Dicen que los dioses todo lo pueden. En la mitología, en la religión. Atalanta, heroína y extraordinaria cazadora, salió en la noche de Dublín a apresar a un Leverkusen con la escalofriante cifra de 51 partidos invicto en su posesión. Lo hacía, además, con las heridas de sus tres últimas finales perdidas a los mandos de Gasperini. Una caída tras otra, una tirita nueva. De todo se aprende, y de las derrotas mucho más. El abuelo tenía un plan. Tan sencillo como no dejar de parecerse a sí mismos y hacer lo de siempre; a pesar de tener frente suyo la ambición de un equipo que ya ha hecho historia esta temporada.
En la agenda de Gian Piero Gasperini no existe la posibilidad de procrastinar. Aferrado al tradicional dicho ‘no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’, empezó el trabajo desde su pizarra y se apresuró a crear un boceto que se definió con una excelente primer acto. La Atalanta fue superior al conjunto alemán en todas las facetas, igualando el sistema, con una presión asfixiante, desnaturalizando a su rival y con la eficacia en el marcador. En modo Dios, con un panel de control maestro. Ademola Lookman, con un hat-trick y poniendo el nombre de Nigeria en los focos, hizo el partido con el que todo futbolista sueña. Todo le salió bien. Arrancó el cartel de favorito que colgaba en el cuello del Leverkusen, lo hizo añicos y le dio un soplido para dejarlo en la nada absoluta. La DEA aniquiló, incluso, la posibilidad de la peculiar épica del Leverkusen; ni siquiera se dejó hacer cosquillas.
La Atalanta de Gasperini, fabricada con mimo y años de dedicación, ya coqueteó con Europa. Sus grandes resultados en la tabla italiana le invitaron a degustar la Champions League, llegando más lejos de lo que muchos hubieran apostado. Escribió una historia que siempre concluía con un casi en sus finales coperas. El cierre perfecto se le resistía, como un pelo que no alcanza en la coleta. Todo llega, aunque ya luzcas canas. El técnico del conjunto bergamasco, tras 30 años en los banquillos, ya sabe qué es levantar un título. El fútbol se lo debía. También lo sabe la DEA, y su emocionado presidente, con el primer trofeo internacional para la ciudad ‘de dos pisos’ y de corazón medieval. No es solo ganarla, es cómo lo ha hecho. La diosa ya tiene la llave del olimpo y su nombre está escrito en la historia de fútbol. Memorable.
