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Atletismo

Creer para ver

Meritxell Playà tenía unos siete años cuando, frente al televisor, algo le llamó la atención. Se trataba de un campeonato de salto de longitud que le atrapó desde el primer momento. Rápidamente le dijo a su madre: “Mamá, yo quiero hacer esto”. Fue un flechazo.

La joven niña no había practicado un solo deporte hasta la fecha y la razón tenía que ver con el color de su piel y sus problemas de visión. Es difícil imaginar la sensación de una madre cuando le dicen que su pequeña, con apenas seis o siete meses, es albina y no puede ver ni estar en contacto con el sol.

Así pues, Meritxell se enfrentaba a un mundo totalmente desconocido, tras una infancia en la que apenas había disfrutado de los placeres del deporte. “A una niña pequeña con discapacidad visual no la aceptan fácilmente en juegos de equipo. En los juegos de pelota, por ejemplo, yo no la veía. Encontrar un deporte compatible y donde te acepten y se comprometan a ayudarte es difícil”, contó la de Sant Cugat en una entrevista con BellaterraDiari

No obstante, aquello que vio en la televisión le animó a dar el salto definitivo con todo el apoyo de su madre. Contactaron con la ONCE y la Federación Española de Deportes para Ciegos (FEDC) y a partir de ahí comenzó a competir. Pronto demostró que tenía talento: con apenas 15 años estableció un nuevo récord de España junior en la prueba de triple salto T12 (ceguera total) con una marca de 9,78 metros. Se proclamó campeona nacional en esa categoría tanto en longitud como en 100 metros. Por supuesto, no dejó de contar con obstáculos: la actividad física y el cansancio le provocaban duras migrañas y mayor pérdida de visión, algo que con el tiempo ha sabido controlar. “La filosofía es ahorrar vista”, asegura.

En los siguientes años, no solo se alzó con la medalla de oro en el Mundial júnior de Nottwil (Suiza) y con la plata en el Europeo, sino que en un control de la Federación española igualó la marca de 4,98 metros con la que la brasileña Silvânia Costa de Oliveira se hizo con el oro paralímpico en Río de Janeiro.

En los Juegos Paralímpicos descansan los grandes sueños de la joven catalana, obsesionada con la cita desde hace más de un lustro. Su pasaporte hacia Tokio lo consiguió en el pasado Mundial de Dubai, gracias al bronce logrado en clase T11 y en donde llegó a estar a un centímetro de la plata hasta el último salto. 

Meritxell, que además estudia Derecho, sabe que el deporte, inalcanzable para ella en el colegio, se ha convertido en el centro de su vida y en la aspiración para llegar a metas que antes parecían imposibles. “Es una necesidad, te enseña valores, te distrae, te crea vínculos humanos y te permite conocer nuevas culturas. El deporte es superación, no rendirse nunca, satisfacción de haber luchado por algo y conseguirlo», afirma. Seguro que sirve de inspiración para todos aquellos que, pese a sus discapacidades, sueñan con romper cadenas y emular a sus héroes.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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