Antoine Griezmann es como el buen vino, mejora con los años. Su estado de madurez es inmejorable. Nos ha engañado; si parecía que había llegado a su cima, ahora ha sacado de su chistera un nivel descaradamente majestuoso. Si la temporada pasada concluyó siendo uno de los mejores jugadores de LaLiga, en la presente está culminando su mejor momento. El francés se exhibe jornada a jornada en un repertorio futbolístico que hace de definición de este Atleti.
Se pasea por los terrenos de juego con mocasines de firma manchados de barro. Su CV es una exhausta lista de skills que pasa por distintas demarcaciones. Simplemente, está en todos sitios y puede trabajar de cualquier cosa. No se le caen los anillos. Si hay que defender baja sin la mínima queja, si el juego precisa clarividencia pone en marcha su mente privilegiada para leer las jugadas, si hay que hacer coberturas se ofrecerá con horas extras para ayudar al compañero, si hay que ponerse creativo descifrará un pase que nadie pudo imaginar y si se necesita efectividad, verá portería, ya sea con un testarazo o una definición de pura clase. Revienta los mapas de calor.
Simeone no se equivocaba cuando creía que Antoine había nacido para jugar en el Atlético de Madrid. Quizá también ha nacido para que el argentino le amolde a su antojo y semejanza. Salir y volver, obtener junto a él sus mejores versiones. Sacrificio a cambio de libertad, compromiso a cambio de confianza. Así, ambos han construido un talismán para el equipo, una figura fetiche, un jugador total que ya es el máximo goleador de la historia del Atlético, superando a Don Luis Aragonés Suárez. A pesar de que el ranking del Balón de Oro pretenda hacernos una broma de mal gusto.
Quiero ser como Griezmann. Tener un apellido que destile elegancia, teñirme el pelo del color que sea y que siempre me quede bien, saber enmendar mis errores hasta que aquellos con quienes haya metido la pata me adoren, quiero tener la cabeza tan alta cuando tenga que transitar por el alambre de la incomodidad, quiero disfrutar como él lo hace, quiero escribir poesía con los pies, quiero decirle a los niños las camisetas que tienen que sacar de sus armarios para ir a la escuela, quiero envejecer como él, hacerle trampas al tiempo, llegando a todo siendo tan jodidamente buena.
