_Selección
Sufrir como siempre
Fuera. Luis, vete ya. No son enunciados de los aficionados. Son portadas de algunos medios españoles en la madrugada del 7 de octubre de 2006. La selección española, que hoy se ha acostumbrado a solucionar las fases de clasificación como un inglés con un workbook en la mano, era un desastre. Tras sumar 3 de sus 9 primeros puntos, la empresa de la clasificación se había convertido en una utopía.
Los españoles, solo unos días antes, sufrieron una bochornosa derrota en Irlanda del Norte 3-2. Fue la noche de David Healy, un norirlandés fogueado en el Championship que le metió un hat-trick a Iker Casillas; diligente ante cada balón que le servía el físico y combativo elenco británico. “Gánate las habichuelas”, parecía que le decían con cada balonazo. Y él cumplía. El canterano del Manchester United, sagaz como él solo, cuajó un recuerdo imborrable para los locales a la par que para la roja. El encuentro evidenció a una España que ya no quería a Luis Aragonés. “Quiero seguir”, espetaba el seleccionador en la rueda de prensa posterior. ¿Hasta cuándo?
Aquella selección acomplejada y timorata tenía traumas para dar y tomar. Algunos históricos, otros muy pero que muy presentes. Cada partido exhalaba una situación de presión extrema ante la que poco se podía hacer. En Solna, y tras una dimisión de Aragonés que fue rechazada por la federación, España volvió a sus traumas. En una noche en la que debutó el desaparecido Antonio Puerta, la roja tocó fondo.
Tras un primer acto sin fe ni gracia, los suecos magullaron a los visitantes sin piedad y les mandaron a la península a por Prozac, en depresión. Parecía que nada les iba a poder levantar el ánimo. La desconvocatoria de Raúl y los cambios de idea de su entrenador, que un día quería irse y al otro quedarse, enfrentándose a la prensa, no ayudaban. Aquel 2-0 marcó un punto de inflexión. La roja perdió a finales de año un amistoso ante Rumania (0-1), pero se levantó para ganar 8 de sus siguientes 9 partidos de clasificación, sellando el billete, sorprendentemente, sin muchos sudores fríos. El resto de la narración, como todos saben, es historia.
Fuera. Luis, vete ya. No son enunciados de los aficionados. Son portadas de algunos medios españoles en la madrugada del 7 de octubre de 2006. La selección española, que hoy se ha acostumbrado a solucionar las fases de clasificación como un inglés con un workbook en la mano, era un desastre. Tras sumar 3 de sus 9 primeros puntos, la empresa de la clasificación se había convertido en una utopía.
Los españoles, solo unos días antes, sufrieron una bochornosa derrota en Irlanda del Norte 3-2. Fue la noche de David Healy, un norirlandés fogueado en el Championship que le metió un hat-trick a Iker Casillas; diligente ante cada balón que le servía el físico y combativo elenco británico. “Gánate las habichuelas”, parecía que le decían con cada balonazo. Y él cumplía. El canterano del Manchester United, sagaz como él solo, cuajó un recuerdo imborrable para los locales a la par que para la roja. El encuentro evidenció a una España que ya no quería a Luis Aragonés. “Quiero seguir”, espetaba el seleccionador en la rueda de prensa posterior. ¿Hasta cuándo?
Aquella selección acomplejada y timorata tenía traumas para dar y tomar. Algunos históricos, otros muy pero que muy presentes. Cada partido exhalaba una situación de presión extrema ante la que poco se podía hacer. En Solna, y tras una dimisión de Aragonés que fue rechazada por la federación, España volvió a sus traumas. En una noche en la que debutó el desaparecido Antonio Puerta, la roja tocó fondo.
Tras un primer acto sin fe ni gracia, los suecos magullaron a los visitantes sin piedad y les mandaron a la península a por Prozac, en depresión. Parecía que nada les iba a poder levantar el ánimo. La desconvocatoria de Raúl y los cambios de idea de su entrenador, que un día quería irse y al otro quedarse, enfrentándose a la prensa, no ayudaban. Aquel 2-0 marcó un punto de inflexión. La roja perdió a finales de año un amistoso ante Rumania (0-1), pero se levantó para ganar 8 de sus siguientes 9 partidos de clasificación, sellando el billete, sorprendentemente, sin muchos sudores fríos. El resto de la narración, como todos saben, es historia.