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SIMEONE, LA POSESIÓN Y EL EFECTO KULESHOV

“Estoy
enfermo para ir a trabajar”, “una copa más y me voy” y “lo importante del
fútbol es la posesión” son las tres mentiras más escuchadas de mi vida. Si con
las dos primeras tu credibilidad puede quedar dañada, quien repite
la  última es generalmente respetado como defensor de la estética y
presunta pureza de los valores del fútbol. En cambio para otros, entre los que
nos encontramos, el tópico de la posesión es puro humo, porque la realidad es
que aficionados y periodistas nos rendimos a los resultados y valoramos este
deporte desde una suerte de Efecto Kuleshov, aquel en el que el cineasta ruso
mostraba una misma secuencia del rostro de un actor, intercalado con un plato
de sopa, un ataúd y una niña jugando. La sensación que se percibía era que el
rostro cambiaba de expresión, aunque se tratase siempre de la misma toma. El
efecto en el fútbol es exactamente el mismo: la opinión sobre el juego de un
equipo depende básicamente del resultado. Un mismo encuentro ganado por uno a
cero puede calificarse de “ejercicio de oficio” o “ejercicio de racanería”
dependiendo tan sólo de un penalti errado o de que uno de los disparos haya
variado medio palmo su destino. Las crónicas se cambian en función de que el
balón de una última jugada termine unos centímetros a un lado u otro, sin que
el juego de los restantes 90 minutos haya variado en nada. Y el resto es humo.

Ajeno
a este efecto quedan los defensores a ultranza de la posesión como estilo de
juego, más allá de cualquier resultado. Son los que identifican el fútbol
directo o basado en una férrea defensa con hallazgos primitivos como el
descubrimiento del fuego o la invención de la rueda. El contraataque como algo incestuoso
y las pizarras de entrenadores como Simeone llenas de antecedentes penales. En
esta corriente, dos de los más destacados miembros son Xavi Hernández y Paco
Jémez. Por algún extraño motivo tendemos a creer que un extraordinario jugador
también lo es cuando habla, como si las perlas que con los años han soltado
Maradona, Romario o Cristiano Ronaldo no demostrasen justo lo contrario. Aun
así atendemos cada entrevista a Xavi Hernández tomando notas, como si se
tratase de la conversación entre François Truffaut y Alfred Hitchcock. Paco
Jémez es un entrenador  que considera innegociable su estilo, pero
que si trasladásemos su enfoque a un deporte como el boxeo, pasaría por ser un
púgil valiente que acumula más tiempo tumbado en el ring que conservando la
vertical.

Pero
la madurez es aceptar que existe público para el reggaeton, los kebabs y el
mantra de la posesión. He cumplido ya una edad y no tengo nada que objetar,
cada uno tiene sus gustos. Hasta hay gente que elige ser árbitro. Pero los míos
son muy claros: a  mí me echaron del
Bilardismo por resultadista. Prefiero la victoria de mi Atleti sobre cualquier
concepto estético. Aun así, resulta difícil de asumir que existan aficionados
atléticos seducidos por la cantinela del presunto buen juego o la posesión para
criticar los planteamientos de Simeone. Umberto Eco dijo en una entrevista que
escribió las primeras cien páginas de El nombre de la rosa especialmente densas
para librarse de lectores accidentales. Con esos aficionados probaría a
ponerles cien partidos del Atleti pre Simeone, de esa época en que el proyecto
deportivo del Atleti tenía las páginas del plan espacial de Burkina Faso. Años
en que a los trofeos de las vitrinas del Calderón era necesario realizarles la
prueba del carbono 14 para recordar su origen. El debate iba a quedar archivado
en el las papeleras del WC por riguroso orden de caída.

La
eliminación en Champions y Copa sumada a dos temporadas sin títulos han dejado
hueco a los que critican el juego de Simeone y su idea de fútbol, achacándole
conservadurismo y desprecio por la posesión. Ahora que no se visita a Neptuno
le atacan su pasión por conservar la puerta a cero, el pasito atrás y el uno a
cero. Abrazan la idea de los que venden que el aumento de la inversión del
Atleti debe traducirse en una mayor exigencia en su juego, como si ese aumento
lo hubiera equiparado en igualdad con los poderosos. Estos atléticos son las
peores víctimas del Efecto Kuleshov: los que cuando hay éxitos dan todo por
bueno. La realidad es que nada ha cambiado en los planteamientos de Simeone. Su
idea de fútbol es la misma que cuando ganó una copa en la prórroga o una liga
empatando de córner en el último partido. Su modelo de juego es el mismo, y el
planteamiento idéntico. La única diferencia es el resultado. La única
diferencia, es si tras la temporada vemos el plato de sopa, al capitán en
Neptuno o un ataúd. El resto es puro humo.

Alter ego de Pablo Albert Martínez y José Felipe Alonso Simarro (29-12-78. Sí, los dos). Pasión por el Atletico de Madrid y el cine. Y es que las comedias, los dramas, las emociones y las tragedias siempre nos sedujeron.

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