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¡Maldita Academia!

No es ninguna novedad que el Atlético de Madrid tenga jugadores lesionados. De hecho, ya es el pan nuestro de cada día, el abecé de la temporada y una variable que debería dejar de sorprender: lo normal es que el Atleti tenga miles y millones de percances físicos cada campaña. La noticia no es que un perro muerda a un niño, sino que un niño muerda a un perro. Las 50 lesiones sufridas el curso pasado dan fe.

Pero lo que no viene siendo normal, o sí pero descorazonador, es cuando la situación sucede en chicos de la cantera dispuestos a dar el paso adelante necesario cuando de verdad pueden aportar. ¿El último? Darío Póveda, que esta temporada había marcado 10 goles en 10 partidos con el filial, que ya había debutado con el primer equipo y que era una opción clara de Simeone ante la baja prolongada de Diego Costa y la falta de gol de una plantilla que vive con la pólvora mojada.

Muchas situaciones se tienen que dar para que un jugador de la cantera tenga minutos. Para empezar, debe ser un proyecto de jugador excepcional. Si el Atlético, en el mercado de fichajes, va a buscar un delantero top, su jugador de cantera que puede contar con minutos debe tener una proyección para ser uno de los mejores arietes del mundo. Eso pasa en todas las mejores casas y en todas las posiciones. Por eso, cuesta mucho ver jugadores consolidados en cualquier equipo potente de Europa con asiduidad que vengan de las categorías inferiores.

Después, el jugador, además de talentoso, ha de contar con la fortuna para él e infortunio para ‘su rival’ de tener una situación en la que pueda ser llamado. Si en una lista de 18 jugadores acuden Diego Costa, Morata y Griezmann, cosa que sucedía el año pasado, además de Correa o Vitolo ¿Cuándo queremos que juegue Borja Garcés? Pues cuando hay varios de ellos KO.

Pero lo de tener un jugador talentoso que tiene el momento perfecto para dar el salto y se queda en el camino al Atlético le viene de lejos. Le pasó con Borja Bastón, uno de los mejores goleadores de la historia de las categorías inferiores en España y que vio su carrera truncada cuando con apenas con 17 años, el día de su debut como profesional, se partió la rodilla cuando solo llevaba 15 minutos sobre el campo.

Fue en la última jornada de la temporada 2010, el Atlético venía de ganar la Europa League hacía tres días, Borja había sido Bota de Oro del Mundial Sub17 apenas cinco meses antes y el Atlético, acogido a los goles de Forlán y Agüero, buscaba desesperadamente una alternativa a estos dos y vivía con miedo a que alguno se acatarrara. Borja, mal llamado sucesor de Fernando Torres por el simple hecho de ser un muchacho al que se le caían los goles de los bolsillos en la cantera, estaba destinado a ocupar una plaza en el equipo en la temporada siguiente, pero nunca pudo ser.

Se perdió la pretemporada y, en una edad en la que uno necesita jugar, vio cómo en el largo proceso de recuperación perdía hasta el sitio en el filial, adelantado por un Ibrahima Baldé que luego jugó un papel crucial en el primer equipo siendo alternativa a los dos puntas sudamericanos. Borja, encima, recayó con algún que otro problema en la articulación y su sueño de triunfar en el Atlético quedó triturado y su carrera, que tenía proyección para ser un goleador de tronío, está pasando desapercibida y con muchos altibajos.

Si uno cambia el nombra de Borja Bastón por el de otro Borja, Garcés, la historia puede ser muy parecida. El curso pasado, aún sin Morata, con Diego Costa lesionado y con Griezmann pensando en las musarañas, el Atlético necesitaba un tipo con gol. Y ahí, Simeone, miró en la cantera. Garcés debutó con gol, pero a las pocas semanas se lesionó de gravedad. ¿La lesión? La misma que la de Bastón: rotura de ligamentos de la rodilla. Nueve meses después, Garcés se ha recuperado, hace apenas unos días reapareció con el filial, pero de titular indiscutible ha pasado a, de momento, suplente, porque su sitio lo habían cogido Sergio Camello y Darío Póveda.

El primero, Camello, fue el otro delantero del filial del que tiró Simeone el curso pasado cuando Garcés se fue a la enfermería. Otro muchacho nacido para el gol que no tardó en demostrar en Primera División que va a estar para grandes batallas en no mucho, pero la mala suerte de los delanteros se cebó con él. Hace unos meses fue intervenido, pues se rompió un dedo del pie y acaba de volver a competir hace nada.

Y con estos dos en el dique seco, con Diego Costa eternamente lesionado, con Morata con la pólvora mojada y con Saponjic en paradero desconocido, esta temporada Simeone ha tenido que mirar otra vez a los muchachos del filial. El elegido ha sido Darío Póveda, cuyos registros estaban siendo impresionantes. Póveda no se crio en el Atlético, de hecho, llegó la temporada pasada desde el filial del Villarreal, pero sí era una de las caras visibles de La Academia.

Su puesta de largo con el primer equipo también fue muy positiva. No marcó, pero estuvo muy cerca y lo habría hecho si no le hubieran hecho un penalti que el VAR no revisó cuando solo tenía que empujar la pelota para dar la victoria al equipo ante el Granada. Darío, con unas cifras potentes, tenía sobre la mesa ya ofertas para marcharse en invierno a equipos de Segunda División, pero la confianza que había mostrado el primer equipo en él para suplir la falta de gol le había hecho tomar la decisión de quedarse.

Este fin de semana, Darío Póveda ha emulado a Borja Garcés y Borja Bastón y se ha partido el cruzado de su rodilla. Los peores pronósticos se han cumplido tras salir cojeando del césped. Y es que si es difícil tener una oportunidad en un primer equipo, es dolorosísimo cuando una lesión de gravedad te impide demostrarlo cuando esa ocasión aparece. Ya deja de ser noticia también, que La Academia sigue los pasos del primer equipo. Malditas lesiones.

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