Un 7 de febrero de 1992 nacía en Reus, provincia de Tarragona, Sergi Roberto Carnicer. Desde edad muy temprana, al pequeño Sergi le apasionó el fútbol. Se comienza a formar futbolísticamente en el equipo de su barrio, el U.E. Santes Creus, aunque pronto, en edad infantil, pasa a formar las categorías inferiores del Nàstic de Tarragona, el club más importante de la provincia. El talento del joven no pasa desapercibido para los grandes clubes, interesándose por él Espanyol o Real Madrid, entre otros, aunque finalmente, fue el Barcelona quien conseguiría incorporarle a La Masía y cumplir de esta forma su sueño de vestir la camiseta azulgrana.
Ya entonces los encargados de la prolífica cantera blaugrana depositaron grandes esperanzas en su futuro. Sergi fue adelantando pasos en su formación, y siempre fue ascendiendo escalones de forma prematura. Siendo juvenil, ya aparece en el filial, e incluso es convocado por la selección española para el Mundial Sub-17 en el que España consigue la tercera plaza. Posteriormente consigue el ascenso con el filial a Segunda División y con pasos firmes y agigantados va demostrando que se encuentra capacitado para alcanzar cotas mayores.
Por aquel entonces, no podía imaginar que, con tan sólo 25 años, su nombre quedaría grabado para la historia no sólo del club blaugrana, sino que permanecerá marcado en los libros de historia del fútbol mundial. Sergi Roberto anotó el gol que culminaba una remontada histórica en Europa, algo que jamás ningún equipo había conseguido, dar la vuelta a un 4-0 en competición internacional. Era el encargado de anotar el sexto gol de la goleada (6-1) que otorgaba al FC Barcelona el pase a Cuartos de Final de la Champions League ante el PSG, en el último minuto del descuento.
No sería justo que las virtudes del héroe de Reus quedaran escondidas por erigirse en el protagonista final de la hazaña. Sus facultades van mucho más allá de ese gol. Un gol y un jugador que deben servir, también, para poner en alerta a La Masía sobre la importancia de recuperar la gestación de grandes talentos, especialmente de ese jugador ‘made in’ La Masía, mediocentro o interior de creación, buen toque y visión de juego.
Sí, Sergi Roberto es el último exponente de la admirada escuela de centrocampistas formados en La Masía. Con Xavi Hernández como máximo representante del modelo de canterano culé, en una fábrica de la que han surgido futbolistas como Pep Guardiola, Luis Milla, Iván de la Peña, Thiago Alcántara, Sergio Busquets o el propio Andrés Iniesta que han ofrecido al F.C. Barcelona la base del éxito en las últimas décadas.
Mas el joven futbolista de Reus ha ido más allá del prototipo, y sin hacer ruido, ha sabido adaptarse a las necesidades y a las situaciones, trasladando su talento, su toque y su lucha a cualquiera de las posiciones en las que el equipo le ha requerido, ya sea en posiciones ofensivas como defensivas, como muestra su adaptación al lateral derecho ante los desequilibrios de la plantilla.
Una trayectoria fulgurante que sólo se puede sustentar en el trabajo, la constancia, el aprendizaje continuo, la aptitud pero en igual medida la actitud de un jugador que se ha ganado cada uno de sus progresos dentro del club, en una época, la actual, en la que cada vez es menor la irrupción de jóvenes talentos en el primer equipo azulgrana. Y es que Sergi Roberto es la última perla de La Masía en derribar la puerta del primer equipo, la única consistente en el último lustro. Un jugador que pasará a la historia por una noche mágica, consciente de que su gloria viene sustentada por un trabajo constante de años.
El fervor de la victoria no debe esconder la necesidad imperiosa para los responsables del fútbol base de multiplicar sus esfuerzos para lograr aumentar la constancia con la que sus jugadores de formación consigan el objetivo de aparecer algún día en el primer equipo, para quedarse; debe servir, además, para elevar y valorar en su justa medida la importancia de un jugador como Sergi Roberto, una perla de incalculable valor para un que presume de valores.