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Algunos hombres buenos (I): Stan Cullis, el entrenador de hierro

«¿Cómo voy a dejar el fútbol, si apenas he empezado?«. Era la única pregunta que se hacía Stan Cullis mientras se recuperaba de una contusión cerebral que lo había dejado inconsciente tras un choque con Bentham en un partido contra el Everton. Corría el año de 1939 y sí, Cullis aún era demasiado joven. Quizá por ello, por la vitalidad que dan unos 22 años recién cumplidos, decidió no hacer caso a las recomendaciones de los médicos y siguió jugando al fútbol. Como reza el título de su autobiografía (All For the Wolves), Cullis estaba dispuesto a darlo todo por el Wolverhampton. Aunque dar la vida ya era demasiado.

O los Wolves, o nada

Seis años antes del peligroso golpe en Goodison Park, Stan Cullis acudía religiosamente a los entrenamientos y partidos del Ellesmere Port, donde había hecho buenas migas con un chaval llamado Joe Mercer. La idea era dejarse la piel en cada encuentro para impresionar a los ojeadores que acudían para captar promesas. En la práctica, Cullis lo tenía complicado. Sus padres habían nacido en Wolverhampton y se mudaron a Ellesmere Port por cuestiones laborales. Su padre, hincha de los Wolves de toda la vida, lo había dejado muy claro. Si su hijo llegaba a jugar de manera profesional, solo lo haría en el Wolverhampton. Así se lo hizo saber a todos y cada uno de los scouts que acudían a ver los partidos de los chicos: «Cuando considere que mi hijo es lo suficientemente bueno, se unirá a las filas del Wolverhampton Wanderers«, por lo que estos no solían reparar demasiado en las facultades del joven Cullis que, por entonces, se manejaba notablemente como delantero.

Joe Mercer se marchó al Everton, donde jugaría hasta 1946, año en el que fichó por el Arsenal, donde acumuló 247 partidos. Mientras tanto, Cullis, con 16 años, siguió jugando para el equipo de Ellesmere Port, que se le empezaba a quedar demasiado pequeño.

La oportunidad

Frank Buckley era un tipo peculiar. Sargento en la Armada Británica durante la Primera Guerra Mundial, había llegado al banquillo del Wolverhampton en 1927  procedente del Blackpool. Su primera aportación a los Wolves -como ya hiciera en el Blackpool- fue el diseño de la camiseta. Buckley introdujo el dorado oscuro y el cuello negro. Después llegó el cambio en los hábitos de entrenamiento. Como buen militar, llevaba a rajatabla el entrenamiento físico duro y continuado y, por supuesto, la disciplina. Pocas semanas después de su llegada, había entregado a cada jugador del Wolverhampton un pequeño libro en el que se detallaba el código de comportamiento que debían seguir los miembros del equipo. Entre las reglas, señalaba qué podían y qué no podían comer y beber, la expresa prohibición de fumar y la obligación de no socializar ni salir de noche hasta dos días antes del partido. Con respecto a esa última norma, Buckley se había encargado previamente de recorrer los pubs de los alrededores avisando a los dueños, que debían notificarle si veían a un jugador infringiendo las reglas. Todo bajo control.

Una de las cosas de Frank Buckley que encantaba a los dirigentes era su apuesta por el talento joven. Joyas por pulir que exprimía al máximo, fichadas por un precio irrisorio y, algunas, vendidas después por el triple de lo que costaron. Algo extraordinario para las finanzas de cualquier club. A finales de 1927, se había rodeado de un grupo de talentosos jóvenes que comenzaría a dar sus frutos. En la plantilla del Wolverhampton, entonces en Segunda División, andaban Dai Richards, Reg Hollinsworth, Billy Hartill, Billy Barraclough o Charlie Phillips. Hartill se convertiría en el máximo goleador de los Wolves en la temporada 1931/32, con 30 tantos que auparían al equipo a ganar el campeonato y ascender a la First Division con 118 goles a favor. Tocaba una nueva etapa en la élite y Buckley necesitaba mover algunas piezas y encontrar otras nuevas. Y se fijó en Stan Cullis.

Los cimientos

Tras una breve etapa en la escuadra de reserva, Cullis llegó al primer equipo del Wolverhampton en 1934, aunque no debutaría hasta el 16 de febrero de 1935 contra el Huddersfield y no se asentaría definitivamente en el once titular hasta la temporada 1936/37. En su primer año, Buckley había observado la capacidad de liderazgo del joven y se lo había dejado muy claro: «Si escuchas lo que digo y haces lo que ordeno, te haré capitán del Wolverhampton«.

En su 20º cumpleaños, Stan Cullis se convirtió en capitán del primer equipo tal y como Buckley le había prometido. Su crecimiento como jugador sería imparable, convirtiéndose en un central de máxima garantía y pronto llegó la llamada de la selección. Debutó con Inglaterra el 23 de octubre de 1937 en la victoria 5-1 contra Irlanda, y mantendría el puesto contra Gales (2-0) y Checoslovaquia (5-4). Aunque quizá su partido más recordado con los Three Lions fue el que disputó el 14 de mayo de 1938.  Aquel día, Inglaterra se enfrentaba a Alemania en Berlín. Cullis se negó a realizar el saludo nazi en la previa del encuentro, algo que sí hicieron el resto de sus compañeros. Inglaterra ganó 6-3 y el jugador del Wolverhampton fue apartado de la selección por su gesto de rebeldía.

Cullis lideró al Wolverhampton de la 1937/38 que terminó en segunda posición por detrás del Arsenal. En la década de los 30, bajo el mando de Herbert Chapman primero y de Joe Shaw y George Allison después, los Gunners levantarían cinco títulos ligueros y dos FA Cup, lo que los había convertido en el equipo hegemónico del momento. Para dar el golpe definitivo en la First Division y llegar a ponerse a la altura de un Arsenal imparable, Buckley aún tenía que hacer un par de movimientos.

En palabras del propio Stan Cullis: «Buckley se empeñó en conformar el equipo perfecto para llevarse los honores en todas y cada una de las competiciones. En unos tiempos en los que los números de cinco cifras aún no eran habituales en el fútbol, Frank sacó 130.000 libras para el Wolverhampton y lo convirtió en el club económicamente más fuerte de Inglaterra«. Eran los años en los que Alex James, el virtuoso delantero del Arsenal, colgaba las botas. Buckley decidió vender a los Gunners a Bryn Jones, su gran estrella, un joven que había fichado del Aberaman por 1.500 libras. Lo colocó en el Arsenal por 14.000. El revuelo en la época fue tal, que el fichaje de Jones se debatió en la Cámara de los Comunes.

Con el dinero de Jones, Stan Cullis acabó muy bien rodeado en el terreno de juego, otra vez con un plantel que contaba con jóvenes promesas como Billy Wright o Jimmy Mullen. Pero de nuevo, el Wolverhampton acabaría segundo en la clasificación, esta vez por detrás del Everton. Fue una temporada en la que con solo 5 victorias en los últimos 11 partidos, los Wolves vieron como se desvanecía el sueño del doblete. Un sueño que se esfumaría por completo tras la estrepitosa derrota 4-1 frente al Portsmouth en la final de la FA Cup de 1939.

Los tiempos están cambiando

Fue aquel fatídico año de 1939 cuando el cielo se volvió negro sobre la cabeza de Cullis. Fue un golpe seco, en una acción fortuíta, sin malicia, en la que el joven defensa del Wolverhampton se desplomó sobre el césped como un muñeco de trapo. «Otro golpe de esta gravedad y podrías morir«, fue la advertencia de los médicos a Stan Cullis tras su choque con Bantham en Goodison Park. El jugador de los Wolves había quedado inconsciente y fue trasladado de urgencia al hospital, donde pasó siete días. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Cullis estaba empeñado en regresar a los terrenos de juego lo antes posible. Y así fue. Volvió a vestirse de corto para el Wolverhampton y fue nombrado capitán de Inglaterra en el partido contra Rumanía del 24 de mayo. A sus 22 años, se convertía en el jugador más joven en conseguir el brazalete. Pero era 1939, y el mundo estaba a punto de volverse completamente loco.

El 1 de septiembre, Adolf Hitler ordena la invasión de Polonia. Dos días más tarde, Neville Chamberlain declara la guerra a Alemania y la rutinaria vida británica da un giro de 180 grados. El gobierno inglés prohibió las grandes aglomeraciones de gente, haciendo hincapié en las multitudes que acudían a los eventos deportivos. Aunque el 14 de septiembre se dio permiso a los clubes para jugar partidos amistosos, la Football League acató la normativa de seguridad para la guerra que ya estaba en curso y se vio obligada a detener la competición oficial.

Al igual que otros futbolistas profesionales, Stan Cullis se alistó en la Armada Británica, donde ejerció de Instructor Físico. Jugó 20 partidos como internacional, 10 de ellos como capitán, y participó en encuentros amistosos para el Wolverhampton, Aldershot, Fulham y Liverpool. Fue en uno de esos partidos, de nuevo en Goodison Park, cuando Cullis sufrió otro duro golpe que lo llevó a un hospital de Liverpool donde pasó cinco días con peor diagnóstico que la primera vez. El resultado de aquella nueva conmoción cerebral fue distinto ya que Cullis se planteó seriamente retirarse como jugador. Pero no lo hizo.

Stan Cullis, en el centro, con el equipo de la Armada británica

Acabada la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra recuperó lentamente la normalidad. Dentro de su rutina, se reestableció la Football League. El Wolverhampton volvió a jugar oficialmente y Stan Cullis, a pesar de las advertencias médicas, regresó como defensa al Molineux en 1945. Y a la tercera, llegó la vencida.

Fue en Middlesbrough, en 1947, un día de frío y nieve, con el césped del estadio convertido en un manto blanco donde los jugadores resbalaban y el balón se había convertido en un objeto esférico más pesado de lo habitual. Cullis, uno de los mejores cabeceadores del fútbol inglés como había señalado Stanley Matthews, despejaba a testarazo limpio todos y cada uno de los centros que podían poner en peligro la portería de los Wolves. Hasta que sufrió un colapso y cayó al suelo. Se despertó una semana después en un hospital de Sheffield.

El especialista que lo trató, acostumbrado a lidiar con los daños cerebrales que sufrían los boxeadores, fue tajante. Retírate o la próxima vez que te saquen del terreno de juego lo harán en un ataúd, vino a decirle. Stan Cullis tenía entonces 30 años y finalmente, tomó la decisión más triste de su vida. Llegaba el momento de colgar las botas tras un servicio de 155 partidos como defensa de los Wolves.

El reinado

En junio de 1948, Stan Cullis era nombrado nuevo entrenador del Wolverhampton. Discípulo aventajado de Frank Buckley, insistió desde el primer día en que su equipo tenía que jugar diez marchas más rápido que su contrincante. Impuso una férrea disciplina en la plantilla y su método de preparación física tenía mucho que ver con el que aplicaba su antiguo entrenador. En sus primeras semanas en el banquillo señaló objetivos específicos para cada jugador y estableció un plan de tiempos mínimos para realizar 100 yardas, 220 yardas, 440 yardas, 880 yardas, 1 milla y 3 millas, además de un plan de saltos en el que se deberían superar los 4 pies. Les dio a sus jugadores 6 meses para alcanzar los objetivos previstos.

En 1949, llevó al Wolverhampton a la final de la FA Cup donde se midieron al Leicester. Los Lobos tenían en su once a jugadores como Johnny Hancocks, Jimmy Dunn, Billy Wright o Terry Springthorpe y se llevaron el título ganando 3-1 con un doblete de Jesse Pye. Stan Cullis se convertía en el entrenador más joven en levantar la Copa en Wembley y los Wolves llevaban a sus vitrinas el primer título mayor desde 1908.

En tan solo una temporada Cullis había conseguido un título de relevancia pero, lo más importante, había impregnado de su espíritu a la plantilla. El Wolverhampton era un equipo disciplinado dentro y fuera del campo, sólido, con las ideas claras y con hambre ganadora. En su segunda temporada, el club terminó segundo en la clasificación empatado a 53 puntos con el Portsmouth. El golaveraje impidió que el Wolverhampton ganase la primera liga de su historia.

Vinieron después dos temporadas difíciles para el equipo de Cullis, que terminó 14º (1950/51) y 16º (1951/52), hasta que se completó el fichaje de Peter Broadbent, que debutó en marzo de 1951 contra el Portsmouth. En cuestión de meses, Broadbent creó una gran sociedad en la delantera con Johnny Hancocks y los Wolves regresaron a lo alto de la tabla en la temporada 1952/53, en la que terminaron terceros. Hancocks salió como máximo goleador del equipo en la 1953/54, en la que Broadbent anotó 12 tantos. Fue la temporada en la que lograron mantenerse 18 partidos consecutivos sin conocer la derrota. La temporada en la que el Wolverhampton se hizo, al fin, con el título de liga.

Stan Cullis se convirtió en toda una celebridad y entró de lleno en la historia del equipo al conducirlo por sus años más gloriosos. El Wolverhampton ganó después dos títulos de liga consecutivos (1957/58 y 1958/59) y solo el Burnley, por un punto, le privó de sumar el tercero seguido. En 1960 se haría con su segunda FA Cup tras batir 3-0 al Blackburn Rovers.

El equipo decidió prescindir de sus servicios en septiembre de 1964, cuando Cullis fue despedido. Los Wolves habían terminado la liga en 16ª posición. Incapaz de dejar el fútbol, fichó como entrenador del Birmingham, que estaba hundido en la Segunda División, pero fue incapaz de conseguir la promoción y en 1970 decidió dejar el deporte que más amaba.

Hoy, Stan Cullis agarra su sombrero en un amago de saludo vestido con su peculiar gabardina en la estatuta que se ve en las afueras del Molineux, justo enfrente de la grada que lleva su nombre. Convirtió a los Wolves en uno de los mejores equipos de Inglaterra desde el banquillo y se dejó la piel -y casi la vida- en el campo como jugador. Y no es una exageración. Como señalaría Bill Shankly: «Stan era 100% Wolverhampton. Su sangre debía ser de color dorado oscuro. Hubiera muerto por el Wolverhampton«.

Historiador. Fútbol y cultura popular. Anglófilo convencido. Cinéfilo militante. Reivindico la necesidad de contar historias más allá del balón.

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