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Real Madrid

¿Y el Madrid qué, otra vez campeón de Europa?

En los años 90 triunfaba un anuncio de una famosa marca de coches en el que llegaban con el auto a una aldea perdida, donde un abuelo alejado de la actualidad preguntaba: “¿Y el Madrid qué, otra vez campeón de Europa?”. Este anuncio utilizaba la mofa que existía hacia el equipo blanco por llevar más de 30 años sin conseguir reinar en Europa, pero curiosamente no tardaría mucho en dejar aquel anunció obseleto gracias a una victoria que esta semana vuelve a estar más presente que nunca.

Pocos pensarían que el Madrid tardaría más de tres décadas en levantar una Copa de Europa cuando lo hizo en 1966 por última vez. En ese tiempo se acumularon los fracasos, pero hubo uno que dolió especialmente: el de la Quinta del Buitre. Ese equipo de ensueño que maravilló a España durante años, se quedó siempre a las puertas de la final. Especialmente dolorosa fue la eliminación de 1988, frente al PSV, pero un portero llamado Van Breukelen produciría pesadillas al madridismo con su magnífica eliminatoria. Ya se sabe que no siempre ganan los mejores, si no que se lo digan a Holanda 74 o a Brasil 82, aunque el verdadero aficionado al fútbol siempre te recordará.

Diez años después de aquel fracaso el Madrid no vivía buenos tiempos. Su temporada en la Liga española no era nada destacable y veían cómo el Barça se encaminaba hacia el título. Además, la relación de la plantilla con el entrenador Jupp Heyckens era un desastre. Ahora bien, aquel equipo sufría un cambio los martes y los miercoles a las nueve menos cuarto de la noche. En ese momento, en cuanto el árbitro pitaba y daba comienzo el juego, aquel conjunto sacaba toda su garra, y hacía sentir orgulloso al escudo que llevaba en el pecho. Rosenborg, Olympiakos, Porto, Bayern Leverkusen y Borussia Dortmund quedaron por el camino, para plantarse en una final ante la Juventus, que seguramente era el mejor equipo del mundo.

Una defensa comandada por Montero, con Davids cortándolo todo en medio campo, los goles de Del Piero y especialmente la magia del hoy entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane. Pero el Madrid no tenía nada de lo que acobardarse. En la portería tenían a un campeón del mundo como Illgner, en la defensa, Roberto Carlos, el mejor lateral zurdo de la historia, la fiabilidad italiana de Panucci y una pareja de centrales formada por Hierro y Sanchís que son un símbolo del madridismo. En el medio campo un Karembeu que no pasará a la historia, pero que marcó un gol decisivo en semis e hizo un marcaje clave a Zidane en la final. Redondo, el mediocentro más elegante que ha visto el Bernabeu en los últimos años (con permiso de Modric) acompañado de Seedorf, un hombre casado con la Champions. Arriba Morientes, otro que tiene un idilio con esta competición, acompañado de su inseparable Raúl, la leyenda blanca, y Pedja Mijatovic, el hombre que dejaría, con un gol, su nombre grabado en oro para siempre en la historia blanca.

El gran problema que tenía aquel equipo era la falta de organización por parte de un entrenador que no supo conectar con el grupo. Pero esto también provocaba la gran virtud de este equipo, que era la unidad. Este Madrid era un grupo de amigos, unos chicos que cada semana quedaban para cenar juntos y que se respetaban y admiraban mutuamente. La noche antes del partido, se reunieron en la habitación de Mijatovic y Suker para charlar y relajarse, como muchos que estos días intentan desconectar de un examen el día antes tomándose una caña en esas interminables tardes de biblioteca. Cuando saltaron al campo, Montero los intentó intimidar, pero a ellos aquello les daba igual. Quizás ellos fueran mejores, pero ellos eran el Madrid, el rey herido que debía recuperar su trono. La Juve salió fulgurante, arrolladora como era de esperar, pero de nuevo aquellos «hijos de la anarquía» encontrarían la solución en conjunto, como una buena pandilla. Había que cubrir a Zidane, Karembeu se ofreció y el Madrid empezó a mejorar.

El final de la historia ya lo sabemos todos, un balón que le cae a Mijatovic, y que devuelve al mejor club del siglo XX a su lugar. Pero ante todo sirvió para rendir cuentas con los Camacho, Michel, Brutagueño, Hugo Sanchez o especialmente Juanito, que se fue de este mundo sin ver a su Madrid consiguiendo un triunfo que le haría saltar como aquel día frente al Borussia. Para todos esos madridistas que nunca habían visto a su equipo reinar en Europa y que soportaban las burlas de los botijos o el blanco y negro.

Además demostró que al Madrid nunca hay que darlo por muerto. Porque cuando deambulaba por la Liga llegaron la Séptima y la Octava. Porque cuando todos cuestionaban a Zidane, consiguió la Novena con una volea para el recuerdo. Porque cuando se hablaba de la décima decepción apareció la cabeza de Sergio Ramos. Porque cuando el fax y Cheryshev eran los protagonistas de la temporada, cayó otra Copa de Europa. Porque el Madrid es un club único y especial, pero todo esto fue posible gracias a aquel gol de Mijatovic, porque la Séptima lo cambió todo y por ello siempre será tan especial.

1990/ Estudiante de periodismo/ Santiago-Sevilla/ “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios… pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión.” (El secreto de sus ojos)

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