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Temporada alta en Canarias

Es 1 de octubre y se abre la veda. Los aeropuertos canarios se engalanan mientras los comercios de hostelería y restauración despliegan su mayor sonrisa, presta para exclamar «bienvenido» hasta en siete idiomas diferentes. Carmelo -uno imaginario, que nadie se me dé por aludido- repite una y otra vez delante del espejo “Willkommen”, esforzándose en perfeccionar una dicción impostada mientras trata de que su acento canario (canarión para el de islas vecinas) no distorsione el mensaje que pretende hacer llegar a los futuros pasajeros de su taxi. El archipiélago está lleno de políglotas capaces de entenderse con el turista de la patria más recóndita, pero en su trabajo esto no es requisito ineludible, tan sólo un guiño al que viene de fuera. Empieza la temporada alta.

Como si de un preludio de ello se tratase, el comienzo de temporada en las dos entidades deportivas de mayor tirón de Gran Canaria ha rozado altitudes impensables hace no tanto. El amarillo está de moda.

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De cuando un título menor es gigante para unos. El C.B.Gran Canaria llegaba a la Supercopa con una formidable racha de victorias -muchas de ellas bastante holgadas- como tarjeta de presentación. Muy meritorio, pero de poco valor cuando tus rivales en un torneo son el Barcelona, el Madrid y el Baskonia. Tres gigantes a los que en los últimos años se les había llegado a mirar a los ojos, pero que a la hora de los títulos se antojaban incontenibles. Conviene recordar que en los últimos 6 años, Real Madrid y Barcelona se habían repartido la totalidad de los títulos ACB. Pero el que insiste suele obtener la recompensa, y el Granca llevaba muchas temporadas tocando a la puerta del éxito sin obtener premio en forma de trofeos. Esta temporada, que en verano se vaticinaba complicada tras la salida de gente como Pangos, Omic o Seeley y –sobre todo- por la alargada sombra del mito Aíto, fue la vencida. Victoria en semis ante el Baskonia y sorprendente -más si cabe por la holgura- triunfo en la final ante el nuevo y flamante Barcelona de Bartzokas y Rice.

Y es que en Gran Canaria tenemos licencia para soñar por la trayectoria (2 finales y una semifinal europea en las dos temporadas anteriores) y por la confección de la plantilla 16-17. Nunca el Granca tuvo tantos recursos ni un roster tan profundo. Nunca fichamos a una estrella del brillo de Bo McCalebb, que desde que ha llegado ha tomado el timón con la solvencia con la que sólo lo hacen los genios. Este título convierte un jamás en un una vez. Está por ver si los chicos de Casimiro son capaces de seguir rompiendo barreras. Empiezan grabando su nombre en la historia de club con letras de oro.

De cuando el espíritu indomable espolea al menos esperado. No fue el encuentro ante el Real Madrid el mejor partido de la Unión Deportiva de Setién, de hecho está muy lejos de serlo. Si lo comparamos con el enfrentamiento en Gran Canaria de la temporada pasada, probablemente en aquel los méritos de los amarillos fueran mayores, hasta el punto de merecer la victoria. Pero se perdió. Aquel día, la pegada madridista y su legendaria capacidad para noquear a sus rivales cuando el partido agoniza privó a los canariones de la sorpresa soñada.

Este pasado Sábado las tornas se cambiaron, qué travieso es el azar. El Madrid, que en la primera parte se encontró un duelo equilibrado, desplegó todo su arsenal en una segunda mitad de vértigo, en la que el terreno pareció virarse hacia la portería amarilla. No remató un triunfo que tuvo de cara y que se le acabaría escapando de las manos. Esta vez los que creyeron hasta el final fueron Tana, Vicente y Araujo. Entre los tres tejieron una jugada que terminó con la pelota entrando en la portería de Casilla a trompicones, como con suspense. Era el gol de la fe, el que premiaba a un equipo que venía de caer estrepitosamente en Anoeta y quería reconciliarse con su gente. Y vaya si lo logró.

Terminó la jornada con Las Palmas en el 7º puesto, con 10 puntos que saben a gloria visto el objetivo. 10 puntos que pudieron –debieron- ser 13 de no haber ocurrido el cataclismo que tuvo lugar en Sevilla, uno de esos días en los que los colegiados te quitan y que saben tan distinto a aquellos –que también los hay- en los que te dan.

Concluyo con un par de comentarios. Primero, remarcar el orgullo que supone a la gente de las islas ver a Las Palmas compitiendo con el Madrid con ocho canarios en el once. Sólo Varas, Macedo y Livaja no eran producto de la fábrica grancanaria. Remarcable en los tiempos que corren.
Por otro lado, destacar la importancia de Bigas y Lemos en este equipo. Con ellos dos la salida por dentro es más limpia y no recae casi exclusivamente en Roque Mesa, lo que hace más difícil para el rival ejercer con éxito la presión en fase defensiva.

Gran Canaria fue este fin de semana The place to be. Apuesto a que volverá a serlo.

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