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Modric y el reconocimiento tardío

Luka Modric,
un jugador bajito con un físico aparentemente endeble, fue fichado entre
murmullos. 30 millones (ahora la cifra parece de broma) por un jugador que el
equipo entonces dirigido por José Mourinho no parecía necesitar.

El menudo
croata, que ya empezaba a jugar más retrasado en el campo con Juande Ramos,
había mostrado su mejor versión cerca de la portería contraria. Sin embargo, el
preparador portugués estaba decidido a utilizarlo en la medular, a convertirle
en un futbolista total capaz de sacar el balón desde la defensa hasta acabar
una jugada en la frontal del área. “Tiene talento y disciplina táctica a partes
iguales. Es jugador de equipo, de proyecto común, que busca y se ofrece a sus
compañeros. Y además tiene un toque de clase, de magia, de los que gustan al
Bernabéu” declaró Mou, que insistió ferozmente en su contratación a lo largo de
todo el verano.

No pasaba
entonces el Madrid por un buen momento. Un punto en las dos primeras jornadas y
derrota en la ida de la Supercopa ante el Barça. Modric aterrizó un 27 de
agosto y debutó un 29 en el Santiago Bernabéu, conquistando su primer título
con apenas siete minutos jugados en una remontada mágica en el Bernabéu. Fue el
inicio de seis años históricos, en los que el croata ha crecido
futbolísticamente a pasos agigantados.

De no saber
dónde encajaría, a depender de él casi en exclusiva. De costar 30 millones a
recibir ofertas de 150. De estar en el ojo del huracán a ser un ídolo para la
afición madridista. De ser la cabeza visible de una selección construida a
trozos, a liderar un subcampeonato mundial tan imprevisible como memorable.

Modric,
pastor en una montaña de lobos y huido de la guerra de los Balcanes, hizo
historia en el Real Madrid a la sombra de gigantes como Cristiano o Sergio
Ramos. De Luka siempre se dijo que se notaba más su ausencia que su presencia.
Criticado por muchos en sus inicios, convirtió la zona del campo más vulnerable
del Madrid en una década a la clave para ganar tres Champions de forma
consecutiva.

En Can Barça
(y en España entera) pidieron a gritos durante años un reconocimiento mundial
para Xavi Hernández, máximo intérprete del cruyffismo, del mejor Barça de la
historia y de la edad de oro de la Selección española. Recibió dos balones de
bronce entre 2009 y 2011, siempre a la sombra de Messi, Cristiano y hasta de
Iniesta.

Este año,
con Modric a punto de cumplir 33 años, y tras una temporada inolvidable con la
conquista de la tercera Champions y la disputa de la final de una Copa del
Mundo con Croacia, por fin le llueven los reconocimientos. Mejor jugador del
Mundial. Mejor jugador para la UEFA. Finalista al The Best. Y a buen seguro
candidato al Balón de Oro. La tiranía de Cristiano y Messi parece romperse en
el siniestro circuito de los premios individuales, donde por fin un futbolista
que no parece futbolista, que escenifica lo que significa ser un jugador de
equipo, que huye de los focos y da una lección sobre el verde cada fin de
semana, puede ser condecorado como el mejor para Europa, para el mundo y para
la opinión pública. Larga vida a Modric.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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