Edinson Cavani produce ocasiones, pero no las materializa. Esto, hasta hace poco, quedaba disimulado, dentro de lo que cabe, por la presencia de Ibra. Ahora, sin el sueco, todo es más visible y la afición se cuestiona si el uruguayo es el 9 que debe liderar su ataque.
Cavani llegó a París en verano de 2013 y lo hizo con la voluntad de dar un paso adelante en su carrera. Sea por el motivo que sea, no obstante, su presencia siempre ha estado en duda. Si nos fijamos en los números, Cavani marcó 81 goles en 147 partidos durante sus primeras tres temporadas, mientras que Ibra anotó 121 en 134 encuentros en el mismo periodo. En otras palabras, 13 partidos menos para el sueco y la friolera de 40 goles más. Diferencias que hablan por sí solas.
Siempre se había dicho que Cavani no marcaba tantos goles porque, con Ibra en el equipo, tenía que jugar escorado a banda. Lejos de la realidad, contra el Metz demostró que tal afirmación es incorrecta. Cavani no es un definidor o, como mínimo, no está demostrando serlo. Sus fallos se suceden uno detrás de otro para desesperación de una afición que ansía con ganar de una vez por todas la Liga de Campeones.
En defensa del uruguayo también hay que decir que la temporada no ha hecho más que empezar y que la confianza en los delanteros marca la diferencia. Quizá solo le haga falta tener un buen día para enchufarse y convertirse en ese 9 que la afición quiere.
Sea como sea, si algo tiene el PSG es (1) fondo de armario y (2) dinero. Si Cavani no despierta y saca lo mejor de sí mismo, a Emery no le faltarán alternativas: desde Ben Arfa a Jesé pasando por Augustin. Y si ninguna cuaja, complicado, siempre le quedará futuros mercados de traspasos. Cavani, de momento, depende de sí mismo.