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Fútbol

Merece la pena

Hace bien poco, hablé de esto con Mendo y Manchado. De esos gestos técnicos que, a veces de manera buscada o solo por suerte, nos hacen darnos cuenta de porqué, a pesar de ponerle ganas, chavales como nosotros, a veces con la misma edad, ganan balones de Oro mientras nosotros coleccionamos cromos de los mundiales. Es natural.

El caso es que discutíamos sobre si, en muchas jugadas con caño, este era realizado con intencionalidad o, solo por azares del destino, el balón encontró salida a través de las avergonzadas piernas del rival. Es cierto que puede ser un tema para tratar, puesto que no es sencillo el noble arte del caño, el túnel o la sotana, pero el caso es que a mí me da lo mismo. En un deporte en el que el balón entra o no, no solo por habilidad, sino por suerte, a mí me vale todo. Como Galeano, pido limosna en forma de regate, de filigrana o de pase virtuoso en el campo de juego, sea este de césped y lujo o de barro y hormigón.

El azar forma parte del juego. Como bien cuenta Woody Allen en su película ‘Match Point’, la pelota puede caer a un lado de la red o al otro, haciendo que gane o pierdas. La voz en off de Rhys-Meyers, llega a contar que “la gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuantas cosas se escapan a nuestro control”. Y así es. Y el fútbol, como la vida, también tiene esas cosas, ya sea para ver pasar el balón bajo tus piernas o conseguir que, también por azar, consigas evitar el desastre en el último momento. Hay trucos que se te graban en la cabeza.

Siempre recordaré el partido del Barcelona contra el Athletic Club en el que Ronaldinho hace varios sombreritos a dos rivales al lado de la banda. Digo recordaré porque lo tengo grabado en la cabeza, pero no sé ni cómo quedaron, ni qué se jugaban… podría ser un amistoso o un partido e homenaje a algún ex jugador en Miami, pero lo cierto es que solo recuerdo esa jugada. Pero qué jugada. Vivimos de los momentos que nos sacan de la normalidad. Esos que nos abordan y nos hacen movernos de la silla. Y, para vivir de esos, también es necesaria la suerte.

En enero de 2020, Hatem Ben Arfa llegaba al Real Valladolid. Venía tras un tiempo en blanco, de vacío, sin haber podido jugar nada tras su salida meses antes del Rennes. Es verdad que aquí hubo revuelo. Calidad le sobraba al francés. Pero algún kilo también. Y le molestaba despeinarse rematando de cabeza en la presentación en el José Zorrilla. Por hablar de carisma, hasta escogió llevar el ‘3’. Yo estaba contentísimo. Pero el caso es que apenas jugó un puñado de minutos. No encontró su sitio, no se adaptó, no se le dio la confianza… no sabemos (o no queremos saber), pero el caso es que el mediapunta apenas nos regaló cinco partidos de blanquivioleta, con solo dos titularidades, ante Sevilla y Valencia. El chico parecía ponerle ganas, pero no tuvo suerte. Y yo tenía muchas ganas de verle triunfar en Pucela, pero tampoco tuve suerte. Qué cosas.

El caso es que, tras salir de Valladolid (corriendo, diría yo), en Burdeos le llamaron y quisieron saber cuánto de suerte le quedaba a Ben Arfa. Firmó en octubre, le dieron el ‘8’ y a triunfar. Con Jean-Louis Gasset, lleva ya quince partidos (todos de titular), dos goles y cuatro asistencias. Se ve que la suerte ha querido estar de su lado en el sur de Francia. Su contribución no solo recuerda a sus mejores épocas, sino que está logrando hacer despegar a un Girondins de Burdeos que en las últimas campañas ha tenido siempre más dudas que certezas en la Ligue 1. Décimos en el campeonato galo, con treinta y seis puntos, al ritmo que marcan Hatem Ben Arfa y cía. Casi nada.

A mí dame jugadores de estos, de los que te regatean en una baldosa, aunque sea de rebote, a fuerza de intentarlo. De los que te buscan las cosquillas jugándose la tibia. De esos que lo mismo te ponen un pase milimétrico, como Bruno Fernandes, ante cualquier rival, o te ponen un balón en la escuadra para luego celebrarlo a lo Cantona, sin hacer nada. Sí, como Bruno Fernandes, también, el otro día ante el Everton. Será que soy más de flechazos. De enamorarme a primera vista. En el fondo soy un romántico. Y, para ellos, será el talento o será la suerte. O las dos cosas a la vez, en mayor o menor medida. Será lo que sea, porque yo no lo sé. Pero yo creo que merece la pena.

Imagen de cabecera: JOSE JORDAN/AFP via Getty Images

Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".

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