Partido grande. De los que siempre apetece. De los que se comprueba la fecha el día del sorteo del calendario allá por el mes de agosto. Como cualquier buen estudiante lo hace con su agenda para saber qué días serán los que se pondrá delante de un carilla de papel con el objetivo de demostrar los conocimientos adquiridos; al igual que se presta atención a los días festivos antes del comienzo del curso laboral o, en caso de no tener la estrella de disfrutar de un trabajo, con el documento acreditativo de la renovación de la demanda de empleo (DARDE) para que no sobrepase el plazo de vencimiento. Un Valencia-Barça, sea cuando sea y lleguen los equipos como lleguen, se ambiciona con la misma ferocidad.
No importa que los de Luis Enrique estrenen césped -y murciélago- en Mestalla en uno de los mejores momentos de la temporada, ni que Messi visite Valencia vestido de esmoquin (sin topos, por favor) cuando acaba de tumbar otros dos récords que le han convertido en el máximo goleador de la historia de la Liga y en el máximo artillero de la historia de la Champions, ni siquiera que Luis Suárez haya pegado su “primer bocado” con la camiseta azulgrana. Da igual. Tampoco incumbe que el Valencia haya sumado un punto de los últimos seis y se presente en el encuentro con el estridente globo en pleno rechinamiento de deshinche. Estos enfrentamientos parten de cero desde el pitido arbitral y más, si se juegan en el escenario del menos poderoso.
A Messi se le da muy bien el ¿viejo? estadio de la Avenida de Suecia pero mejor se le da a Mestalla llevar en volandas a su equipo. Hasta la fecha está siendo el factor determinante para que el Valencia haya conseguido cinco victorias y un empate en los seis partidos disputados. Y la gente, a pesar de la amenaza de lluvia, tiene ganas de festividad y ceremonia. La derrota del pasado domingo ante el Levante quedará enterrada con pico y pala si se consigue vencer al Barcelona. Otro equipo azulgrana en el camino de los de Nuno. Ojalá con distinto desenlace.
Será el día del regreso de Mathieu a la que fue su casa y, parece, el de la titularidad de Feghouli en banda derecha. Las ayudas defensivas a Barragán serán imperiosas, casi autoritarias, si se quiere frenar una banda con Jordi Alba y Neymar. Casi nada al aparato. Rodrigo, que tendrá otra oportunidad para demostrar que todos estamos equivocados, partirá desde la izquierda para sostener las subidas anárquicas de Dani Alves y para presentarle caramelos a un tiburón que tiene ganas de pertenecer a la cofradía de Luis Suárez. Negredo quiere enseñar los dientes por primera vez con la camiseta del Valencia. La duda está en si será Gayà u Orban el que acompañe a Rodrigo desde el lateral.
El Barça, si a Luis Enrique no le da otro ataque de entrenador como le pasó en el Santiago Bernabeu, presentará su once de gala a excepción de Iniesta, que está cerca de recibir el alta médica. Así pues parece que Busquets, Xavi y Rakitic comandarán la sala de máquinas por detrás de tres futbolistas que asustan al miedo: Messi, Neymar y Luis Suárez.
El Valencia consiguió sujetar y someter al Atlético de Madrid hace unas semanas y sueña con repetir gesta el próximo domingo a las 21:00. El ya adonis y fastuoso Mestalla se vestirá con sus mejores paños y mudas para recibir a su equipo y poder ayudarlo a conseguir la victoria. Un premio que devolvería de golpe la pizca de ilusión que ha quedado por el camino tras los tropiezos ante el Athletic y Levante. Ya está todo preparado para disfrutar de uno de los partidos del año, de uno de los grandes clásicos de nuestra Liga. Solo falta que los blanquinegros pongan la música para que su gente vuelva a bailar en la grada. Da igual el género que utilicen. Es sabido que Mestalla cabriolea y trenza cumbia, bachata, rock o David Bisbal. Si los de Nuno consiguen la victoria será un regocijo maravilloso. Tots a Mestalla.
