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Villarreal 3-1 Osasuna: lo mejor, lo peor y las notas

Pierdes al entrenador. Te quedas sin la Champions. Tienes casi un tercio de la plantilla lesionada. Lo ves todo tan negro que hasta empiezas a recordar el año del descenso. Y entonces…

Entonces el Villarreal empata en Granada mereciendo ganar. Empata ante el campeón de Europa League. Gana en Málaga. Gana en Europa. Gana a la Real. Empata en el Bernabéu. Y gana a Osasuna. Y se coloca en cuarta posición firmando una de las mejores partes de cualquier equipo de La Liga esta temporada.

 

 

La capacidad de reacción del equipo de Escribá ha sido sorprendente. Envueltos en miles de problemas, el Submarino supo navegar contracorriente y salir adelante con una entereza fuera de lo normal. La primera parte ante los navarros no solo ejemplifica una mejoría, sino que estamos ante el Villarreal que nos ha tenido acostumbrados los últimos tres años.

Porque Osasuna no las vio venir. Trigueros y Bruno, imperiales, se hicieron con el centro del campo y a partir del control llegaron las ocasiones. La pegada esta vez acompañó al Villarreal, que se puso por delante a los cinco minutos con una magnifica jugada: apertura de Trigueros a la derecha, centro de Castillejo y remate de cabeza de Pato. El brasileño se estrenaba en La Liga.

 

 

Bruno Soriano hizo el segundo desde el punto de penalti, después de que Mario derribara a Roberto Soriano. Y a cinco minutos del descanso, Sansone ponía el 3-0 tras una pared sensacional entre Castillejo y, de nuevo, Roberto Soriano.

Sin embargo, Osasuna no estaba dispuesto a rendirse. En una jugada aislada, Sergio León se deshizo de varios rivales y acabó forzando un penalti que convirtió en gol Roberto Torres, olvidando su fallo en el Bernabéu. Ese gol dio esperanza a los rojillos, que en la segunda mitad mantuvieron al Villarreal a raya y pusieron en algún apuro a Asenjo en los instantes finales.  El marcador, sin embargo, no se movió. Y los Roig ya vuelven a soñar con otra temporada ilusionante al tiempo que Osasuna suspira por su primera victoria.

 

 

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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