Rafa Fleming | En una época en la que el balompié nacional padece de bicefalia, gestas como el Atlético de Madrid campeón de liga 2014 o el Athletic de Bilbao con su vigente supercampeonato se hacen aún más destacables si cabe, y es que, desde que David venciera a Goliat, el deporte se ha encargado de recordar que no existe rival pequeño, y mucho menos si su voluntad es grande.
Así mismo, y en igual contexto, Madrid y Barcelona suelen acaparar los focos de atención en el panorama futbolístico español, pero no siempre fue así, y es que Andalucía, tierra que vio nacer el deporte rey en nuestro país, atrajo todas las miradas allá por la mitad de los duros años 30.
El derbi sevillano, primer duelo en la élite
Betis-Sevilla/Sevilla-Betis, sea como fuere y ordenen como gusten, es la rivalidad más fuerte y, por tanto, más bonita del fútbol español. Ambos clubes con más de un siglo de recorrido, se vieron las caras por primera vez de manera oficial una víspera de reyes de 1910 en suelo onubense, con motivo de la primera Copa de Andalucía, partido bronco y disputado que cerraría sin goles y con una fuerte ovación a la salida de los jugadores. Antagonistas a escena, el derbi sevillano había nacido y la rivalidad estaba servida.
En cuanto a los equipos y las aficiones de ese momento, el Sevilla F.C. contaba con más seguidores en la capital hispalense, mientras que el Real Betis era más apoyado por los habitantes del resto de la provincia.
Hasta la fecha que nos ocupa, año 1934, la joven liga española había sido testigo de varios derbis con equipos de la misma ciudad: R. Madrid-Atlético (Madrid), Barça-Europa (Barcelona) y Athletic-Arenas (Bilbao), además de otros duelos comunitarios, sobre todo en el País Vasco. De manera que, con el ascenso del Sevilla FC, la capital andaluza sería la cuarta ciudad en colocar a más de un equipo en la élite del fútbol nacional.
Dicha temporada tendrían lugar dos enfrentamientos ligueros. El primero de ellos, en la sede verdiblanca, se saldó con un empate 2-2, mientras que el segundo, en terreno de Nervión, fue dominado por el que después sería proclamado vencedor del título de liga, el Real Betis Balompié, por un contundente 0-3, por el que sus aficionados entonaron la cantinela “Sevilla qué te ha pasado, que te dabas tanto postín, te han metido 3 a 0 más redondos que un bombín”.
El Real Betis, férreo campeón de liga
Tres años después de convertirse en el primer equipo andaluz en disputar la máxima competición del fútbol español, el 2 de diciembre de 1934 el Real Betis Balompié jugaba el primer partido de una liga que acabaría ganando. Fue en Chamartín ante el poderoso Madrid de Zamora y Sañudo, equipo que acabó en el segundo peldaño de la clasificación a tan solo un punto de distancia del campeón. El partido acabaría 0-1 con gol del bético Rancel, resultado que muestra el férreo juego del que hacía gala el conjunto verdiblanco.
De esta manera, bajo la dirección del irlandés Patrick O’Connel, Don Patricio, el Betis consiguió el único título liguero que posee en sus vitrinas hasta la fecha.
El planteamiento de solidez y fiabilidad desplegado por el equipo le permitió establecer varias marcas nunca vistas hasta entonces en el campeonato. Únicamente perdió 3 partidos (ante Barcelona, Atlético y Valencia) y solo concedió 19 goles en contra por los 34 que recibió el segundo menos goleado (R. Madrid), cifra que valió para que Urquiaga fuera el portero menos batido de la competición. El Betis se mantuvo líder 20 de las 22 jornadas que se disputaban (récord defendido durante una década), y fue el campeón con más puntos (34) de los que ganaron el torneo en el formato de 12 equipos. Aún a día de hoy mantiene el récord de ser la plantilla más corta en lograr ser campeona de liga, con tan solo 15 jugadores.
El último partido de la competición les enfrentaba al Racing de Santander un domingo 28 de Abril, coincidiendo con la última jornada de la Feria de Sevilla. El equipo no defraudó y dominó un partido que se llevaría por un contundente 0-5 con triplete incluido de su goleador Unamuno. La noche en el ferial fue larga para celebrar la victoria del equipo que despertaba ‘todas las simpatías del pueblo’, el broche final a la que sería la gesta más importante de la historia bética.
El estallido de la Guerra Civil un año más tarde haría desaparecer todo signo de fútbol del panorama nacional, y con ello se esfumó el equipo de Don Patricio y los 15 chicos que alzaron el primer título liguero al cielo de la ciudad sevillana, proeza que repetiría una década después su más acérrimo rival, el Sevilla FC.
Sevilla F.C., campeón de Copa
Con el primer trofeo en la ciudad, los vecinos del otro lado del Guadalquivir no iban a ser menos, y además de firmar el mejor comienzo que se había visto en la liga por un recién ascendido, el Sevilla FC tenía sus más altas miras centradas en el torneo del KO, denominado por aquel entonces Copa Presidente de la República.
El formato de copa de 1935 fue innovador en casi todos los aspectos. Primero en incluir rondas previas que excluían la participación de los equipos más fuertes, fue el año de las sorpresas y es que de los cuatro semifinalistas, solo el Sevilla (futuro campeón) pertenecía a la primera división liguera.
No obstante, el camino del equipo de Nervión en la competición fue cuanto menos laborioso al eliminar a Madrid, Atlético y Osasuna de forma consecutiva, llegando a disputar la final contra el Sabadell.
El 30 de junio de 1935, bajo la atenta mirada de 5000 sevillistas desplazados a la capital de España, el Sevilla FC se proclamaría campeón de la copa tras vencer 3-0 al Sabadell en el estadio de Chamartín. Los goles fueron anotados por Campanal I (2) y Bracero, en lo que sería la primera de muchas tardes de gloria del conjunto hispalense en copa, título que repetiría solo cuatro años después.
Este logro supuso el primer título copero, después de 35 ediciones, que se iba para una ciudad lejos del País Vasco, Madrid y Barcelona. De nuevo un éxito del balompié sevillano, que replicaría el Betis en la década de los 70.
Sevilla, ejerciendo de capital, fue de esta forma la primera ciudad en colocar a dos equipos andaluces en la primera línea del fútbol español. Ambos conjuntos siguen regalando tardes de gloria a la afición sevillana, disputándose el reinado de una ciudad dividida por el río Guadalquivir y la pasión de defender unos colores, el verdiblanco y el rojiblanco, entre los que nace en misma proporción el amor y odio que desarrollaría cualquier pareja de hermanos, rivalidad y necesidad que disfrutamos todos los amantes del balompié.
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