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Fútbol Internacional

El descenso de Enke y el ascenso de Neuer

El 8 de agosto de 2008, Jens Lehmann ponía fin a su carrera como internacional y abría un concurso para saber quién iba a ser el nuevo guardameta de la selección alemana al que se postulaban tres candidatos: Robert Enke, René Adler y un jovencísimo Manuel Neuer, que parecía el último en la lista para enfundarse los guantes bajo la portería de la Mannschaft. Enke y Adler habían sido los escuderos de Lehmann en la Eurocopa de aquel año, pero una vez retirado el arquero veterano, el casting no había dejado muy claro quién de los dos era el número uno, pues en los 12 partidos siguientes se había dado una peculiaridad: cuando Enke estaba sano, Adler estaba lesionado, y viceversa. Según la prensa alemana, y muy cerca ya del Mundial de Sudáfrica, Joachim Löw le había confirmado a Robert Enke que iba a ser su portero titular en la Copa del Mundo. El del Hannover 96 estaba quizás en el mejor momento deportivo de su carrera, tras muchos años de sombras.

Enke nunca llegó a Sudáfrica. Se suicidó unos meses antes. Adler tampoco. Tras la muerte de Enke, Adler fue titular en los siguientes partidos de la selección, pero tras romperse una costilla, Manuel Neuer abrazó la titularidad de una Alemania que hoy le sigue perteneciendo y, gracias a esas desgracias, se convirtió en uno de los mejores porteros del mundo. Hoy, Manuel Neuer disputa su cuarto Mundial. Ganó uno, en 2014, lo que le valió para ser el tercer Mejor Jugador del Mundo. Hace solo unas semanas, el meta del Bayern reveló algo que dejó al panorama del fútbol ojiplático: ha sufrido cáncer de piel y ha sido intervenido por ello hasta en tres ocasiones.

Robert Enke siempre estuvo preso de la depresión. Aquel trastorno mental le acompañó prácticamente desde que tuvo uso de razón, según él mismo contó en sus memorias, que fueron recopiladas y escritas por su amigo Ronald Reng, uno de los pocos, junto a su mujer y su padre, que conocía la situación del portero. Cuenta en ellas, que sintió los primeros síntomas nada más cumplir los 15 años, en un partido con Alemania Sub15 en Wembley. Enke fue el mejor, destacó sobre los demás e incluso al día siguiente ocupó primeras planas en los noticiarios del país. Y ya empezó a notar esa presión que meses después le pasaría factura cuando, tras cometer un error en un partido con su equipo, el Carl Zeiss Jena, todo su mundo se derrumbó. No soportaba el hecho de haber fallado y le aterraba el pánico a volver a cometer un error igual. ¿Su solución? Encerrarse en su cuarto y no hablar con nadie durante días. Estaba bloqueado. “Como siempre jugaba con chicos mayores, estaba aterrado de no estar a la altura”, diría su padre Dirk, quien además es psicólogo deportivo.

La carrera de Enke siempre fue un continuo vaivén de sentimientos y emociones que casi nunca supo gestionar. Tras ser una estrella juvenil y firmar por el Borussia MonchenGladbach, Enke se encontraba cómodo a la sombra del meta Uwe Kamps. Pero fue la lesión de este la que le hizo tirar la puerta abajo en Alemania y llegar a un Benfica que luego le abrió las puertas de los grandes de Europa. Tras rechazar al Manchester United, en 2002 firmó por un Barcelona que buscaba su sitio y que pasaba por años bastante malos. Ese mismo verano, mientras se cerraba su fichaje por el Barça, a Enke le diagnosticaron que tenía depresión, según confirmó su representante, otra de las pocas personas que conocía su condición. Incluso, cuenta, el mismo día que cerró el contrato, llegó a llorar desconsolado y buscar una manera de no llegar a España porque los cambios y eso de abrir nuevos capítulos le aterraba. La llegada de Rustu, que venía de hacer un gran Mundial, y la promoción de Valdés, el chico de la cantera, hirieron el sentir de un Enke que se vio relegado a la tercera opción. Cuando tuvo la alternativa, en Copa del Rey ante el Novelda, un equipo que iba último en su grupo de Segunda B, salió al campo derrotado. “Si ganamos, nadie dirá nada. Es lo normal. Pero si perdemos, todo el mundo me criticará. No tengo nada que ganar”, pensaba. Salió tremendamente aterrado a fallar… Y falló. La dureza con la que se dirigió a él en rueda de prensa su compañero De Boer terminó de hundirle y no pudo levantar la cabeza en Barcelona.

Este pánico a cometer errores le acompañó en Tenerife y en el Fenerbahçe, donde estuvo después del Barcelona. En 2004, solo dos años después de llegar al Barça, Enke dio un paso deportivo hacia atrás, para dar alguno más hacia adelante en todo lo demás. Regresó a Alemania, ingresó en el Hannover 96 y recuperó parte de su felicidad mental, además de un nivel deportivo notable. Él y Teresa, su mujer, llevaban tiempo queriendo formar una familia, se habían mudado a un lugar mejor y por fin había llegado la pequeña Lara para llenarles de luz. Pero Lara nació con una enfermedad con la que luchó durante dos años, hasta que falleció. Aquel golpe, en 2006, fue muy duro para un Enke que acababa de regresar a una convocatoria de la selección siete años después, pero no fue un golpe que le hundió.

La estabilidad lograda de vuelta en Alemania que le hizo encajar aquel golpe no hacía presagiar lo que sucedería tiempo después. Parecía que Enke ya había pasado lo peor, aquellos años en los que había hablado con su padre incluso de la retirada, aquellos días en los que no quería ir a entrenar y aquellos días en los que tenía miedo a que le chutaran. Teresa y Robert habían adoptado a Leila y volvían a formar una familia que parecía completa y feliz. No fue así. Enke tuvo una recaída en 2009, durante una concentración con la selección. “Vimos que tenía los mismos síntomas que había sufrido años atrás”. Pensaron en ingresarle en una clínica, pero Enke siempre había rechazado hacerlo. No quería revelar su trastorno por miedo a que aquello acabara con su carrera profesional. Había un valor añadido. Por primera vez, algo que no había sufrido en el pasado, tenía pensamientos suicidas y se lo había dicho a su mujer.

El 10 de noviembre de 2009, Robert Enke hizo la bolsa y se marchó a entrenar. Aquel día, el Hannover 96 no tenía entrenamiento. El técnico les había dado libre. Cuando Teresa vio que se retrasaba, llamó al entrenador, que le confirmó que aquel día no se tenía que presentar nadie en la ciudad deportiva. Teresa pensó que quizás Robert había ido por su cuenta con el preparador de porteros. Cuando este le dijo que no, Teresa se imaginó lo peor. Lo que realmente había pasado. Robert Enke se tiró a las vías del tren con solo 32 años, a siete meses de ser el portero titular de Alemania en el Mundial 2010.

Aquella trágica noticia le abrió las puertas de la selección a un Manuel Neuer que tenía 24 años y que, si bien era un buen portero y había pasado por las categorías inferiores de Alemania (fue incluso Mejor Portero de la Euro Sub21 2009), no estaba entre los libros de la Mannchaft como un jugador llamado a hacer una carrera larga en el equipo nacional, sino más bien como a ser el salvavidas oportuno o el suplente de Enke y Adler hasta que fuera el turno de tres chicos que estaban llamando mucho la atención en categorías inferiores, que eran algo más jóvenes y de los que se esperaba que al menos uno siguiera progresando al mismo nivel hasta la absoluta: Ter Stegen, Leno y Trapp.

En cambio, la muerte de Enke y las lesiones de Adler le dieron el número 1 de Alemania a un Neuer que, tras el Mundial, pese a hacer un mal año en Bundesliga, donde su equipo, el Schalke, luchó por no descender, llegó a semifinales de Champions League y ganó la Copa de Alemania. En el mayor torneo continental Neuer se lució y aquello sirvió para que el Bayern Múnich, que llevaba años a la búsqueda de un portero de garantías tras la retirada de Kahn, pagara unos 30 millones de euros por él. Fichar por el mejor equipo del país reforzó su condición de número 1 bajo los palos de Alemania y de ahí nadie le sacó. Sus actuaciones tuvieron mucho que ver. 11 años después, Neuer sigue siendo el portero del equipo muniqués y aún nadie le ha quitado la titularidad de la selección. Ni siquiera en el Mundial de 2018, cuando Ter Stegen, ya en el Barcelona, era uno de los mejores porteros del mundo, mientras que Neuer llegó a la cita sin rodaje después de un año entero lesionado. Según la IFFHS, Neuer es el mejor portero de la década, por delante de Buffon, Courtois, Oblak. Cech o Casillas. Ha ganado más de 20 títulos nacionales con el Bayern, además de dos veces la Champions League. A título individual, ha sido cuatro veces para la FIFA el Mejor Portero del Mundo y cinco veces para IFFHS, además de ser tercero en el Balón de Oro de 2014.

Hace solo unas semanas, Manuel Neuer sorprendió anunciando que había padecido cáncer de piel y que había tenido que pasar por quirófano hasta en tres ocasiones. Lo hizo a la vez que publicitaba junto a la tenista Angelika Kerber una crema para la prevención del cáncer de piel y sin dar muchos más datos sobre cuándo lo ha sufrido, aunque se especula que una de las operaciones tuvo lugar el pasado año, cuando al meta se le vio con un vendaje que le cubría parte de la cara. A lo largo de su carrera ha sufrido muchas lesiones, aunque la más grave se dio en 2017, cuando una rotura de un dedo le dejó un año entero sin jugar. Ahora Neuer lidera a Alemania, que deberá reponerse al traspiés del debut ante Japón. 13 años después de la marcha de Robert Enke, su sucesor anhela levantar su segunda Copa del Mundo.

Imagen de cabecera: Getty Images

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