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Una sirena sin agua

Para nosotros, lo más importante es que nuestros deportistas no pueden entrenar y, de celebrarse los Juegos, irían en desigualdad de condiciones”. Son las palabras de un Alejandro Blanco bastante preocupado. El presidente del Comité Olímpico Español, que ha respetado en más de una ocasión las decisiones tomadas por el COI y el organismo organizador de Tokyo 2020, y que nunca se ha pronunciado en contra de la suspensión o aplazamiento de los Juegos, habló por primera vez en nombre de los deportistas españoles, de muchos que no pueden entrenar por culpa del coronavirus… y el real decreto promulgado por el Gobierno.

A falta de cuatro meses, son muchos los torneos clasificatorios que no se podrán disputar, pero sobre todo son los propios deportistas, clasificados o no, quienes sufren las mayores consecuencias de este aislamiento. Revela el NY Times en un sensacional estudio que los 15 países más afectados por la pandemia llevaron alrededor de 4000 atletas a Río 2016, un 36% del total. España figura en el cuarto lugar en el ránking y espera contar en Tokyo con una delegación de más de 300 representantes. La peculiaridad de nuestro país es que, mientras que en el resto los deportistas tienen un plan específico para poder entrenar en condiciones, aquí quedan confinados en casa y sin posibilidad de maniobra.

Resulta paradójico que la mayor perjudicada sea la deportista con más medallas de la historia de España y la gran líder de la delegación femenina de cara a Tokyo. Confinada en su edificio de Badalona, Mireia Belmonte tiene que conformarse con subir y bajar escaleras para, al menos, mantenerse en forma. No tengo gimnasio en casa, mucho menos piscina. En mi deporte, el feeling con el agua es fundamental, si no te lanzas a la piscina cada día pierdes todo”, cuenta la nadadora en declaraciones a Mundo Deportivo. “Lo primero es la salud, por supuesto, lo principal es superar como país este gran problema, pero sólo pido disponer de una piscina para poder entrenarme”.

Mireia pone el ejemplo de Italia, el segundo país del mundo con más casos y actual epicentro de la pandemia. Allí, las instalaciones deportivas se pueden usar, a puerta cerrada, solo para los entrenamientos de atletas, profesionales y no profesionales, considerados de interés nacional por el CONI (Comité Olímpico Italiano) y sus respectivas federaciones en vista de su participación en los Juegos Olímpicos. Algo que el decreto español no contempla y que está frustrando a la catalana. Si Italia, que está peor que nosotros, ha encontrado una solución para que los deportistas puedan entrenar, creo que nuestro país no es menos y puede buscar soluciones iguales o mejores«, dijo en Cadena Ser.

Mireia Belmonte cuenta con cuatro medallas olímpicas en su palmarés (un oro, dos platas y un bronce) y a sus 29 años sabe que Tokyo 2020 pueden ser sus últimos Juegos. 2018 fue un año muy difícil, con ausencias en los Europeos de Glasgow y los Mundiales de piscina corta de Hangzhou por problemas físicos. Estuvo tres meses fuera de la piscina por las lesiones y apareció la necesidad de ‘reseteo’, lo que la llevó a aislarse en los Pirineos. En 2019, ya recuperada, llegó muy justa de preparación al Mundial de Gwangju, donde firmó resultados muy por debajo de las expectativas en un torneo aciago para la natación española.

Solo una ilusión ha podido sacar a Belmonte de esa espiral negativa y no es otra que los Juegos Olímpicos de Tokyo. Un año para resarcirse, para demostrar que las lesiones no pueden con ella y que su mentalidad está centrada en lograr la quinta medalla, convirtiéndose así en la deportista española con más preseas, igualando a David Cal. Su pretensión pasa incluso por ser la abanderada, una opción cada vez más factible después de que el COI recomendara parejas mixtas para representar a cada país en la ceremonia de apertura.

Sin embargo, la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus, unido al confinamiento en su hogar, pone en peligro sus sueños. «Sólo necesito una piscina, donde sea. En Tarragona, en Girona, donde sea. No me importa estar sola, separarme de mi familia y entrenar sola. Sólo necesito no perder los últimos cuatro años de mi vida, cuenta una Mireia que se ahoga fuera del agua cual sirena.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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