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Fórmula 1

Un sueño llamado Mónaco

Santa Devota, Beau Rivage, Massenet, Casino, Mirabeau, Loews, Portier, Túnel, Nueva Chicane, Tabac, Louis Chiron, Piscina, La Rascasse y Anthony Noghès. Catorce nombres, dieciocho curvas, una leyenda. Si hay una carrera especial en el calendario de la Fórmula 1 esa es, sin duda, el Gran Premio de Mónaco. Un circuito único y diferente al resto en el que, por reglamento, ni siquiera debería estar permitido correr. La FIA hace una excepción anual en sus normas para poder seguir manteniendo en el calendario un trazado peligroso y espectacular en el que solo unos milímetros separan el éxito del fracaso. Una prueba tan atípica que los libres se disputan el jueves porque el viernes acostumbraba a hacer un mercadillo por las calles de Mónaco. Un circuito único, capaz de atraer la atención de millones de espectadores, de medio mundo parado frente a su televisor, esperando a que pase algo en una pista donde intentar adelantar una vez es una temeridad y hacerlo dos veces un suicidio.

El sueño de hacer un circuito urbano por las calles de la ciudad más glamurosa del continente fue una idea originaria de Anthony Noghès, presidente del club de automovilismo monegasco durante trece años. En 1929 se disputó el primer Gran Premio de Mónaco, ganado por William Grover con un Bugatti, incluso antes de la existencia de la propia Fórmula 1. Fue el 21 de mayo de 1950, con el primer campeonato de la historia de la Fórmula 1 tal y como la conocemos ya en marcha, cuando se disputó el primer Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. El ganador fue Fangio, con Alfa Romeo, seguido de Ascari y Chiron. Ese día una ola inundó la pista por la zona de Tabac, dejando fuera de carrera hasta a nueve coches.

El propio Alberto Ascari, unos años después, volvería a probar las aguas mediterráneas que bañan las costas de Mónaco. Pero esta vez fue él quien saltó al mar bordo de su Lancia tras un accidente. Afortunadamente el bicampeón del mundo pudo ser rescatado a tiempo, sano y salvo, pero, ironías de la vida, acabaría falleciendo solo cuatro días después en un accidente en Monza. Pese a su obvia peligrosidad, el circuito de Mónaco es uno de los clásicos que menos vidas se ha cobrado en la historia de la Fórmula 1. Solo el joven italiano Lorenzo Bandini, a bordo de un Ferrari, perdió la vida en la edición de 1967. Su coche se estrelló a la salida del túnel y comenzó a arder, haciendo imposible el rescate del piloto transalpino cuyo nombre acompaña ahora al premio a piloto más prometedor de cada temporada.

 

La dureza de la prueba del Principado la conoció mejor que nadie Jack Brabham, quien en la edición de 1970 perdió la carrera en la última curva, la Rascasse al irse recto contra las vallas. El tricampeón australiano consiguió reponerse y llegar hasta la meta con el coche dañado, pero a 200 metros de la misma Jochen Rindt le sobrepasó arrebatándole la victoria. Brabham se quedó por poco sin hacer lo que tampoco pudo conseguir Bruce McLaren: ganar el Gran Premio de Mónaco a bordo de su propio coche. Pero si una época refleja mejor que nunca la dureza de Montecarlo esa es los años 80, especialmente las carreras de 1982 y 1984.

La primera de ellas porque solamente un coche, el de Ricardo Patrese, fue capaz de cruzar la línea de meta, adjudicándose en buena lógica la victoria. Las últimas tres vueltas fueron una auténtica locura en la que hasta cuatro pilotos desfilaron por la primera plaza, perdiéndola todos por accidentes (Prost y Daly) o averías (Pironi o De Cesaris). Finalmente fue Patrese, quien vueltas antes también había perdido el liderato por un trompo, el único en cruzar la línea de meta y apuntar su nombre entre los grandes triunfadores del Principado. Algo parecido sucedió en 1996, cuando solo cuatro coches cruzaron la meta y fue Olivier Panis quien anotó su primera y última victoria en la Fórmula 1, cerrando además la mayor remontada para ganar de la historia de Mónaco.

Pero la carrera de todas las carreras fue la que se disputó bajo el diluvio en 1984. Con la pista empapada, no pocos fueron los pilotos experimentados que acabaron contra los muros a las primeras de cambio. Primero fueron Mansell y Lauda, luego se unieron Piquet, Warwick o Tambay. La carrera la dominaba Prost, pero cuando nadie lo esperaba surgió un talento imprevisto, un piloto semidesconocido que estaba volando en la pista, Ayrton Senna. A bordo de un Toleman, el brasileño comenzó a recortar gradualmente la distancia que le separaba de Prost, hasta reducirla al mínimo. Ante tal situación, el piloto francés comenzó a protestar ostensiblemente por la mala situación del asfalto, lo que culminó con bandera roja cuando ya Senna lo tenía atrapado. Quién sabe si aquello nos privó del primer triunfo de una de las grandes leyendas de la Fórmula 1, o si incluso impidió el surgimiento de otra en Stefan Bellof, el joven alemán que venía tercero rodando aún más rápido que Senna.

 

Lo cierto es que nadie puede decir que Ayrton Senna se quedase con ganas de ganar en Mónaco. Todo lo contrario, el Principado era su jardín de atrás, donde se divertía, el sitio en el que su pilotaje fluía con menos filtros. Ganó seis veces en Mónaco, cinco de ellas consecutivas. Solo un error en 1988, en uno de sus días más amargos, impidió que la racha se elevase a siete. Ese día Ayrton se estrelló entrando al túnel cuando lideraba con una amplísima ventaja. Ese día Senna estaba siendo tan grande que hasta a él mismo le desconcentró. Quien sabe a cuantos años se hubiese elevado la racha de victorias de Senna en Mónaco si aquel fatídico Imola’94 no la hubiese cortado en seco.

El otro gran triunfador de la historia del circuito es Graham Hill, vencedor en cinco ocasiones y apodado ‘Míster Mónaco’ en la década de los 60, cuando la victoria suya en el Principado se asumía como un hecho incluso antes de correr. Sin embargo, pese a que su hijo Damon también llegó a ser campeón del mundo, el honor de ser los únicos padre e hijo en haber ganado en Mónaco se lo reservan los Rosberg. Keke ganó la edición de 1983 a bordo de un Williams, y su hijo Nico ha ganado las de 2013 y 2014 con su Mercedes. De hecho, en caso de que Rosberg hijo vuelva a ganar este año será el cuarto en conseguir vencer tres Grandes Premios de Mónaco consecutivos, tras Hill, Prost y Senna. Otros grandes triunfadores de la historia de este circuito son Alain Prost (cuatro victorias), Michael Schumacher (cinco victorias) y Maurice Trintignant (dos victorias, las única de su carrera).

Fernando Alonso también tiene motivo para presumir. Es el único piloto de toda la historia en ganar dos veces consecutivas la carrera de Mónaco y hacerlo con dos coches diferentes, tras conseguirlo con Renault en 2006 y McLaren en 2007. También ostenta la mayor remontada de la historia del circuito, la que firmó en 2010 adelantando 18 posiciones, desde la última plaza de la parrilla hasta la sexta posición final. El reto de ser el primer piloto en ganar aquí con tres equipos diferentes tendrá que esperar de momento. El resto de españoles no ha tenido tanta suerte en Mónaco, ya que ninguno ha conseguido puntuar hasta la fecha, y solo Alguersuari y De la Rosa han terminado alguna vez. Este año Roberto Merhi y sobre todo Carlos Sainz lucharán por ser el segundo hispano en sumarse a la lista.

 

La actual parrilla está plagada de pilotos que han podido saborear la gloria monegasca, ya sea en Fórmula 1 o en categorías inferiores. En la máxima disciplina, además de los mencionados Rosberg y Alonso, también Vettel (2011), Button (2009) Hamilton (2008) y Raikkonen (2005) saben lo que es subir a lo más alto del podio de Mónaco. Pero también otros lo consiguieron. Pastor Maldonado siempre fue muy veloz entre los muros del Principado, ganando en GP2 en 2007 y 2009 y en World Series en 2006. También en 2009, en la carrera larga, Romain Grosjean saboreó las mieles de la victoria en GP2, y un año más tarde lo conseguiría Sergio Pérez. Por último, Ricciardo es el otro de los triunfadores en Mónaco. Lo consiguió en World Series en dos temporadas consecutivas, la 2010 y la 2011, cuando terminaría debutando en Fórmula 1 a los mandos del HRT.

Este domingo veremos si alguien más puede inscribir su nombre entre los más grandes de la historia de este circuito, o si la vieja guardia, los que tantos triunfos han cosechado arrimándose a los muros monegascos, sigue haciéndose valer una temporada más. Lo que es seguro es que expectación, un año más, no le va a faltar a la carrera más famosa y emocionante de la Fórmula 1. Solo nos faltará un piloto, Jules Bianchi, el que siempre nos acompaña, que aquí la temporada pasada consiguió la machada de puntuar a bordo de un Marussia. Ojalá que esta carrera sea, al menos, tan emocionante como aquella. Hacedlo por él, hacedlo por Jules.

Montijo, 1991. Periodista. Extremeño y culé que pasa la vida en tierra hostil. La Fórmula 1 no es un deporte, ni falta que hace. Messi es un perro.

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