El penalty fallado por Alessio Cerci en Florencia enviaba la alegría a unos 200 kilómetros al norte, tornándola del color granata al gialloblù. El Parma, que había ganado al Livorno en esa última jornada con un doblete de Amauri, superaba al Torino en la carrera por la sexta plaza y volvía a Europa siete años después, allí donde escribió páginas de gloria en la década de los ’90.
Sin embargo, el Parma no obtuvo la Licencia UEFA, imprescindible para competir en los torneos continentales, a causa del retraso en el pago del IRPF de unos antícipos del sueldo de algunos futbolistas. Alrededor de 300.000 euros que, a pesar de los recursos presentados, todos rechazados, dejaron el club emiliano fuera de Europa. El retorno no fue más que una efímera y pasajera ilusión, rota por motivos extradeportivos. Y tras la decepción, llegó la depresión.
La convulsión inició con la dimisión del presidente Tommaso Ghirardi. El dueño del club crociato, que, tras el descenso a Serie B, levantó un club hundido con un proyecto estable y una gestión coherente, abandonaba el barco y ponía a la venta sus acciones. Tras explicar las razones, injustas para él, de la exclusión del Parma, mostraba su absoluta decepción. “He acabado con el fútbol”. Durante el verano, el club estuvo dirigido por el director deportivo, el eficiente Pietro Leonardi, pero a inicios de septiembre, ante la falta de compradores y el riesgo de quiebra con su marcha, decidió retirar la dimisión y continuar en el equipo. “No puedo traicionar la confianza de toda la gente que me ha apoyado en este período”.
El mercado de fichajes emiliano dejó bastante que desear: Apenas destacó la incorporación del regista Francesco Lodi, además de De Ceglie y Costa. El resto, retornos de las innumerables cesiones que tiene el Parma por Italia y Europa, como Belfodil, Ghezzal, Jorquera, Bidaoui, Rispoli, Pedro Mendes, Iacobucci, Santacroce o Massimo Coda. Con las importantes bajas de Marco Parolo y Marco Marchionni, además de Amauri y Gargano, se antojaba muy escaso para un equipo que deportivamente se clasificó para Europa la pasada temporada.
Y la nueva temporada en Serie A no podía comenzar peor: cinco derrotas y una solitaria victoria en seis partidos, un pobre bagaje que ha hecho saltar todas las alarmas en el Tardini: el debut en Cesena, el caótico partido contra el Milan, la imparable Roma, el encuentro en Udine y por último, la derrota en en el último minuto contra el Genoa. Solo la remontada contra el Chievo ha permitido sonreir a los crociati.
La sangría defensiva es el gran lastre emiliano. Es el equipo más goleado de Italia, con 16 tantos, una media de casi tres tantos encajados por partido. Las importantes lesiones del central Gabriel Paletta, presente en el último Mundial con Italia, y del lateral derecho Mattia Cassani, claves el año pasado, se han tornado decisivas. Por sus agujeros, deficientemente cubiertos por Ristovski, Andrea Costa, Felipe o Santacroce, han venido la mayoría de los errores en defensa que han provocado goles a mansalva.
En mediocampo el equipo tampoco se sujeta. Especialmente grave es el caso de Francesco Lodi, un futbolista que en los últimos años ha marcado diferencias bajo la sombra del Etna y que en el Tardini está siendo una sombra de sí mismo. Acquah difícilmente suma en el volante, mientras el talentoso Jorquera aparece y desaparece como el Guadiana. En ataque, tampoco termina de dar con la tecla. La magia de Cassano aparece de vez en cuando -brillantemente, eso sí-, mientras la solución de poner un defensa, De Ceglie, como extremo para suplir la baja por problemas cardíacos de Biabiany.
Aun así, y pese a que ni el retorno de Belfodil -tras su fracaso en el Inter- y Ghezzal ni la presencia de Palladino están rindiendo, el equipo es el tercer máximo goleador del campeonato, con 11 tantos, empatado con Roma, Inter o Fiorentina. Gracias, además de a la innegable habilidad de Cassano, a la aparición de dos brotes verdes: el volante José Mauri y el delantero Massimo Coda. A ellos se agarran en el Parma.
José Mauri es un completo mediocampista argentino que llegó al club hace con 14 años -ahora tiene 18-. Temperamental, buen llegador y correcto recuperador, además de ofrecer un despliegue físico constante, es, junto a Alberto Cerri -cedido en Lanciano- la joya de la cantera. Su rol puede compararse al que tenía Marco Parolo hasta la pasada temporada, ya ha conseguido un gol y su influencia es creciente.
Por su parte, Massimo Coda, que ya tiene 26 años, se ha pasado media vida por equipos de Serie C y el año pasado explotó como goleador en Eslovenia, como uno de los múltiples cedidos del Parma en el Nova Gorica. No le quiso cedido ningún equipo de Serie B este verano y en la élite se ha tomado la revancha destapándose como un delantero trabajador y polivalente, generoso asistente y con cierto olfato de gol.
Así, el Parma está sufriendo en este inicio de temporada el rebote del -casi- éxito de hace unos meses. La decepción sufrida en mayo ha hecho mella en el club, desde la directiva hasta los jugadores. Esto, unido a las lesiones y al bajo rendimiento de los fichajes está siendo una losa que cada vez va a ser más difícil de levantar. No obstante, la confianza en Donadoni se mantiene, aunque tendrá que encontrar pronto la solución.
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