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Un tiburón, nueve segundos interminables y tres títulos mundiales

El Campeonato Mundial de Surf (WSL) arranca este mismo fin de semana. Defiende corona Gabriel Medina, el brasileño que ha logrado ser dos veces campeón internacional. No estará ya Mick Fanning, retirado, pero la inauguración del torneo 2019 es un gran momento para recordar la figura del australiano. Y es que es injustísimo que a uno de los mejores surfers de la historia se le acabe reconociendo por aquel hecho que casi le cuesta la vida hace cuatro años. Mick Fanning, tres veces campeón del mundo y ya retirado, fuera del mundo de las olas de manera profesional, se ha convertido en un mito por aquella fatídica mañana en la Bahía de Jeffreys, cuando sobrevivió al bravío de la naturaleza y pudo escapar de las mandíbulas de un tiburón blanco.

Mick Fanning nació en Australia, en una familia humilde con pocos recursos. Era el menor de cinco hermanos, y pronto se quedaron huérfanos de padre, pues cuando Mick cumplió los tres años, sus padres se divorciaron y los hijos se fueron a vivir con su madre a cientos de kilómetros de donde residían. Su vida se convirtió en una competición desde bien pronto, pues no era fácil aceptar las migajas que dejaban los cuatro hermanos mayores. “Era una lucha constante, competíamos por todo, ya fuera comida o juguetes, cualquier cosa”. Superdotado para los deportes, Fanning destacaba en rugby y cricket a partes iguales. También en fútbol. Pero a él lo que le apasionaba era coger olas junto a su hermano mayor Sean.

Por eso, cuando cumplió 13 años, se marcó un objetivo: ser surfista profesional. Se pasaba horas enfrente del televisor viendo los trucos que hacían algunos de sus ídolos y se le metió entre ceja y ceja hasta el punto que una mañana se levantó y puso un cartel en la pared de su habitación con las cinco metas que quería alcanzar en vida: Ganar el Pro Junior; Ganar un evento QS; Participar en el Campeonato Mundial WTC (ahora WSL), Ganar una prueba del WTC; Ser campeón del mundo del WTC.

Su hermano Sean, que ya era reconocido como una pequeña estrella local, se abrazó a esa idea, le copió los objetivos y ambos se prometieron que un día estarían cogiendo olas luchando por un título mundial. “Mi hermano era mi héroe”, admite Mick. En pasado, porque una noche, cuando Sean tenía 20 años, perdió la vida en un accidente de tráfico. Habían estado en una fiesta juntos. Mick decidió volver a casa andando, pero Sean se marchó en coche con unos amigos y nunca volvió. A Mick se le cayó el mundo a los pies, estuvo una semana entera sin salir de su cuarto, pero acabó convirtiendo toda esa rabia en la energía positiva necesaria para triunfar. Lo tenía muy claro, haría todo lo que se había propuesto, y lo haría por Sean.

Su crecimiento iba viento en popa. Comenzó a competir en el Pro Junior a los 16 años, tachando así el primer objetivo de su carrera y logrando centrar los focos en él. Las marcas se peleaban por aquel chico rubio de ojos azules que parecía en comunión con el mar. Como estrella local en ciernes, en 2001 y con solo 19 años, recibió una Wild Card para participar en la prueba del Campeonato Mundial de WSL en Bells. La ganó ante Danny Wills, aquel que había sido ídolo de su infancia, ese cuyos vídeos había visto una y mil veces y había intentado imitar. “Fue algo surrealista. Debutar como invitado y ganar a Danny”. Obviamente, el trofeo fue dedicado a su hermano Sean.

Fanning se había saltado algún paso en su lista de objetivos, engullendo el éxito de un talento precoz inusual. Pero volvió sobre sus pasos, ganó el Pro Junior e hizo lo propio en el QS, consiguiendo también un ticket para participar en el campeonato del mundo de manera completa, viajando por todo el mundo para surfear. Ahí se enfrentó a Kelly Slater, su némesis, aquel que le martirizó durante años, ese que le parecía imposible de batir; y al fallecido Andy Irons, otro talento de la naturaleza. Admite Fanning que Slater le tuvo en vela muchas noches, ideando en su cabeza algún plan para poder vencerle. Pero Irons, en cambio, fue el único surfista de todo el circuito al que nunca se logró imponer ni siquiera en una manga. “Cuando pensaba que lo tenía hecho, siempre me destrozaba”. En el circuito también convivió con Joel Parkinson, su mejor amigo de la infancia, a quien conoce desde los 13 años y con quien hoy tiene una empresa innovadora, que mezcla el textil de una marca deportiva y un bar con cerveza artesanal propia. Una locura.

Quinto, Cuarto… Fanning progresaba poco a poco en su clasificación mundial al final de año. “Estaba en la lucha por el título, pero me faltaba algo que no sabía qué era. Matemáticamente tenía opciones, pero sabía que no podía competir”. Una grave lesión le hizo cerrar el gap, limar las diferencias y dedicar su vida a ser un auténtico profesional. Durante la rehabilitación empezó a conocer su cuerpo, entendió la importancia de la comida saludable y de mantenerse en forma. Y en 2007, con solo 26 años, Mick Fanning tachó de la lista de su habitación el último de los objetivos. Se convirtió en Campeón del Mundo. Lo hizo en el evento en Brasil, cuando su rival, Taj Borrow, perdió en los cuartos de final y no pudo alcanzar los puntos necesarios para seguir en liza.

Automáticamente después de esa manga, Fanning se lanzó al agua para competir contra, curiosamente, su inseparable amigo Parkinson. “Fue maravilloso. Acababa de ganar el título y ahí estaba, compartiéndolo con Parko”. En ese momento, además, un delfín se puso a surfear a su lado (algo que se puede ver en varias playas) y dejó una imagen preciosa. “Supe que era el espíritu de mi hermano Sean. Sentí su alma allí conmigo”. Dos años después, en 2009, le llegó un momento de estrés máximo. Joel Parkinson y él se jugaron el título hasta la última prueba. Hasta entonces habían disputado mangas, se habían peleado en la clasificación por ver quién quedaba tercero o cuarto, pero nunca por el título Mundial. Parko ya había sido subcampeón un par de ocasiones, pero aún no había logrado la corona (la conseguiría en 2012) y Fanning sentía que una relación de más de 20 años se estaba desgastando entonces. Sobre todo, después de ganar su segundo entorchado. “No estaba feliz. Había ganado el título, pero hay cosas más importantes”.

Por eso, en 2013, en una nueva pugna de Fanning por el título, el escenario era perfecto para disfrutar al máximo un posible campeonato. El año anterior Parkinson ya había logrado el campeonato, lo que quitaba un peso de encima a ambos. Mick llegó a la última prueba como líder, pero amenazado por un Kelly Slater en muy buena forma, 11 veces ganador del Mundial. Pero Fanning aguantó los empujes de Slater y logró los puntos necesarios para salir campeón por tercera vez en uno de los campeonatos más ajustados de los últimos tiempos.

En 2014 quedó subcampeón, solo por detrás de una promesa en ciernes como Gabriel Medina y en 2015 tuvo lugar el año más controvertido de su carrera y por lo que pasó a la historia del deporte. Por ese momento de angustia que abrió los telediarios de medio mundo. Estaba en Sudáfrica, en J-Bays, un lugar conocido por la gran afluencia de tiburones. Estaba disputando la manga final contra Julian Wilson, esperando una buena ola cuando a sus espaldas una aleta gigante apareció. El evento, que estaba siendo retransmitido por medio mundo en directo, dejó a los espectadores en shock. Porque a Fanning, de espaldas sin saber que un tiburón blanco le estaba acechando y atacando, se le vio patalaear, tirarse de la tabla y nada más. Una ola gigantesca nos privó de una nueva imagen hasta pasados nueve segundos que se hicieron horas. “Cuando vi que la ola le pasaba por encima y que no podíamos ver lo que estaba pasando, supe que no iba a volver a ver a mi hijo nunca más”, admitió su madre.

Pero cuando la visibilidad volvió, ahí estaba Fanning, con la tabla lejos, pidiendo ayuda de manera desesperada. El tiburón le había atacado, pero él se había zafado. Solo le había roto el leash (la cuerda que engancha la tabla al tobillo). “Me sentí muy vulnerable. Pasó todo muy rápido. Pensaba que algo se me había enganchado, pero rápido noté mucha fuerza tirando de mí y supe que no era normal. Me di la vuelta y lo vi. Traté de poner la tabla entre su mandíbula y yo. Cuando esa ola grande pasó y nadie podía ver nada, yo traté de alejarme, pero me di cuenta que era mucho más rápido que yo. El instinto me dijo que solo podía luchar. El tiburón volvió, puse la tabla como escudo y entonces lo golpeé”. A Fanning lo rescataron, la prueba se quedó en empate y él dejó de ganar unos puntos que al final le habrían dado el título.

Porque Fanning llegó a la última prueba como líder, pero con muy poca ventaja sobre Adriano de Souza. Había meditado durante mucho tiempo retirarse a final de un año en el que había pasado por mucho estrés. Volver a luchar por el título a los 34 años, el ataque del tiburón que le hizo el foco de todas las miradas, una relación con su mujer que cada vez iba peor… Estaba totalmente desgastado.

Horas antes de que comenzara el día decisivo por el título, alguien llamó a su puerta de madrugada. Era su madre, llorera incontenida. “Tu hermano Pete ha muerto”, le dijo. Pete, el mayor, tenía 43 años cuando le encontraron muerto en su apartamento por causas que apuntaban a una sobredosis. “Solo un mes antes del evento había estado con él. Pete no era abierto, se guardaba muy bien sus sentimientos. Pero aquel día me dijo que no había nada que más ilusión le hiciera que volver a verme campeón del mundo”.

Amigos, familiares y colegas del circuito quisieron evitar que Mick saltara al agua aquel día. El mar estaba bravo y, con la mente puesta en otra cosa, puede suponer un peligro altísimo. “No tienes que hacerlo si no quieres”, le dijeron. Pero él estaba más decidido que nunca. “Pete lo habría querido”. Fanning se echó al agua en una manga de leyendas, teniendo que enfrentarse a Kelly Slater, el mejor surfista de todos los tiempos, y John Florence, el mejor surfista en la actualidad, campeón en 2016 y 2017. Los derrotó a ambos. “Diría que fue el mejor momento de mi carrera. Me sentía muy libre de presión y aunque nadie pensaba que fuera a ganar, lo hice”. En cuartos de final, volvió a enfrentarse a Slater y en semifinales, Gabriel Medina le rompió el sueño al eliminarle. Adriano de Souza pasó a la final y acabó ganando el título, sacando los puntos necesarios para batir al australiano.

En 2016 se tomó un respiro y solo compitió en cinco de las 11 pruebas del Campeonato. Aprovechó el tiempo libre para viajar, conocer lugares nuevos y nutrirse de toda esa naturaleza que le hacía falta vivir. Pero el hecho de acudir a J-Bays (donde le había atacado el tiburón) y ganar la prueba ante el que iba a ser campeón ese año (y el siguiente), John Florence, le hizo meditar su retirada. “No quería irme demasiado pronto y arrepentirme”. Por eso, firmó en 2017 para hacer el Campeonato entero. Aunque se lo iba a tomar de una manera mucho más llevadera. “Vi hacer movimientos a Medina, Wright y Florence que nosotros los más veteranos no podíamos hacer ni habíamos hecho nunca”. Se dio cuenta de que el surf había evolucionado, de que su tiempo había pasado y al final de 2017 decidió dejarlo de manera definitiva.

Mick Fanning ha competido como invitado en varias pruebas en este 2018. Sigue surfeando, pero ahora para divertirse, para descubrir nuevos mundo. Admite tener miedo en esta nueva vida que va a empezar. “Es una experiencia, como cuando en 2001 recibí aquella Wild Card para competir en el Mundial”. Su historia es la de un hombre que ganó tres títulos mundiales, que fue dos veces subcampeón y que ha sido cuatro veces tercero. La del hermano que vio como sus dos iguales perdían la vida, la del niño que consiguió hacer realidad sus sueños. Es Mick Fanning, el surfista que siempre será recordado por burlar la muerte y sobrevivir al ataque de un tiburón.

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