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Pesadilla de una noche de verano

Thomas Partey ya no está. Es el último de una larga lista que seguro se ampliará con el paso de los años. Su nombre atiende al de futbolistas traspasados a última hora, sobre la bocina e incluso con el mercado cerrado para el Atlético de Madrid que, esta vez sí, podrá al menos inscribir a alguien más porque su marcha se ha dado previo pago de la cláusula de rescisión. Pero tiene truco, pues solo podrá llegar alguien de LaLiga… Que no podrá ser alineado en competición europea hasta enero.

No, no es verano, pero suele serlo cuando el mercado más importante se cierra. De hecho, es octubre, y sigue siendo conocido como el mercado de verano y el otro, donde se intentan arreglar todos los desaguisados a contratiempo, es claramente el mercado de invierno. El ghanés pasa a formar parte de una nómina de jugadores como Heitinga o Jurado, que no pasaron a la posteridad por su excelso rendimiento, sino por ser vendidos cuando ya no se podía casi fichar o, incluso, cuando realmente no se podía inscribir jugadores. Fue el caso del futbolista neerlandés, fichado por el Everton cuando en Premier aún se podían acometer fichajes pero a la vez que en la sede de la LFP ya se había echado el cierre. Una situación que se terminó conociendo como Heitingada o Heitingazo, según el sector de cada uno, pero que viene a significar lo mismo.

Se recogieron también en ese término los traspasos de Gaitán, Carrasco y Augusto Fernández, que se marcharon a China con el mercado español cerrado ya por medio mes y sin posibilidad, obviamente, de arreglar ese agujero en la plantilla.

Este año ha sido Thomas en el equipo masculino, pero también Ángela Sosa en el femenino, justo el día que se conoce que otra atacante como Charlyn se ha partido el cruzado y se va a perder toda la temporada (hay otras tres jugadoras lesionadas de larga duración) y que la plantilla está absolutamente descompensada.

El ghanés, por cierto, y no exento de culpa, al fin ha conseguido hacer sus sueños realidad, en plural, porque no se sabe si deseaba con más entusiasmo jugar en la Premier League o abandonar el Atlético. No obstante, son cinco temporadas consecutivas las que lleva manifestando su intención de abandonar el Atlético por sentirse descontento. Un par de ellas, eso sí, con intención de salir a préstamo para foguearse. Las tres últimas, para no volver.

Por eso ha desoído durante algo más de 12 meses una oferta de renovación para colocarse muy arriba en la pirámide salarial del club, pues eso le ataría a una cláusula de rescisión prohibitiva que sí que sí daría por imposibles esos sueños de volar del nido donde futbolísticamente se ha criado durante la última década. Pero esa es otra guerra. La de por qué un jugador que lo juega absolutamente todo con un equipo piensa realmente que no está valorado.

Cuando el DeadLine Day llega, el aficionado rojiblanco sabe que tendrá que coger palomitas y sentarse a esperar que la película de terror llegue a su fin, que den las 00:00 y no se haya vendido al Falcao de turno. Y es que incluso, el colombiano, estuvo a punto de no jugar, en palabras de su entrenador, una Supercopa de Europa a escasos días del cierre del mercado porque era susceptible de salir en cualquier instante. “Aún me da miedo el día final del mercado de fichajes”, dijo Simeone en 2015, unas palabras que repitió el mismo sábado, tras el empate del Atleti contra el Villarreal. Poco ha cambiado. El Atlético, con cláusulas de rescisión que más que ahuyentar invitan a compradores, no hace otra cosa que dictaminar precios de venta al público para no retener a sus figuras o al menos hacer creer que nada más se pudo hacer por mantenerlos.

Luego hay otra historia, la de muchachos que bajo el paraguas de Simeone rinden y que fuera de él no llegan a su mejor nivel y, en ocasiones, ni a la sombra de lo que fueron. Lo sabe Rodrigo Hernández, tan indultado (que no insultado, eso sí lo hacen los fans de su club) por Guardiola como regañado en ruedas de prensa por el técnico; lo sabe Griezmann, que seguro que no pasa una noche sin pensar en aquellas palabras de su mujer diciéndole que de rojiblanco lo tenía todo y de blaugrana iba a ser uno más, y a veces casi uno menos; lo supo Filipe Luis, que volvió con el rabo entre las piernas tras probar los confortables banquillos de Stamford Bridge; lo sabe Lucas Hernández, adelantado por la izquierda por un meteorito canadiense y vilipendiado por las personalidades históricas del club cuyo escudo defiende; lo sabe Arda Turan, que prácticamente dejó de ser futbolista tras salir del Calderón e incluso se torció su vida personal. Es ahora el turno de Thomas de demostrar de qué pasta está hecho. Si es capaz de hacerse con la titularidad en un equipo cuyo proyecto, a día de hoy, está bastante por debajo del rojiblanco que acaba de dejar. Siempre nos quedará Torreira.

Imagen de cabecera: PAU BARRENA/AFP via Getty Images

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