Marc Márquez, crisis y calculadora

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Nacho GONZÁLEZ – Marc Márquez está en crisis. Y de las gordas. Al menos, atendiendo a los resultados. Eso sí, es necesario matizar que si Marc Márquez está en crisis es precisamente por ser Marc Márquez.

El Alfred Hitchcock de MotoGP vuelve a las andadas. Su talento para ir rápido en moto sólo es comparable a su facilidad para complicarse la vida cuando lo tiene todo de cara. Su mejor temporada tampoco ha sido una excepción: tras diez victorias consecutivas, sólo ha ganado una de las últimas cuatro carreras. En las otras tres ni siquiera subió al podio. En dos de ellas besó el asfalto.

Así que, comparando sus datos en los últimos cuatro grandes premios con los diez primeros; y con la temporada anterior, Márquez vive una crisis desconocida para él en la clase reina:

Delimitados ya los parámetros de dicha crisis –de la que sólo escapan las poles-, conviene buscar las causas e intentar predecir sus consecuencias. Ambas giran en torno al mismo elemento: la calculadora.

Está en crisis porque, viéndose con el título en la mano, decidió prescindir del uso de la calculadora, por más que él mismo intentase auto convencerse de lo contrario. La facturó en un vuelo a Asia, por si fuera necesario, pero creyendo que no lo sería.

En Brno ni se le pasó por la cabeza usarla. En Silverstone, menos. Misano era un buen escenario para el conformismo, pero el morbo de batirse en duelo con Valentino Rossi pudo más que los pensamientos a largo plazo. En Motorland no pensaba dar por buena ninguna cifra inferior a los 25 puntos.

El resultado: 13 puntos en la República Checa (4º puesto), 25 en Gran Bretaña (victoria), uno –y de milagro- en la Ribera del Rimini (15º) y tres en Aragón (13º). 42 puntos en cuatro carreras. Para él, calderilla.

La última vez que sumó menos de esa cifra en cuatro carreras consecutivas fue en el nefasto inicio de su periplo en Moto2 (2011), cuando no puntuó en las tres primeras carreras. Ganó la cuarta. Esa misma temporada sólo pudo sumar 36 puntos en los cuatro últimos grandes premios, pero fue porque no pudo tomar parte en los dos últimos.

La consecuencia no es difícil de predecir: su calculadora está esperando en Motegi. No la mostrará desde el semáforo, desde luego. Saldrá a ganar, por supuesto; pero la tendrá guardada en la manga del mono; y si es necesario, ponerla a funcionar.

Después de los últimos desastres, el 93 está decidido a regalarle el título a su jefe en su casa. En su cabeza estaba plenamente instalada la idea de volver a proclamarse campeón en suelo español. Pasado ese tren, no quiere dejar pasar el vagón nipón. No va a permitirse otro fallo.

No obstante, esta vez su riesgo tendrá un límite. En el pasado, ha demostrado tanto su voracidad por ganar como su capacidad de contenerse cuando ha sido necesario (Valencia 2010 y 2013); así como de salir de las crisis por la puerta grande.

En Motegi pondrá un poco de cada, con el objetivo de proclamarse campeón en ‘casa Honda’ y devolver la sonrisa al rostro de Shuhei Nakamoto-san. Irá a por la victoria, por supuesto, pero ya le ha puesto pilas nuevas a su calculadora. Sólo por si acaso.

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