vocación ofensiva y su mejora física empezaba a ser determinante. Ese mismo año marcó su primer gol con la Selección española en el Estadio de Butarque.

Muchos la consideraban entonces una fija para Jorge Vilda en un año clave por el Mundial de Francia. En un combinado español plagado de centrocampistas de buen toque, era prioridad contar en la lista con otro tipo de perfil, jugadoras desequilibrantes que rompiesen barreras a partir de su calidad individual. Una de esas jugadoras era Falcón, como demostró en duelos tan exigentes como los de Alemania y Estados Unidos.

Fue poco después cuando llegó la segunda piedra en el camino. Una fascitis plantar la dejó dos meses fuera de los terrenos de juego en un momento más que decisivo y con el Mundial a las puertas. Regresó a tan solo cuatro partidos oficiales de terminar la temporada. “El Atlético tenía un ritmo de competición establecido y lo pasé mal. Me comía la cabeza pensando que no llegaba”, contó en una entrevista en Nostromo Magazine. Sin embargo, en su vuelta aprovechó cada minuto, acabó conquistando de nuevo la Liga (su sexto título) y fue convocada para viajar a Francia. “Nunca me olvidaré del momento en el que vi mi nombre en la lista de 23 convocadas”, señaló, emocionada.

Pasó de operarse la rodilla a disputar un Mundial, el sueño de cualquier futbolista, en apenas dos años. Aunque se quedó en el banquillo en los dos primeros partidos, fue clave para agitar el partido ante China y luego Estados Unidos, donde la Roja fue eliminada. Una experiencia inolvidable antes de fichar por un Barça que empezaba a apostar en serio por el fútbol femenino, formando un mega-proyecto en fondo y forma. El reto, sin embargo, se avecinaba de lo más exigente: no había (ni hay) plantilla en la que esté más caro jugar. En los primeros meses se quedó fuera de la convocatoria en hasta siete ocasiones.

Precisamente cuando estaba contando con más oportunidades llegó la tercera piedra en el camino. No se perdía un partido de Liga desde el 20 de octubre y se había afianzado en el once titular saltando de inicio en cuatro jornadas consecutivas. Pero ante el Espanyol volvió la pesadilla: la segunda rotura de cruzado de su carrera le obligó a salir del campo a los 17 minutos y a decir adiós a lo que resta de temporada. Otro duro golpe en el momento menos oportuno. “Me siento caminando en un alambre, pero me aferro con fuerza, porque en mi cabeza solamente está volver a disfrutar de lo que más me gusta”, escribía por entonces.

Y esa perseverancia, esas ganas de volver a sentir el balón y el césped obtuvieron su premio en diciembre de 2020, ante el Santa Teresa, prácticamente un año después de la lesión. Entonces volvía a ser una revulsiva habitual para Lluis Cortés, saliendo desde el banquillo en hasta 10 partidos y recuperando poco a poco sensaciones. Pero sus rodillas estaban empeñadas en no darle tregua. Esta vez fue la de la primera rodilla, con unas molestias que se acabaron tornando en algo muy serio: tenía dañado el cartílago rotuliano y debía volver a pasar por quirófano.

294 días después, Andrea ha vuelto. Ya entrena parcialmente con el grupo y podría estar disponible en las próximas convocatorias. A sus 24 años las lesiones la están alejando de su sueño al tiempo que endurecen su coraza. Con toda una carrera por delante, encontrar la forma de sobrellevar esta situación debe ser la clave para no tirar la toalla, apoyándose en ejemplos reconocibles como Sergio Asenjo (hasta cuatro lesiones graves), Santi Cazorla (le dijeron que nunca volvería a jugar al fútbol) o Natalia Gaitán (dos roturas de ligamento, entre otras dificultades). Queremos volver a ver su mejor versión, esa que cabalgaba por la banda y se erigía como la gran promesa del fútbol femenino español. No te sueltes del alambre, Andrea.

Contenido patrocinado por Iberdrola

Imagen de cabecera: FCBfemeni

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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