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Ligue 1

Lo que Bosman se llevó: Hidalgo, el líder tranquilo de una generación excepcional

Centrocampista de buen pie en el Reims de los 50, Hidalgo había absorbido las enseñanzas de Batteux durante su etapa en la región de Champagne, y comenzó a ponerlas en práctica en el banquillo desde su primera experiencia en el Monaco a finales de los 60. En 1973 el entrenador de moda en Europa, el rumano Stefan Kovacs, el hombre que había liberado todo el potencial de una excepcional generación de jugadores en el Ajax, se hizo con las riendas de las selección francesa. Hidalgo se incorporó al organigrama para ser su asistente. Ya desde el comienzo Kovacs declaró que el objetivo era crear una estructura y proyecto a ocho o diez años que colocase al fútbol francés en la élite del balompié mundial. Bajo el mandato del rumano y de Hidalgo, fueron poco a poco apareciendo prometedores jóvenes que se incorporaron al equipo nacional. Kovacs hizo hincapié en el talento y en la libertad de ese talento para producir el mejor fútbol posible. Lo cierto es que las nuevas piezas eran todavía muy nuevas y las viejas no eran lo suficientemente buenas. Francia no se clasificó para el Mundial 74 y tampoco brilló en la clasificación para la Euro 76. Se ganaban batallitas pero se estaba aún lejos de ganar guerras. En noviembre del 75 Hidalgo ascendió a seleccionador. Y como la hormiguita trabajadora que había sido como jugador y como presidente del sindicato de futbolistas, poco a poco el proyecto del que había hablado Kovacs fue tomando cuerpo, y lo hizo bajo los principios que de siempre había mamado Hidalgo, los de un juego abierto, técnico y ofensivo. Al armazón que le proporcionaba el fabuloso Saint-Etienne que conquistaba los corazones de los europeos a mediados de los 70 se unió con la camiseta bleu el genial líbero Marius Tresor, del Olympique de Marsella, todo un portento físico y técnico. Además, el veterano Henri Michel del Nantes tomó las riendas del centro del campo francés. Michel era una versión joven de lo que había sido Hidalgo como centrocampista y rápidamente se convirtió en su mano derecha en el campo. Con los años lo sería en el banquillo, con y sin Hidalgo. El goleador del Lyon Bernard Lacombe, que sería uno de los grandes cañoneros de la historia del campeonato francés también se incorporaba al grupo.
Todos juntos formaban un esqueleto magnífico para un equipo competitivo, pero faltaban el corazón y el cerebro. Y eso es lo que aportó la nueva generación, la que lideraba Michel Platini.

Para el Mundial del 78 en Argentina, el primer torneo para la selección francesa desde el verano del 66, Michel Hidalgo comenzó a contar con una serie de jóvenes que cambiarían el rumbo del aún entonces acomplejado fútbol francés. Allí estaban ya un joven defensa del Metz, Patrick Battiston, un escurridizo y polémico atacante del Lens, Didier Six, un potente carrilero del Nantes, Maxime Bossis, y sobre todo el número 10 del Nancy que había ganado la Copa de Francia, Michel Platini. El hombre más influyente de la historia del fútbol galo.

Poco antes de partir para Argentina, un grupo de activistas en contra de la celebración del Mundial en un país asolado por la dictadura militar intenta secuestrar a Hidalgo y su esposa. La cosa les sale mal, afortunadamente. A pesar del susto, Hidalgo y sus chicos deslumbran con su juego en los campos argentinos, pero caen en un grupo muy complicado, con los anfitriones, Italia y la poderosa selección húngara de Nyilasi y Torocsik. Contra Argentina Francia juega realmente bien (Platini marca su primer gol en los Mundiales), aguanta el tipo contra los italianos (que tienen que remontar un tempranero gol de Lacombe) y derrota a los magiares dejando un gran sabor de boca. Francia se va en primera ronda, pero es señalada como uno de los conjuntos a seguir tras el Mundial. A modo de curiosidad, los franceses usarán a sus tres guardametas en Argentina, presagio de lo que será una inacabable búsqueda de un portero de nivel para este equipo en los siguientes años.

Se espera mucho de ellos en la Eurocopa del 80, pero caen en la fase de clasificación. Sin embargo, en esta serie de partidos entran en el equipo otros jugadores que marcaran el destino del combinado nacional. El pequeño cerebro del Girondins de Brudeos Alain Giresse, así como su compañero Jean Tigana, un centrocampista de extraordinaria movilidad y despliegue, pero técnico y con visión de juego. Giresse era la materia gris hecha futbolista, Tigana era un torbellino. También hace su presentación el número 10 (aunque siempre usase el 9), del Sochaux, Bernard Genghini. Llegador excepcional desde segunda línea y un excelso tirador de libres directos, tan bueno como Platini, y que fue opacado como todos sus compañeros por el brillo del astro de Joeuf. Pero aquí reside la grandeza de esta selección, en la subordinación al equipo de jugadores que podrían haber sido la vedette en cualquier otro.

En las clasificatorias para la Copa del Mundo en España es donde realmente Francia da el salto de calidad. El grupo es muy igualado, con belgas, irlandeses y holandeses además de los galos. No se resolverá hasta el último día. Francia se complica la vida con dos derrotas en Rotterdam y Dublin. La defensa y el centro del campo parecen dos zonas seguras para Hidalgo, donde hay jugadores de calidad y que rinden de manera consistente. La portería y el ataque son un dolor de cabeza. Hidalgo usa a tres porteros en este grupo, Castaneda (Saint-Etienne) y Dropsy (Sochaux) se reparten los minutos con ventaja para el primero, y también hay un partido para Hiard, del Bastia. En ataque hasta catorce jugadores tienen una oportunidad, la mayoría de ellos buenos atacantes, tanto por el centro como por las bandas, pero que van a rendir infinitamente mejor en sus clubes que en la selección. Six, Rocheteau y Lacombe son los más utilizados.

Francia va a jugarse la clasificación a cara de perro con los neerlandeses en el Parque de los Príncipes. El 18 de noviembre de 1981 se juega uno de los partidos más decisivos de la historia del fútbol francés. Los bleus se enfrentan al finalista del Mundial anterior en el que todavía juegan estrellas como Neeskens, Krol o Rep. La derrota es sinónimo de eliminación y fin de una época dorada para los neerlandeses. Para los locales, sería un golpe mortal a un proyecto prometedor.

Hidalgo, además, se la juega al cien por cien con sus principios. Por primera vez alinea a tres centrocampistas creativos junto a tres atacantes. La derrota en Irlanda había sido con un equipo defensivo, así que Hidalgo preferirá morir con sus ideas llegado el caso. Giresse va a actuar como centrocampista más ofensivo, mientras Platini y Genghini jugarán un poco más atrás, con más ida y vuelta. Rocheteau parte desde la derecha, reviviendo sus días como ángel verde en Saint-Etienne. A los 52 minutos Platini marca de falta, rompiendo el equilibrio y calmando los nervios de la parroquia local. Six, aprovechando un centro desde la izquierda de Rocheteau, liquidará el encuentro a ocho minutos del final. Francia salvaba el match point y afianzaba el estilo que haría eterna a esa generación. 

Una vez confirmada la clasificación, los franceses ganan confianza con dos victorias muy convincentes ante Italia (2–0) e Irlanda del Norte (4–0). Contra los italianos Platini marca un célebre gol de falta a Dino Zoff que cerrará para siempre el debate sobre quién lanzaría los golpes francos en la selección. Genghini era tan bueno en esa suerte que aunque parezca increíble, a esas alturas se dudaba entre él y uno de los mejores lanzadores de todos los tiempos. También en ese partido marca el jovencísimo Daniel Bravo, que con apenas 17 años aparece como la gran esperanza de la siguiente generación francesa. A partir de aquí algo deja de hacer click y Francia va a perder dos amistosos en casa ante Perú y País de Gales, además de un insulso cero a cero ante Bulgaria. Se llega con dudas a España a pesar de que seguramente Hidalgo cuenta con su mejor equipo. Una defensa de lujo con Tresor, Battiston, Janvion, López y Bossis a los que se une el fabuloso lateral Manuel Amoros, y un medio del campo espectacular, con Platini, Giresse, Tigana y Genghini (el carré magique original), más la presencia de René Girard como centrocampista más defensivo y la confirmación de Jean-François Larios, una de las estrellas del Saint-Etienne como opción en cualquiera de los puestos y roles del mediocampo. Larios tenía un físico privilegiado, era alto, su despliegue era digno de un box-to-box inglés y no era nada malo técnicamente. También era un tipo atractivo. Y tuvo la mala idea de intimar con la señora Platini. No pasará desapercibido. La portería genera dudas ya que ni Castaneda, ni Dropsy, ni Baratelli, ni Ettori son guardametas de garantías, aunque la temporada del primero es muy buena y debería ser el titular indiscutible. Algo que no ocurrirá y creará profundo malestar en el seno de la concentración. Castaneda se toma fatal su suplencia con respecto a Ettori, apuesta arriesgadísima que costará cara. En la delantera mucha movilidad pero poca contundencia. Aún así, en conjunto la selección francesa promete mucho.

El equipo francés, antes del Mundial 1982: Tresor, Baratelli, Amoros, Janvion, Jean Tigana, Lopez, Soler, Giresse, Lacombe, Michel Platini, Six. (Central Press/Getty Images)

Comienza mal, perdiendo contra Inglaterra en Bilbao, en un partido donde Bryan Robson marca a los 27 segundos de partido. Ettori será un flan, algo imperdonable en el área cuando juegas contra Inglaterra, Francia se recuperará y jugará de tú a tú contra los hombres de Ron Greenwood, pero mientras la Policía Nacional se liaba a palos con los hooligans en las gradas de San Mamés, la mayor capacidad de los ingleses para definir sus oportunidades marcó el resultado final del partido. Tres a uno y todas las dudas de la preparación parecían confirmarse para los franceses. Contra los flojos kuwaitíes, Hidalgo vuelve al sistema del partido contra Países Bajos: Giresse, Platini y Genghini en el medio, Lacombe, Six y Soler adelante. Tigana sigue en el banquillo. Larios desaparece de la alineación. Francia gana 4–1 en el famoso encuentro donde el jeque kuwaití trató de parar el mismo y hacer que su equipo lo abandonase en protesta por una decisión arbitral. Francia respira, suma dos puntos, y necesita seguir sumando contra los veteranos checoslovacos. Hidalgo mantiene el equipo y se rasca un punto. Clasificados como segundos y, sorprendentemente, los resultados de los demás grupos deparan una liguilla de cuartos de final con Austria e Irlanda del Norte. Asequible si Francia rinde como sabe.

A partir de este momento, los galos desarrollan un juego de toque, preciso y veloz que les lleva en volandas en esta segunda fase en el Vicente Calderón. Aquí despega definitivamente el fútbol champagne. Sin Platini, sancionado, el centro del campo liderado por Genghini, acompañado de Giresse y Tigana, funciona de maravilla. Los austríacos caen por uno a cero gracias a otro fantástico gol de falta de Genghini (ya había marcado contra Kuwait). Un resultado que no refleja la superioridad de los galos y que sí hace mucho hincapié en su tremenda falta de gol. Contra Irlanda del Norte, Hidalgo da otra vuelta de tuerca al equipo. Tras la excelente actuación del anterior partido decide no retirar a ninguno de los centrocampistas y simplemente volver a introducir a Platini en el equipo. Se pasa a un 4–4–2, con dos puntas muy móviles. Estos dos delanteros, sean quienes sean, van a dedicarse a caer a las bandas, arrastrar marcajes y abrir espacios para los centrocampistas. Platini asume el papel de jugador más ofensivo del cuarteto central y deja la creación a sus tres escuderos. Francia destruye a los rocosos norirlandeses. Rocheteau está inspirado y marca un doblete, Giresse, llegando desde atrás otros dos. Les bleus se aseguran el pase a la semifinal de Sevilla donde se enfrentarán a un equipo completamente antagónico, la Alemania Occidental más poderosa físicamente que se recuerda.

Y aquí, en uno de los mejores partidos del siglo, contra un conjunto que ponía en el campo kilos y kilos con jugadores como Dremmler, los hermanos Förster, Briegel, Hrubesch, etc, Hidalgo arranca sin medio defensivo. Con cuatro jugadores de toque como eran Tigana, Giresse, Genghini y Platini: tres números 10 más un volante mixto. Osadía total. Los franceses se encuentran cómodos y solamente el fondo físico del equipo alemán les permite seguir el ritmo de un conjunto donde el balón se movía a la velocidad de la luz, donde sus tres números 10 rotaban posiciones con total naturalidad, y sus laterales Amorós y Bossis se comían la banda ellos solos, mientras Tresor y Janvion aseguraban la defensa. Littbarski adelanta a los alemanes, gol rápidamente contestado por Platini de penalti. Con Dremmler encima de Platini, la movilidad entre líneas de este se antoja crucial. El esquema de Alemania es bastante fluido debido al constante intercambio de posiciones que provocan las marcas individuales. Kaltz, seguramente el mejor lateral y centrador del mundo, se pasa gran parte del encuentro incrustado en la posición de central junto a Stielike, ya que Karl-Heinz Förster sigue al hiperactivo Six. En el centro del campo, el poderoso Briegel era un incordio para los creativos franceses. En la segunda parte, Hidalgo cambia el esquema, retirando a Genghini para dar entrada a Battiston. Tres centrales que permitiesen las subidas de los laterales, especialmente Amoros, y diesen todavía más libertad a Tresor para incorporarse a posiciones adelantadas. Diez minutos después de este cambio, llega el punto clave del partido, la brutal entrada de Schumacher al recién entrado Battiston. Se llegó a creer que el francés había muerto. Una vértebra, tres dientes rotos y conmoción cerebral. Al árbitro Corver no le pareció ni falta. El golpe anímico es tremendo, también el táctico. Hidalgo debe gastar una sustitución más que le impide dar aire a su medio del campo. El partido termina 1–1. Y se va a la prórroga, donde Francia arrasa a Alemania. 3–1, con tantos de Giresse y Tresor. Es aquí donde la falta de cambios empieza a afectar a Francia. Y quizá también el mal de altura, el miedo a ganar. Alemania, renacida y liderada un fresco Rummenigge y las acrobacias de Klaus Fischer, empata. En los penaltis, ocurre lo inevitable. La derrota más dolorosa de toda una generación.

Imagen de cabecera: STAFF/AFP via Getty Images

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