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Yusra Mardini, nadar para vivir

No sabe exactamente si nació en 1997 o 1998. En cualquier caso, no es un dato tan trascendental. Los años que deja atrás importan mucho menos que los que tiene por delante. En realidad, para ella nada debe ser más valioso que seguir cumpliéndolos. Porque quizá no era lo que, por estadística, le deparaba el porvenir. Y es que Yusra Mardini, la chica que nos ocupa, es natural de Damasco, Siria.

Cuesta imaginar el crecimiento de una deportista de élite (de cualquier ser humano) en un país ahogado por las bombas, destruido por una guerra que queda demasiado lejos del primer mundo y solo sale en las noticias cuando una instantánea como aquella de Aylan atraviesa nuestra vergüenza y deja en paños menores a los señores toman decisiones a nivel mundial.

La historia de Aylan pudo ser la de Yusra. Mismo mes, mismo trayecto, mismo sueño: una existencia mejor. Algunos se dejan la vida por el camino persiguiendo una libertad que no se obtiene solo cruzando el Egeo, pues luego vienen los problemas con las fronteras y la intransigencia de líderes que ponen precio a la vida. Pero, tras armarse de valor y tomar la decisión abandonar una nación dividida, el mar es el primer obstáculo a salvar por quienes anhelan un futuro. Y ahí se quedan muchas esperanzas, infinidad de amaneceres. La historia de esta joven y la de otros 20 sirios pudo ser trágica. Solo que ella no estaba dispuesta a dejarse vencer. No sin luchar.

 

La embarcación en la que navegaban no pudo soportar la combinación de distancia y peso, de modo que el motor terminó cediendo. Con la costa de Grecia en la retina, Yusra, su hermana, y algún otro valiente se lanzaron al agua con el propósito de llevar el bote a tierra firme. Fueron más tres horas lo que tardaron en pisar Lesbos. Tres horas remolcando a nado un viejo bote neumático. Previamente tuvo que tirar por la borda sus pertenencias en la terrible búsqueda de tratar de aliviar al destartalado motor de un excesivo trabajo. Llegó sin equipaje, aunque en la orilla le esperaba algo más grande: su supervivencia. El mar no la iba a apartar de su camino. No a Yusra Merdini, atleta, nadadora.

A partir de ahí un viaje que la llevaría a Berlín. A pie cruzó los Balcanes, y a pie atravesó Hungría o Austria. Finalmente, Alemania. Yusra tuvo la fortuna de ser una de esas refugiadas que sí han sido acogidas por la nación de destino, de pertenecer a ese escaso 1,39% (según datos de Oxfam) que recibe ayuda por parte de aquellos países desarrollados que se comprometieron ante la ONU a dar asilo a quienes huyen del horror. Su destino fue Berlín. Y ya en Berlín, el infinito en el horizonte.

Cerca del centro de refugiados al que llegaría está el Wasserfreunde Spandau 04, un club de natación en el que en seguida se apuntó para retomar los entrenamientos diarios. Retomarlos porque hablamos de una muchacha que descubrió con tan solo tres años su pasión por este deporte y que ya ha concursado en competiciones internacionales: en 2012, con 14 años, participó en los Campeonatos Mundiales de Piscina Corta celebrados en Estambul representando a su país. Cierto es que sus resultados no fueron llamativos, pero también es real que disputó pruebas que no eran sus favoritas. Retomarlos porque en su cabeza está en bajar de 2:03 en los 200 libres, marca que le daría un billete para participar con el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en las Olimpiadas de Río que se celebran este verano. A pesar de que inicialmente su objetivo era Tokio 2020, en mente tiene rebajar los ocho segundos que a día de hoy le separan de un viaje mucho más confortable que cualquiera de los que haya realizado con anterioridad; por descontado, infinitamente más placentero que el último, ese que le dio una segunda oportunidad.

 

Hoy Yusra nos está enviando un mensaje a todos en un ejercicio que va de sobreponerse a las adversidades. Dejó atrás a su hermana menor, a su padre. Atrás, su vida. Y tras colgar una foto de Aylan en su perfil de Facebook, se lanzó una semana después de que la desgracia acabase con la vida del pequeño a perseguir un mañana mejor. Ahora entrena dos veces al día en un país que no es el suyo y forma parte de 42 preseleccionados por el Comité Olímpico Internacional para representar al equipo de refugiados sirios. En caso de conseguir superar este escenario, Yusra sería la abanderada de dicho colectivo. Mientras, habla de contar su experiencia el día que cese la guerra y vuelva a su país, de enseñar lo que ahora aprende fuera. Y anima a no rendirse a quienes la ven como ejemplo, incitándoles a que persigan sus fantasías y asegurándoles que tras el dolor siempre llegan cosas buenas.

Yusra nadó más de tres horas para salvar la vida a una veintena de personas. Ahora nada para construir la suya propia. Sin bandera, porque como ella misma dice: “cuando me sumerjo no estoy en Siria, no lo hago en un país u otro, sino en el agua. Es algo maravilloso”.

Ojalá esta joven siria no hubiera tenido que pasar por todo lo expuesto. Aunque, eso sí, ojalá sea el espejo en el que mirarse de otros en su situación. Y ojalá algún día su historia, como la de tantos en la misma tesitura (deportistas o cualquier otra cosa), no sea una sobre vivir o morir, sino tan solo de superación.

Este 3 de junio el COI anunció que Yusra formará parte del equipo de refugiados con otros nueve atletas. Buena suerte Yusra. Y ojalá en Tokio en unos años, bajo la bandera de Siria.

 

Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.

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