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María Costa, la esperanza del esquí español

Hace casi 50 años de la primera y única medalla de oro de un deportista español en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Fue en Sapporo, Japón, un 13 de febrero de 1972, cuando Paco Fernández Ochoa se proclamó campeón olímpico en eslalon especial, sorprendiendo a propios y extraños. Aquello se consideró una hazaña, una proeza para un país con escasa tradición en deportes de nieve y hielo. 

Tuvieron que pasar dos décadas para que su hermana, Blanca, se convirtiera en la primera mujer española en conquistar un metal en estos Juegos, un bronce en eslalon que marcó una época. Durante mucho tiempo se dijo aquello de “desde la medalla de Blanca en Albertville”. Hasta que en PyeongChang llegaron, por primera vez, dos medallas en una sola edición, las de Regino Hernández y Javier Fernández. Esta vez, sin embargo, no parece que vaya a ser un hecho aislado.

Y la demostración está en los Juegos de la Juventud, donde la delegación española se había marchado de vacío en las dos primeras ediciones y en la tercera, en Lausana, ya acumula cuatro medallas en seis días. La más significativa, sin duda, es la de una María Costa que se colgó el primer oro de nuestra historia en estos Juegos y el segundo en cualquier categoría olímpica tras el de Paco. La catalana, nacida en noviembre de 2002, se impuso en la prueba de sprint de esquí de travesía con un tiempazo de 3:22,45, más de dos segundos por encima de la italiana Silvia Berra.

Fanática del esquí de montaña, sus padres le animaron desde el principio y si desde muy pequeña ya estaba en contacto con la nieve, a los 11 años ya practicaba de forma habitual. Haber crecido en Bergadá, municipio leridano que participa tanto de los relieves montañosos del Pirineo como de la llanura de la depresión central catalana, le puso las cosas más fáciles. Pronto formaría parte del club Mountain Runners del Berguedà, y en 2016 ya entrenaba en serio de la mano de un entrenador personal. Un año después, en una progresión meteórica, pasó a formar parte de la selección española, con la posibilidad de acudir a citas internacionales. 

Pero el salto definitivo, el que le permitirá curtirse como las grandes esquiadoras del mundo, lo dio la pasada temporada al enrolarse en un instituto para deportistas ubicado a 1800 metros de altitud en Font Romeu (Francia). Allí, pese a la dificultad del idioma y la adaptación, disfruta de una educación de alto nivel que puede compaginar sin problema con entrenamientos y competiciones.

Con victorias en las tres carreras del Campeonato de España y situada entre las cinco mejores en casi todas las pruebas de Campeonatos del mundo, María se ha consolidado como una de las grandes esperanzas del esquí español, y más concretamente el femenino, donde nuestro país no cuenta con referentes desde la retirada de María José Rienda. El oro alcanzado en Suiza puede ser el principio de una carrera de lo más exitosa si se dan los pasos adecuados. Apunten su nombre.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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