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Fútbol femenino

San Tiso

Vallecas es sin duda uno de los barrios obreros más famosos de nuestro país. En él ha estado siempre instaurada la cultura de la humildad y el trabajo, de la perseverancia, del granito a granito se consigue una montaña de arena. Unos valores que allí traspasan cualquier ámbito de la sociedad, y que son fácilmente reconocibles tanto en sus ciudadanos de a pie como en, por ejemplo, sus entidades deportivas. Sin ir más lejos, la sección femenina del Rayo Vallecano nos demuestra temporada tras temporada que cuanto peores son los augurios a principio de campaña mayor es la entrega de sus integrantes, quienes a final de curso acaban sacando pecho con el objetivo de la salvación conquistado una vez más.

Hablar del Rayo es hablar de unos de los presupuestos más bajos de la Primera Iberdrola. Donde cada verano toca rastrear el mercado en busca de futbolistas que puedan llegar libres o en calidad de cedidas al conjunto madrileño. Contratos de un año que expiran a los 12 meses y que obligan a la dirección deportiva a realizar la misma acción en bucle cada verano. Hasta 10 caras nuevas presentaba el Rayo al inicio de la campaña 2020/21 respecto a la anterior, lo cual tergiversa los planes de cualquier entrenador cuya intención sea mantener un mismo bloque de un año para otro.

Pero el bueno de Carlos Santiso ya está curtido en mil batallas. Y no lo digo precisamente porque acumule la experiencia de un veterano de los banquillos, sino más bien porque en el poco tiempo que lleva al frente del Rayo ha tenido que lidiar con mil y una situaciones de un alto grado de dificultad. “El año ha sido durísimo”, confesaba el técnico capitalino en una reciente entrevista, refiriéndose a lo estrictamente deportivo y también a todo lo que no lo es. Y damos fe de que así ha sido. 

El Rayo fue el último equipo en entrar en acción en la Primera Iberdrola 2020/21. Hasta que no se fijó fecha para el inicio de la competición el equipo no comenzó los entrenamientos, lo cual desembocó en una pretemporada extremadamente corta en la que Santiso tuvo que encajar 10 nuevas piezas en un engranaje que era poco menos que un melón por abrir. Con dos jornadas ya disputadas el Rayo entró en escena, con cerca de la mitad de la plantilla en plena fase de adaptación y ante rivales que ya acumulaban 15 días de competición. El escenario no era el mejor para encarar con garantías el curso, y todavía se complicaría más con un auténtico incendio en el plano extradeportivo.

La polémica generada por los alimentos que el club ofrecía a sus futbolistas tras los partidos acabó de intoxicar un ambiente ya de por sí enrarecido. Un bocadillo de pavo y dos manzanas hicieron saltar por los aires una relación entre plantilla y directiva que ya venía tocada del pasado. Pero ni por esas el Rayo se descentró. A veces, cuantos más obstáculos aparecen en el camino, mayor es la motivación de quien tiene la intención de recorrerlo para alcanzar su objetivo. Y el conjunto madrileño está hecho de esa pasta, da igual los imprevistos que puedan surgir durante la temporada, en Vallecas saben que por gigantesca que pueda ser la tormenta sus jugadoras remarán juntas para mantenerse a flote.

Y así ha sido. A pesar de que durante algunas semanas la pesadilla del descenso ha quitado el sueño a más de un seguidor rayista, el equipo ha logrado la permanencia con dos jornadas de margen en un año en el que la salvación iba a estar carísima. Con el objetivo ya conquistado Carlos Santiso resalta el trabajo de sus futbolistas, de cómo son capaces de vivir ajenas a situaciones tan descentrantes como las vividas este curso, y de qué manera logran hacer piña y tirar para adelante cuando cualquiera bajaría los brazos. 

Durante el año, el entrenador franjirrojo también ha tenido palabras de elogio para los ocho integrantes de su cuerpo técnico, en los que confiesa haberse apoyado mucho en los momentos más complicados de la temporada. La palabra “equipo” le viene como anillo al dedo a este Rayo Vallecano, que unido ha podido hacer frente a todas las inclemencias habidas y por haber. Carlos, nada acostumbrado a colgarse medallas, refleja también a la perfección esa humildad que desprende este barrio madrileño, pero a pesar de que no sea amigo de los autoelogios, debe atribuírsele una buena parte del mérito.

A Carlos Santiso no se le caen los anillos. Combina su labor de entrenador en Primera Iberdrola con la de educador infantil en el colegio Sagrada Familia de Moratalaz. Es además monitor en un campus de la fundación del Rayo, y para rizar el rizo, ejerció como conserje de una finca los meses en que el covid obligó a parar la competición. Uno de esos técnicos que prefiere ceder todo el protagonismo a sus futbolistas, que logra pasar ciertamente desapercibido a pesar de los buenos resultados que ha cosechado desde que entrena en la máxima categoría del fútbol femenino de nuestro país.

Con todo lo acontecido a lo largo de la campaña 2020/21 la permanencia en primera del Rayo era poco menos que una cuestión de fe. Tocaba rezarle a todos los santos para que este equipo lograra sortear los obstáculos extradeportivos con que se ha ido encontrando y se centrara en jugar al fútbol. Y ahí es donde la figura del técnico toma una importancia vital, para mantener al grupo unido y comprometido con la causa. En Vallecas disfrutarán una temporada más de la Primera Iberdrola, el compromiso de unas futbolistas con su escudo y los rezos a San Tiso, fueron suficientes para conseguirlo.

Contenido patrocinado por Iberdrola.


Imagen de cabecera: ImagoImages

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