Si hay un equipo que vive en la convulsión continua ese es el Rayo Vallecano. Hace tiempo que su sección femenina, considerada en otros tiempos una de las mejores de nuestro país, acumula conflicto tras otro con la directiva deteriorando su imagen al tiempo que las jugadoras dejan su impronta en el campo. Por lo que sucede en los despachos, el cuadro vallecano es cada temporada principal candidato a descender a Segunda. Por lo que vemos en el césped, la sensación es que asistimos, jornada a jornada, a una demostración de pundonor sinigual.
Este 2021 que arranca se cumplirá una década del último título de Liga conquistado por el Rayo. Aquel equipo histórico ganó tres ediciones consecutivas de la mano de rostros tan reconocibles como Jenni Hermoso, Sonia Bermúdez, Jade Boho o la leyenda Natalia Pablos. Por entonces la crisis de los Ruiz-Mateos afectaba a todos los estamentos del club, y las futbolistas acumularon ocho meses sin cobrar (el sueldo de alguna de ellas era de 800€ teniendo que mantener una familia). La compra por parte de Raúl Martín Presa auguraba cierto alivio a la situación, más si cabe después de sus palabras: “Un equipo campeón hay que mantenerlo como sea”, desveló por entonces el entrenador del equipo, Joserra Hernández.
Tres años después el propio Presa emitía un comunicado en el que anunciaba que no habría inversión del club en la sección femenina de cara a la siguiente campaña. Es decir, presupuesto cero y con el único sustento por parte de las subvenciones de la Comunidad de Madrid, que solo daban para cubrir las fichas de las jugadoras. El presupuesto del Rayo femenino había pasado de medio millón de euros en sus mejores tiempos a los 150.000 y Presa no dudaba en señalar los problemas económicos y el déficit (estimado en más de 750.000 euros). La decisión implicaba un importante riesgo: la desaparición de un clásico del fútbol femenino español.
Finalmente el equipo femenino se mantuvo aunque la pérdida de sus jugadoras más importantes temporada tras temporada pasó factura. No volvieron a pelear por un título y en 2016 incluso acabaron fuera de los puestos de Copa de la Reina. “Es triste echar la vista atrás y comparar lo que hemos sido y lo que somos”, decía resignada Alicia Gómez, la legendaria guardameta que tras 15 años en el club colgó los guantes el pasado verano. En 2018, el Rayo acabó en su peor puesto histórico (11º), fuera de Copa por segunda vez en tres años y encajó la friolera de 63 goles, el que más sin contar los dos descendidos. Ese mismo año dejó el fútbol Natalia Pablos, que recibió un trato poco acorde al legado dejado en Vallecas (querían que pagara 250.000 € por retirarse). La salida de Miguel Ángel Quejigo (que se llevó a Estela y Laura Domínguez al Madrid CFF) inició el carrusel de entrenadores en el banquillo: Irene Ferreras, Jessica Rodríguez (fue despedida mes y medio después sin haber dirigido en partido oficial) y el actual, Carlos Santiso.
Con Ferreras el club inició una revolución donde la cantera tuvo un papel protagonista, y es que la mitad de la alineación la formaban futbolistas de entre 16 y 20 años de edad. El Rayo fue uno de los equipos revelación en la primera vuelta y se estrelló en la segunda, aunque logró la salvación matemática a dos jornadas del final y entre lágrimas de emoción. “Muchos nos daban por descendidas antes de empezar, no tenían ni idea de lo que es el Rayo femenino”, escribía Pilar García, uno de los pesos pesados del vestuario. Un año después, solo el parón por covid-19 frenó a un grupo que lograba un meritorio octavo puesto a nueve jornadas del final.
Los objetivos ya no son tan ambiciosos como hace diez años, pero el esfuerzo y el sacrificio sigue sin ser negociables. Incluso ahora, en medio de otro conflicto de magnitud, las rayistas salen al campo con el cuchillo entre los dientes. La imagen difundida del bocadillo con jamón york para cenar en el viaje de vuelta desde Valencia desató la polémica a principios de diciembre, y el comunicado emitido por las futbolistas denunció los retrasos en los pagos de los salarios, incumpliendo uno de los artículos del convenio colectivo, algo que el propio club ha desmentido. La falta de material para los entrenamientos y la ausencia de remuneración a la mitad del cuerpo técnico fueron otros de los puntos enumerados en el documento, apoyado por viejas glorias e incluso por jugadores de la plantilla masculina. Amenazaron con plantarse y no jugar frente a la Real Sociedad, pero finalmente cedieron para no perjudicar al club y el partido acabó en derrota (2-0).
Fue el último encuentro perdido por el Rayo, porque desde entonces ha sumado 10 puntos de 12 posibles, alejándose en tres puntos del descenso pese a contar con dos jornadas menos disputadas que el Sporting de Huelva, el primero que ocupa la zona roja. Las victorias ante Éibar, Santa Teresa y el propio Sporting, además del meritorio empate en Lezama (0-0) dejan además un dato para alabar: en esos cuatro partidos no ha encajado un solo gol.
Si sigue esa dinámica, el Rayo Vallecano volverá a quedarse un año más en Primera Iberdrola. Quien fuera tres veces campeón de Liga y una de Copa ahora lucha por la salvación e incluso por no desaparecer. Pero si fuera del campo reciben jamón york, dentro de él devuelven caviar. Un faro de esperanza en estos tiempos de caos e incertidumbre.
Imagen de cabecera: Imago
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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