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Mundial de Fútbol - Alemania 1974, 'Johann y sus drugos'

“Todo esto lo digo en serio, oh
hermanos míos, pero lo que hago lo hago porque me gusta”. Con esta frase, Alex
se descubre en “La naranja mecánica” como un psicópata enamorado de la
violencia que desencadena en su entorno. La película, basada en el libro de Anthony
Burgess y llevada al cine por Stanley Kubrick, fue estrenada en 1971 y cuenta
la historia de un grupo de jóvenes liderados por el citado Alex, que con su
apego por la violencia y el escándalo van creando el terror allá por donde van contra
todos aquellos desafortunados que se crucen en su camino. Una película que
habla de la capacidad destructiva de los jóvenes dentro de una sociedad
aparentemente normalizada, criticando duramente la psicología conductista y utilizando
la violencia como motor de la trama.

Con el símil (gracias al tradicional
color de su equipación), Países Bajos se desató como “La naranja mecánica”,
solo tres años después del estreno del film de Kubrick. Como gran amante del
caos despertado entre sus rivales en el Mundial de 1974, la selección
neerlandesa, liberó en los estadios germanos todo su arsenal de fútbol, de la
mano de un ingeniero voraz: Rinus Michels. El entrenador nacido en Ámsterdam
tomaba el testigo de Fadrhonc para intentar conducir a su país a la gloria
mundialista, con un modelo de juego que aplicó ya en el Ajax ganador de las
tres Copas de Europa de 1971, 1972 y 1973 (aunque en el 72 y en el 73, fueran
entrenadores Kovács y Knobel respectivamente) y con el Barcelona, justo un año antes.
Michels se convertiría en el padre de una ideología futbolística, aplicando
ideas y métodos de juego de equipos como la Hungría de Gusztáv Sebes, siguiendo
lo que se convertiría en el ideario de equipos y competiciones, con el ataque y
el juego de posición como buques insignia (métodos que seguirían Cruyff, ya
como entrenador, entre otros, en el futuro).

Con una complicada fase de
clasificación de Países Bajos tras la mala experiencia de quedarse fuera en el
Campeonato de Europa de 1972, el equipo ‘oranje’ se enfrentaba a la oportunidad
de hacer historia aplicando el novedoso modelo futbolístico de Michels, apodado
por todos desde ese año como “fútbol total”. Pronto deslumbrarían con él en la
doble fase de grupos, ganando todos sus partidos (Uruguay y Bulgaria en la
primera ronda de grupos y Alemania Oriental, Argentina y Brasil en la segunda)
y en la que demostrarían que su condición de favorito, aunque tardía, no se
ocultaba a nadie. Catorce (curiosamente el dorsal de su estrella) goles a favor
y uno en contra era la carta de presentación de un conjunto neerlandés que, con
Cruyff a la cabeza, disfrutaba de lo que hacía como lo hiciera Alex en la
película de 1971. Amantes sinceros del fútbol que practicaban, Johann Cruyff y
sus ‘drugos’ (Suurbier, Neeskens, Jongbloed y cía) no se cansaban de crear
temor entre quienes por obligación, debían medir sus fuerzas con la ya
considerada nueva sensación del fútbol mundial. En la final, aunque golpeando
primera (con gol de Neeskens a los pocos minutos), Países Bajos debió hincar la
rodilla ante la rotundidad de una Alemania Federal bien plantada, que consiguió
dar la vuelta al resultado con la puntería de Breitner y la inteligencia y
olfato de Gerd Müller.

A pesar de la reeducación a la
que fueron sometidos los neerlandeses, forzando sus ojos a mirar ese choque de
realidad que supuso la cruel derrota en el último escalón, la forma en la que
maravillaron al mundo con su juego pudo sobrevivir al resultado nefasto que les
separó de la Copa del Mundo. Y así como siempre se ha dicho que “del segundo no
se acuerda nadie”, con Países Bajos en 1974, representada por Cruyff, amante y
protagonista de ese estilo de juego, se debe hacer una justa excepción.

Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".

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