Armand Duplantis es el hombre de moda en el atletismo
mundial. Ídolo de la pista cubierta en este inicio de 2020, ha logrado en
apenas unos días batir dos veces el récord mundial de salto con pértiga situándolo
en 6’18 metros. Lo ha hecho en el marco de los World Indoor Tour. En Torun
(Polonia), puso el listón en 6’17 metros, conquistando así la mayor altura
lograda jamás y superando en un centímetro al plusmarquista Renaud
Lavillenie. Una semana más tarde, en Glasgow, arañó un centímetro más
(6’18m) y en Lievin (Francia) la semana pasada se quedó a las puertas de una
nueva mejor cifra, igual que le sucedió el domingo en Clermont, en el marco de
la prueba que organiza el atleta galo. Centímetro a centímetro, como ya
hicieran Isinbayeva y Bubka, el pertiguista consigue atraer los focos del
mundo en cada meeting, atrae patrocinadores y gana un mejor monto económico por
cada salto exitoso. 30.000 euros cada nuevo que ha sellado. Es el gran reclamo.
Si hay una disciplina envidiable en el atletismo mundial,
esa es sin duda la del salto de pértiga. Hermanados, en la actualidad,
los atletas no solo suelen entrenar juntos (otros muchos deportistas también lo
hacen), pero es en la competición donde destaca su naturalidad, su deportividad
y el buen ambiente que se respira. Ya se ha hecho costumbre ver cómo
entre ellos se ayudan a colocarse el dorsal al que no llegan en el reverso,
cómo celebran las medallas con una coreografía conjunta y cómo se animan y
celebran de corazón cuando otro de ellos acaba con un salto exitoso, aunque eso
concluya con el animador por detrás del animado en la clasificación de la
prueba o con un recordman entregándole el testigo a otro. Una gran
familia.
Y en esas se ha criado Armand Duplantis, a quien todo el
mundo llama Mondo por lo que resulta fonéticamente de unir la última
sílaba de su nombre con la primera de su apellido (curiosamente, es el nombre
de la empresa fabricante más famosa de material de pavimento polideportivo,
entre las que están las pértigas). En una competición donde brillan nombres
como el de Piotr Lisek, Sam Kendricks, Thiago Braz o el de los hermanos Renaud
y Valentin Lavillenie, el que se ha colado y destapado por encima del resto
ha sido Duplantis, el más joven de la camada y a quien nadie parece situar un
techo aún. El miércoles pasado, en Francia, no pudo pasar el 6’19 metros por
apenas pequeños ajustes de colocación a la hora de pasar un listón en unas
tentativas en las que llegó a tener su centro de gravedad, según dicen los
expertos, casi en el 6’50m.
Duplantis, de 20 años, nació en Estados Unidos, donde ha
vivido toda su vida, aunque compite bajo el paraguas de Suecia, país
donde nació su madre. Una decisión que nadie entendió muy bien en su día y que
tiene quizás su explicación más lógica en que siendo seleccionable por el país
nórdico se evitaría los tediosos Trials norteamericanos que dan
acceso tanto a Juegos Olímpicos como Mundiales y que, debido a su exigencia y a
su alto nivel, en ocasiones han acabado con verdaderos candidatos a medallas
fuera de los eventos.
Ha heredado el talento y el gen competitivo de toda una
familia realmente atlética y polideportiva. Su padre Greg Duplantis llegó a
saltar 5’80 metros en la misma disciplina que su hijo, mientras que su
madre alternó el heptatlón con el voleibol. Mondo tiene dos hermanos,
Andreas, que representó también a Suecia como pertiguista en campeonatos
juveniles y Antoine, que dejó la pértiga para dedicarse al béisbol.
La de Duplantis ha sido toda una vida de récords. En
su joven currículum figura la medalla de plata que cosechó el pasado año en el
Mundial de Doha, así como la de oro que ganó en el Europeo de Berlín en 2018.
En categoría juvenil no ha dejado títere con cabeza, ganando dos veces el
Mundial Sub20, una vez el Mundial Sub18 y otra vez el Campeonato de Europa
Sub20. Pero lo de Duplantis, más allá de la sensación que produce la facilidad
de salto de un joven que todavía está por hacer, no es flor de un día ni una
situación imprevisible. Nada más lejos de la realidad, el sueco lleva desde
los siete años rompiendo récords y lo que está haciendo hoy es solo la
confirmación del talento precoz de un extraterrestre.
Muy activo en las redes sociales, hace apenas un mes
compartió en ellas cómo entrenaba con Renaud Lavillenie en el patio de la casa
del galo, que tiene una colchoneta para sus entrenamientos donde ha perfeccionado
su técnica. Solo unos días después, Mondo superó a su maestro, que le
enseñó el sitio donde se inspiró para batir el récord de Bubka que estuvo
vigente más de 20 años y que entonces parecía inalcanzable. Posiblemente, el
francés supo aquel día que su marca como el mejor de la historia peligraba.
En el horizonte están los Juegos Olímpicos de Tokio.
Serán sus primeros, donde es claro candidato a medalla y posiblemente a medida
que se vaya acercando la fecha sea indiscutible al oro. Al aire libre,
Duplantis tiene un registro de 6’05 metros, una marca que le habría dado la
primera plaza en los JJOO de Río hace cuatro años y que le habría valido para
ganar cualquier competición al aire libre. Mucho más allá, la carrera de un
chico cuyo límite aún se desconoce. Aún le quedan entrenamientos,
perfección y mucho por mejorar en un deporte en el que se suele llegar al
mejor momento de forma con unos cuantos años más. Bubka logró su mejor
salto con 29 años, Lavillenie con 28 y Lisek y Kendricks con 25. Duplantis
llegará a Japón teniendo 20. Entrenadores y especialistas españoles coinciden
en que sus mejores días deberían llegar con 26 primaveras.
Pero si Duplantis es el hombre de moda, su pareja de
baile tiene que ser Yulimar Rojas. La venezolana reventó Madrid el
viernes en un evento en el que batió el récord del mundo de triple salto.
Y eso que parecía que la prueba, a última hora, se quedaba algo descafeinada,
pues de ella se bajó su compañera de entrenamientos, atleta favorita de la
grada y quizás su mayor rival, Ana Peleteiro por unos problemas físicos.
Ese vacío lo quiso llenar, y vaya si lo hizo, la
plusmarquista venezolana. Su comunión con la afición no encuentra nunca el
desencuentro. Da igual a qué parte del mundo vaya, que la espigada
triplista (supera el 1’92 metros de altura) siempre recibe el calor de una
grada a la que ya lleva en el bolsillo. Esto se multiplica siempre en España,
quizás porque ya lleva años entrenando en el país, y también porque el
polideportivo Gallur el pasado viernes estuvo repleto de venezolanos que fueron
a animarla.
Se rumiaba en el ambiente que el récord del mundo indoor
caería pronto. Hasta entonces en poder de la rusa Lebedeva (15’36m).
Iván Pedroso, su entrenador, contaba entre bambalinas que su pupila estaba muy
bien, sin querer afirmar nada, pero dejando a quien quisiera entender bien que
la hazaña era posible. La caraqueña fue de menos a más, alternando algún salto
nulo y haciendo rugir el polideportivo con un 15’29 metros en el cuarto intento
que pareció ser más lejano.
Fue en el sexto, justo lo que no quería Pedroso.
La veía nerviosa, casi estresada, y quería que le saliera un buen salto a la
primera. “Es que salta 15 metros calentando”, se exageraba en zona mixta
antes de dar comienzo el evento para poner un poco de manifiesto su diferencia
con el resto de las contendientes. Yulimar, que fue plata en Río con solo 20
años, que es doble campeona del mundo, no dejó nada en su último salto. Era
el definitivo, a todo o nada. Y voló hasta los 15’43 metros. Sin
medición oficial, corrió por la pista y se dio golpes de autoría en el pecho,
porque ella ya sabía lo que había hecho.
Fue el segundo mejor salto de todos los tiempos, dejó
a Lebedeva atrás en pista cubierta e incluso amenazó el 15’50 metros al aire
libre de Inessa Kravets, que data de hace 25 años y que Pedroso cree, no
llegará a los 26. Porque Yulimar está par más. Ella cree que superará los 16
metros. Su técnico no lo niega y la sensación que dejó en Madrid es de
poderío y capacidades totales para ello, porque su salto de récord no fue
todo lo limpio que podía haber sido. Un pequeño recorte en la zancada al
afrontar la tabla le hizo perder, seguro, unos centímetros finales que habrían
sido preciosos para haber saltado la mayor longitud de siempre. La atleta creía
que podría haberlo hecho en menos de un mes en China, pero el Mundial de
Pista Cubierta no se celebrará por el coronavirus, y ha sido aplazado de
momento hasta 2021.
Así, su objetivo de la temporada es Tokio, donde buscará su
primer oro olímpico. No parece tener rival para ello, toda vez que la
colombiana Ibargüen llegará a la cita con 36 años y la kazaja Rypakova con 35,
sus mejores días ya han pasado. Su máximo rival es ella misma. Su objetivo, la
historia.