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Lo explicó Cicerón

Muy acostumbrados están los ingleses a poner todas sus
esperanzas en un solo hombre. Siempre pasa lo mismo. Un chico se exhibe un par
de partidos consecutivos y los analistas comienzan a babear como si delante
tuvieran al mismísimo Osiris, una divinidad capaz de juzgar a cualquiera por
sus pecados. Los ingleses, para el próximo Mundial, han decidido colocar la
espada Damocles en la cabeza del mismísimo Harry Kane intentando conseguir una
Copa del Mundo que no se alza desde 1966. Poca presión.

El chaval de Londres tiene una de aquellas historias dignas
de film hollywoodiense. Tuvo que salir cedido a divisiones inferiores antes de
explotar en la Premier, donde ya acostumbra a rozar los 30 goles por temporada.
Pero el nuevo capitán de los Pross no solo domina la faceta goleadora. En su
arsenal ofensivo posee una serie de recursos inmaculados que le hacen ser
prácticamente imparable en su culmen: desmarque, control y un fantástico
disparo.

Kane tiene el rostro de un chico sencillo, el típico inglés
que acaba tomando unas pintas tras acabar la dura jornada de trabajo. Pero
realmente nunca probó una gota de alcohol porque siempre tuvo muy claro que
para cumplir su sueño debía llevar una estricta ética de trabajo. En el
contexto de la selección el ariete podría estar acompañado por Vardy, uno de
aquellos tipos fastidiosos que no te dejan tranquilo ni un solo minuto. Su
asociación es un cóctel explosivo en el que la mayoría de veces el gol debería
aparecer en la receta. Pero de los laboratorios, las pizarras y las fórmulas
matemáticas hay un gran paso con lo que ocurre en el terreno de juego.

No solo lo explicó Cicerón. Lo contaron Gascoigne, Rooney,
Lineker o Shearer, entre otros. Triunfar con Inglaterra es un paseo por el
desierto, sin provisiones y con un par de leones al acecho. Kane ya ha sido
capaz de cumplir en partidos de máxima enjundia, tanto en Inglaterra como en
Europa, por lo que está perfectamente preparado para triunfar. El problema, es
que un movimiento en falso le podría cortar la cabeza. Y no sería la primera
vez.

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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