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Premier League

Las plantillas más desaprovechadas de la historia: Chelsea 00/01

Con sólo 36 años, Gianluca Vialli comenzaba su cuarta temporada en los banquillos y al frente del Chelsea. Mediada la Premier League 97/98 sustituyó a Ruud Gullit en una figura cada vez más extraña, la de entrenador – jugador. Más curioso si cabe, cuando el holandés también había accedido al puesto año y medio antes de la misma manera como recambio de Glenn Hoddle, pasando del césped al laboratorio sin apenas tiempo para planteárselo.

Dos de los míticos delanteros para Holanda e Italia pasarían así a colgar parcialmente las botas con 33 años y definitivamente a los 35. Ambos lejos de su amado Calcio, la competición que los encumbró. Ambos, aún, marcando goles. A diferencia de Gullit, Vialli sí tuvo éxito en su primera experiencia.

Consiguió cuatro títulos para los de Stamford Bridge, uno por campaña que se mantuvo en la dirección. Al relevar al neerlandés pudo alzar la Recopa de 1998, venciendo en la final al Stuttgart de Joachim Low. Un año después derrotaría al Real Madrid para ganar la Supercopa de Europa. La FA Cup contra el Aston Villa en la 1999/2000, y la Charity Shield en el primer duelo de la temporada que se desarrollaría integra en el nuevo milenio, serían sus últimos logros.

Pese a la brillante victoria por dos goles a cero frente al gran Manchester United de Alex Ferguson en el primer partido del año, que hacía presagiar otros buenos meses en el club, el destino no le deparaba a Vialli mayores alegrías. Tras cinco jornadas de Premier League, habiendo cosechado tres empates y sólo una victoria y estando clasificados en el décimo lugar de la tabla, el entrenador italiano fue cesado.

El presidente Ken Bates intentó sin éxito la acometida sobre un José Antonio Camacho en alza, centrado en llevar a la selección española al Mundial de 2002. Así aterrizó finalmente Claudio Ranieri, que tras buenos papeles en clubes como la Fiorentina o el Valencia –donde ganó varias copas nacionales-, venía de un fracaso estrepitoso con el Atlético de Madrid.

Ranieri cogía un equipo que, pese a su quinto puesto reciente, fue pensado para aspirar al título. No en vano se trataba de la mayor inversión en fichajes del campeonato, con desembolsos desorbitados por Hasselbaink (4000 millones) o Stanic (1600). El nuevo Chelsea de Claudio finalizaría sexto en Premier, por detrás del Ipswich Town y con un ManU otra vez campeón. En UEFA caería en el primer enfrentamiento, contra el débil St. Gallen suizo. Faltó mucho, pero sobre todo se echó de menos la regularidad. En el juego, en el esquema y, por último, en los resultados.

El 4-4-2 de manual de Vialli se descompuso por momentos, convirtiéndose en un difícilmente identificable 4-5-1. La media de edad de los usuales ascendía a 29 años. Fue un mal resultado, sobre todo por el elenco de buenos futbolistas, la mayoría consolidados a nivel internacional, que componían la plantilla.

Portería: De Goey

El arco fue una de las graves problemáticas. Ed De Goey era el titular, y así empezó. El de los Países Bajos era un portero de artes clásicas, cuya elevada estatura -1.98 m- y buena estirada aportaban el 90% de su efectividad. Tenía 34 años y hasta ese momento nadie había discutido su titularidad. Pero quizá por la desconfianza mostrada en él, se le vio más dubitativo que nunca. Con Holanda fue fijo en el Mundial de USA ’94, donde su equipo cayó en semifinales contra la campeona Brasil -aún debe de acordarse de Branco-, y en la Eurocopa de 1996 jugada en Inglaterra. También acudiría a la Copa del Mundo de Francia ’98 y la EURO 2000 desarrollada en su país, aunque ya a la sombra de Edwin Van der Sar.

El italiano Carlo Cudicini asaltó el puesto en determinados tramos de la temporada, llegando a jugar 24 encuentros, nueve más que De Goey. El caso de Cudicini fue llamativo, ya que cumplidos los 27 aún no había jugado prácticamente nada desde que saltase a la primera línea en el Milan de inicios de los 90, y en los cuatro cursos que permanecería Ranieri sería indiscutible, con un elevado rendimiento. La llegada de Abramovich, los millones, Mourinho y Cech, pondrían fin a su gloria.

Defensa: Melchiot-Desailly-Terry-Le Saux

El lateral derecho comenzó siendo ocupado por el laborioso Cristian Panucci (27) , que había sido fichado tras un fugaz paso por el Inter de Milán, donde frenaría su conquista de títulos -entre ellos dos Ligas de Campeones- a lo largo de su carrera en AC Milan y Real Madrid. La salida de Vialli no le benefició, y tras sólo ocho partidos se prescindió de él, partiendo a una nueva aventura francesa en las filas del Mónaco. Más tarde, seguiría dominando su puesto en la Roma.

La llegada de Ranieri varió inicialmente la posición natural de Melchiot, quien comenzó a jugar como mediocentro marcador, actuando Albert Ferrer (30) en el lateral derecho. Pero finalmente el veterano componente del extinto Dream Team, que a su llegada al país británico en 1998 fuese considerado uno de los mejores extranjeros del campeonato, dejó de ser importante y Mario Melchiot (24) pasó a la ubicación que le vio nacer en el Ajax, disputando 31 duelos, muy lejos de los 14 del español. El espigado lateral era un portento físico en el carril. Su zancada y capacidad le facilitaban transitar el flanco una y otra vez sin apenas resentirse. Ya no dejaría que nadie le arrebatase el puesto. Llegaría a participar en la EURO 2008 de Austria y Suiza, como colofón a una ascendente carrera.

La pareja de centrales comenzó siendo Marcell Desailly (32) y Frank Leboeuf (32). La dupla gala que, con permiso de Laurent Blanc, había sido campeona del mundo en el 98 y de Europa ese mismo verano, y que formó parte trascendental de todos los títulos del Chelsea de Vialli. Mediada la campaña, y habiendo pasado Melchiot a su puesto original, Lebouef adelantaría su posición para hacer de pivote defensivo, centrado en la marca de la estrella rival.

Leboeuf seguiría rindiendo, volviendo a ir a una Copa del Mundo dos años después. Su espacio en la zaga sería uno de los mayores aciertos del técnico, la firme apuesta por John Terry. Tenía 20 años, y hasta ese momento su aportación en la primera plantilla los dos cursos previos había sido testimonial. Jugaría en 22 citas y de ahí en adelante haría historia en el equipo londinenese, donde a día de hoy está a punto de cumplir veinte años de trayectoria profesional, la mayoría de ellos como capitán.

El lateral izquierdo alternó entre el rápido Graeme Le Saux (32) y el técnico Celestine Babayaro (22). Le Saux adelantó al nigeriano, principalmente con Ranieri. Ambos finalizaron con el mismo número de titularidades, actuando en ocasiones el africano en posiciones más adelantadas. Quien jugó sólo de manera circunstancial fue el potente Winston Bogarde (30), otro de los productos ajaccied que había llegado ese mismo año procedente del FC Barcelona, donde también fracasó. Actuaría en nueve fechas, sólo dos de ellas en el once inicial.

Centro del campo: Leboeuf-Wise-Dalla Bona-Poyet-Zola

La temporada pasada el eje del equipo fue compuesto por Deschamps y Roberto Di Matteo. Deschamps se había ido al Valencia, y Di Matteo duró menos de diez encuentros. Concretamente hasta el 2-0 recibido en tierras suizas en la UEFA, donde se partió literalmente una pierna a mitad de tibia y peroné. A sus 30 años, con una Eurocopa y un Mundial jugados a sus espaldas y desde que llegase de la Lazio en 1996, Di Matteo lo era todo para la estabilidad. Ranieri no pudo aprovecharlo. Ya no volvería a jugar.

Tanto como acierto fue la apuesta de Terry, decepción fue la del italiano Samuel Dalla Bona, el único joven del centro del campo. Un mediocentro trabajador de 19 años en el que confió el técnico para suplir a su compatriota. Jugó 29 encuentros, pero nunca llegó a explotar. Junto a él partían el mencionado Leboeuf, que casi era un quinto defensor, y el implacable Dennis Wise (34), una institución en el club. Su garra y temperamento se ganaron tantos seguidores locales como detractores oponentes. Siempre cumplía, sacrificándose por él y por el resto. La implicación y solidaridad hicieron de él una pieza esencial. Firmaría uno de sus mejores cursos, siendo, junto a Zola, el más utilizado con 36 participaciones.

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Poco se contó, por sorpresa, con un mediocentro que a primera vista encajaba perfectamente en la idiosincrasia Premier. El serbio Slavisa Jokanovic (32), tras una honrosa carrera en España, fue adquirido en octubre para suplir a Deschamps y Di Matteo delante de la defensa. Sin imponerse, únicamente llegó a jugar 19 citas, siete de inicio. Quien aprovechó algo más su momento fue el canterano Jody Morris (22) que, como venía siendo habitual, era una solución a cualquier baja en la zona ancha. Nunca llegó a tomar el mando, pero su mezcla de táctica y claridad le permitió seguir año tras año con un número de partidos regular, que este curso ascendió a 21.

Más sorprendente que lo de Jokanovic fue la nula participación del integrante de una de las mejores selecciones croatas que se recuerdan, la que acabó tercera en el Mundial de Francia 1998. Mario Stanic fue fichado del Parma cuando aún contaba con 28 años para hacer olvidar el buen hacer del rumano Dan Petrescu. Se trataba de otra de las apuestas fuertes de la directiva. Tras un fenomenal debut frente al United, donde marcó un golazo inolvidable desde fuera del área, empezó a ausentarse de las alineaciones. Había sido titular en la EURO ’96, en el Mundial ’98 y volvería a la Copa del Mundo de 2002 en Corea y Japón, pero nada de ello valió para que Ranieri lo considerase en su esquema, sumando unas pobres 12 participaciones.

Quizá gran culpa de que ni Stanic ni otro naciente extremo superador de líneas como Jesper Gronkjaer (23) -también en su primera campaña vestido de azul- disfrutasen de oportunidades, fue la insistencia del entrenador en cerrar el bloque, acumular gente en pocos metros horizontales y dejar la parcela ofensiva al ingenio de Zola, el empuje de Gustavo Poyet o la continua inspiración goleadora de Hasselbaink. Características que, como no podía ser de otro modo, casi siempre acababan por aparecer. Pero el juego, claro, se resentía al hacerse tan estrecho.

Pese a jugar con cinco hombres en el centro, ninguno de ellos era un especialista de banda, lo que hacía más compleja la transición del balón, careciendo por completo de vías de oxigenación ante un hipotético -a menudo usual- dominio rival, o ante una recuperación de balón y posible contragolpe. Además de ello, la capacidad asociativa de los volantes no era especialmente destacable, por lo que la fluidez de los ataques estáticos solía sufrir más de lo deseado.

Un ejemplo claro de lo buscado era el interior llegador por antonomasia Poyet, otro ídolo. Poyet tenía 33 años y estaba acostumbrado a ser de los tres mejores futbolistas cada curso. Sus goles y su influencia defensiva y ofensiva se valoraban como era merecido. Desde 1993 en Zaragoza, hasta 2001 en la campaña de su pase al Tottenham, no se apearía de los diez goles prácticamente cada año, convirtiendo once en los 30 encuentros que participó en la presente. Poyet era tremendamente influyente, siendo a su vez un fiel reflejo de lo que el técnico proponía. Solía arrancar desde el margen derecho, ya que el siniestro pertenecía al mejor jugador del equipo. Era para el mejor italiano, entre tanto buen italiano, de la Premier League. Para Gianfranco Zola.

Zola sumaba 34 calendarios, y seguía siendo el crack. El socio adecuado del «9», que ahora era Hasselbaink como antes habían sido Tore André Flo, Casiraghi o el propio Vialli. Y tantos balones servía a la punta de lanza como finalizaba él mismo sobre la portería. Una técnica extremadamente por encima de su estatura, una inteligencia sobre el césped de la talla de cualquier erudito de la más compleja materia. Siete cursos estuvo en el Chelsea, y a su marcha en 2003 con casi 37 años seguía siendo el líder. Lloraron hasta los árboles. Haría nueve goles, pese a que Ranieri insistió en alejarlo del arco y situarlo escorado.

Delantera: Hasselbaink

Jimmy Floyd Hasselbaink (28). Quizá estemos hablando del delantero centro puro menos valorado de los últimos veinte años en Holanda. Veamos sus números. Salió del norte de Europa para jugar dos años en equipos medios portugueses y sumar un total de 32 goles, que los catapultaron a la Premier League. 16 y 17 dianas con el Leeds entre 1997 y 1999, con el galardón de máximo artillero en la mochila; 24 goles en su único curso en España, para un Atlético de Madrid descendido. Llegada al Chelsea con 27 años, y 23 goles, vuelve a ser goleador de la Premier. Repite cifra, 23, en la 2001/02. Entrado en la treintena, juega dos temporadas más en el club y otras dos en el Middlesbrough, con una media de 12 tantos por curso y nunca bajando de diez.

Con todo ello, en la selección naranja siempre vivió a la sombra de Kluivert, Makaay, Van Nistelrooy e incluso Van Hooijdonk y únicamente jugó 29 encuentros. Guus Hiddink no lo tiene en cuenta para la EURO ’96, cuando aún pasaba desapercibido. En Francia ’98 asiste, juega el debut contra Bélgica y desaparece. Frank Rijkaard lo excluye de la EURO 2000 de Holanda y Bélgica, incluso faltando la mitad de los hombres de ataque por lesión. La Oranje no se clasifica para el Mundial de 2002 en Asia, y ahí se acaba todo.

Hasselbaink no era cuerpo, ni mucho menos. Era piernas y mente. Su rocosa fisionomía tenía de todo menos de brutal o primitiva. Era carácter, potencia y técnica, movilidad y disparo con ambas botas. Descosiéndola. Era poderío de cabeza, de espaldas y en el cuerpo a cuerpo. Resumiendo: uno de los mejores delanteros centros que han dado los Países Bajos. En el Chelsea lo demostró. Otra vez.

A su llegada usurpó el puesto de otro gigante que tampoco actuaba como tal. Parecía experto en estos temas el club londinense. El noruego Flo (27), un larguirucho que bajaba el balón y lo orientaba a la misma vez como si su centro de gravedad estuviera bajo el piso. Y luego, para definir, hacía una vaselina, un quiebro o un toque de rosca. Con tranquilidad. Flo había hecho una media de once tantos en sus tres temporadas, arrebatando el ataque a Casiraghi o a Sutton recientemente, e impidiéndoselo a otros como Weah, que acabó por marcharse al Manchester City. Este curso bajaría radicalmente sus prestaciones. Las veces que jugó lo hizo como dupla de ataque, junto a Jimmy y lejos de Zola. Sin duda esto le perjudicó, tanto como jugar sin extremos. Tres goles y sólo 14 partidos en su haber.

Quien sí emergió fue el mejor de los islandeses. Eidur Gudjohnsen (22), otro de los aciertos de Ranieri. Jugó, también como segundo punta, 30 partidos, e hizo un gol cada tres. Tenía 22 años, y ahí principiaría su genial carrera, que pasaría tanto por el mejor Chelsea de todos los tiempos como por el FC Barcelona de Guardiola. Para muchos, el mejor equipo jamás presenciado.

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