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Pequeños milagros

La imagen de la Ceremonia de inauguración lo decía todo. Países como Estados Unidos, Rusia o Canadá cruzaban el hielo con más de 200 deportistas, contrastando con el escueto grupo que acompañaba a la bandera española sostenida por Queralt Castellet y Ander Mirambell. Solo 14 deportistas de nuestro país asistieron a los últimos Juegos Olímpicos de invierno, uno más que en Pyeongchang 2018 pero menos que en Sochi (20), Vancouver (18) y Turín (16).

Una cifra minúscula en cualquier caso, si la comparamos con potencias europeas como Alemania (147), que solo ha sido superada por Noruega en el medallero, o Italia (117),  que ha conquistado 17 metales, siete más que hace cuatro años, un botín más que ilusionante de cara a organizar los próximos en Milán-Cortina d’Ampezzo. El futuro del deporte invernal español, sin embargo, es incierto.

Y eso que es para estar orgullosos de los resultados obtenidos en Pekín. Por primera vez, nuestra delegación ha ganado medalla en dos ediciones consecutivas, una plata hasta ahora inédita, conquistada por una Queralt Castellet que disputaba sus quintos Juegos y que por fin obtenía su recompensa de subir al podio. Ella era, junto al campeón mundial Lucas Eguibar, las únicas opciones reales de medalla. El caso del donostiarra, que se hizo con su segundo diploma al acabar séptimo, tiene mérito teniendo en cuenta sus problemas de espalda. Una lesión dejó también fuera al que fuera medallista en Corea, un Regino Hernández que tuvo que colgar la tabla.

El diploma de la pareja formada por Olivia Smart y Adrián Díaz fue un soplo de aire fresco. Se ganaron la plaza en una lucha titánica con Sara Hurtado y Kirill Khaliavin, que habían sido los representantes de danza cuatro años antes. Otra pareja, la formada por Laura Barquero (este mismo martes ha saltado la noticia de su positivo por dopaje en clostebol, a la espera del contraanálisis) y Marco Zandron, hizo historia al clasificarse por primera vez para unos Juegos, siendo los primeros españoles en competir en la modalidad por parejas. Incluso se metieron en la final y acabaron en un undécimo puesto para aplaudir.

Porque esa es la realidad. En un país donde los deportes más minoritarios son los invernales, sorprenden los pequeños y aislados logros, como el de un Javi Lliso que contra todo pronóstico acabó sexto en su primera final olímpica (Big Air, esquí acrobático), eclipsando a un Thibault Magnin que llegaba con pretensiones ambiciosas y se quedó lejos de cualquier clasificación. Solo el hecho de estar allí, después de superar una grave lesión de rodilla, ya era un premio. Otra de las grandes sorpresas fue la de un Adur Etxezarreta que acabó en el puesto 17 en descenso, el mejor puesto de un español en esta modalidad en la historia (superando al mismísimo Paco Fernández Ochoa). Imanol Rojo, que disputaba sus terceros Juegos, firmó sus mejores resultados en esquí de fondo, rozando el top-20 en esquiatlón y estilo libre.

Hasta aquí las ‘buenas’ noticias. Había muchas esperanzas en Quim Salarich, esquiador de eslalon, que estaba rondando el top-15 en pruebas de Copa del mundo y en Pekín se salió en la primera manga. La debutante Nuria Pau sufrió el mismo destino en el eslalon gigante, y Jaume Pueyo no pudo lograr el pase a cuartos de final en esprint libre al acabar en el puesto 37. Ander Mirambell, que disputaba sus cuartos Juegos, acabó penúltimo y último en sus series en skeleton, un deporte totalmente desconocido en España hasta que el catalán lo vio en Eurosport y se lanzó a la aventura.

Así pues, hay una de cal y otra de arena en el deporte invernal español, que poco a poco crece en cuanto a infraestructuras y licencias, pero necesita un impulso semejante al que vivió con la organización de los Juegos en Barcelona 1992. Así lo ha reconocido el propio presidente del COE, Alejandro Blanco. “Sería necesario realizar una gran movilización y una planificación a corto, medio y largo plazo para que los deportes de nieve y de hielo se puedan desarrollar en nuestro país y España llegue a ser una potencia en los deportes de invierno”. Invertir en los jóvenes puede ser la llave, como explicó en ‘Beijing Today’ Lola Fernández-Ochoa,  la hermana de los históricos medallistas, Paco y Blanca.

“No puedes ir a unos Juegos Olímpicos porque sí. Vas si tienes posibilidades de hacerlo bien. Lo que hay que hacer es una buena cantera y que de ahí se seleccionen cuatro. En España solo tenemos uno de una disciplina, otro de otra… Hay que empezar con la base. Deberíamos ser como los austriacos, que te tengas que currar la plaza, y que aunque seas campeón de Austria te puedas quedar fuera”, argumentó Lola de forma contundente, asegurando que quizá deportistas como la propia Nuria Pau no deberían haber participado en los Juegos. “A lo mejor no estaba en condiciones de hacer un buen papel. Si no tenemos condiciones, mejor no ir. Yo prefiero que ese dinero se invierta en la gente joven, y no que vaya la campeona de España y quede la 57”.

Invertir en la juventud e invertir en instalaciones. Queralt Castellet creció con una tabla de snowboard en los pies, pero ni siquiera hoy los Pirineos cuentan con una pista de mediotubo en la que pueda entrenar. Tuvo que irse muy joven a vivir a Estados Unidos y Nueva Zelanda, donde dispuso de los medios que aquí escaseaban. En definitiva, tuvo que obrar uno más de los pequeños milagros que atesora el deporte español. Por desgracia, no siempre podremos vivir de ellos.

Imagen de cabecera: COI

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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