Roma y Pamplona no sé si tienen mucho o poco que ver. Quizá no. O quizá más de lo que creo. El caso es que hablar de la capital de Italia o de la capital de Navarra parece que suena distinto. El caso es que Pamplona no tiene el Panteón de Agripa. Pero es que Roma no tiene a San Fermín. Cada uno querrá lo suyo, claro. Cada uno a su manera. Lo que sí se tiene, compartido, como solo puede ser un sentimiento, es el dolor. Dos chavales, jovencísimos, rotos una vez más, que vuelven al amparo de los médicos tras otro revés a sus vidas. A sus carreras. El ‘Chimy’ Ávila recibió la confirmación esta semana de que el ligamento cruzado de su rodilla derecha no le pudo seguir el ritmo. El de la rodilla izquierda de Zaniolo le dijo lo mismo el pasado lunes.
Luis Ezequiel Ávila, nacido en Rosario, eterna ciudad de la Argentina. Su padre le puso el ‘Chimy’, abreviando el apelativo de Chimichurri que le había puesto él mismo por no parar quieto. El fútbol en Rosario no es una elección, es religión. Por ello, él y su hermano tomaron esa vía. El uno en Boca Juniors, el otro en Pamplona después de despuntar en su país y convencer a Osasuna tras sus dos temporadas en el Huesca. Un jugador lleno de carisma, que se ganó el corazón de todos en LaLiga.
Nicolò Zaniolo nació en Massa, una ciudad de la Toscana italiana. Comenzó a dar sus primeros pasos como futbolista en la Fiorentina, pero tras una breve estancia en el Virtus Entella, fue el todopoderoso Inter quien se interesaría por el jugador. Rápido, técnico, con pintas de rebelde, pero con cara de buen chico, Zaniolo recaló en la Roma como parte del traspaso de Nainggolan al conjunto de Milán. Sus maletas le llevarían a la capital. Su fútbol enamora a primera vista. Ese puntito canalla de sus jugadas, de sus gestos técnicos, le quisieron colocar en el exigente puesto del relevo de Totti. Casi nada.
Es curioso cómo el dolor une a las personas. Dos realidades ajenas que se unen por ese motivo. Dos realidades en las que Roma y Pamplona, Pamplona y Roma, se cosen en un mismo camino que, de nuevo, vuelve a juntar dos dramas y dos nombres en una misma sensación de dolor y de tristeza. Otra vez, porque en enero de 2020, con ambos jugando y disfrutando, sufrieron con pocos días de diferencia el mismo dolor que estos días. Zaniolo notó en su pierna derecha un latigazo. Ávila lo hizo en su pierna izquierda. El dolor, separado por kilómetros, los unió en enero y los une de nuevo estas semanas en las que el mundo del fútbol vuelve a llorar por ellos.
Jóvenes, con 21 el italiano y 26 el argentino, que pretendían olvidar en esta temporada un dolor que va más allá de la rodilla. Un dolor que los aleja de lo que son como profesionales en este duro mundo que es el fútbol profesional. Este mundo en el que, siendo joven, la mala suerte y un mal movimiento se lleva tus sueños. Y lo compartes con otro que, a una gran distancia de ti, sabe cómo te sientes, sabe lo que más deseas y sabe lo que te costará, otra vez, superarlo. El ‘Chimy’ Ávila y Zaniolo volverán a jugar.
Lo harán porque aman este deporte. Lo hacen suyo. Demuestran que, pase lo que pase, siempre habrá un partido que les espere cuando estén recuperados. Porque el fútbol, aunque cruel a veces, nos hace empatizar con el dolor de muchachos de apenas veinte años, con la sensación de que son familia o amigos. Casi sintiendo el dolor de pensar en el momento del latigazo, más que en el dolor, en el camino. Uno largo, con curvas, empinado y angosto, de esos que suben y suben para llevarnos, al final, a las estupendas vistas que nos esperan.
Uno de esos que merece la pena no abandonar. Ese camino, en el que Roma y Pamplona se unen, es un poco nuestro. Es un poco de todos los que, con tristeza, pensamos en todo lo luchado por dos muchachos que, doloridos, solo pensaban en cuándo podrían volver a jugar.
Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".
You must be logged in to post a comment Login