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Fútbol sudamericano

Lino Alonso, el imprescindible

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”
Bertolt Brecht

No es un lugar común sino una afirmación respaldada en hechos decir que Lino Alonso es posiblemente el personaje más influyente en la historia del fútbol venezolano. No hay atenuantes sino argumentos de peso: El estratega tuvo un papel fundamental en todos los hechos más importantes en la historia del balompié venezolano a nivel de selección y un rol como formador en la mayoría de futbolistas que han triunfado en la Tierra de Bolívar en los últimos años. No es casualidad que el balompié criollo se haya enlutado el día de su partida. Tampoco lo es que jugadores de la talla de Tomás Rincón le haya escrito una carta pública de despedida, o que entrenadores y periodistas, incluso los que lo adversaron, le recordaran el día de su marcha. Se había ido un imprescindible.

Nació en España y se hizo venezolano por convicción, como tantos inmigrantes que llegaron al país sudamericano buscando refugio tras las guerras que sacudían al Viejo Continente. Y Alonso le retribuyó todo a Venezuela. Tuvo un mérito extraordinario: Empezó a trabajar por su fútbol y cosechó resultados. Llegó a un balompié humilde y lo dejó en instancias competitivas. El mundo del fútbol le recompensó: permitió que estuviera en el banquillo de la primera selección venezolana en ir a un Mundial, en el ya lejano Sub 20 de Egipto del año 2009. En esa oportunidad formó parte del cuerpo técnico que comandó César Farías y que tuvo a César Baena y Marcos Mathías, entre otros integrantes, en el que Alonso, por su experiencia y por su rol paternal, siempre tenía una palabra privilegiada. Era el consejero, la sabiduría.

El mandamás llegó a un país con un fútbol dormido y trabajó por su auge. Buscó jugadores en todo el país y estrechó lazos para que el deporte más importante del mundo se desarrollara en la nación suramericana. Además se dio el lujo de guiar a la Vinotinto que despertaba a salir campeón de los Juegos Centroamericanos de 1998, de estar cerca de llegar a los Mundiales juveniles Sub17 y Sub20 y de quedarse a dos puntos del Mundial de mayores de Sudáfrica. En el banquillo vivió estos hechos y más. Celebró un triunfo contra Argentina y contra Brasil, impensado años antes, y recorrió el Mundo con el Pabellón Nacional.

Lino tuvo otro reconocimiento: amigos en todo el mundo. Estuvo en Paraguay, Bolivia y México como cuerpo técnico y dejó regado amistades en el fútbol mundial. Todos lo respetaban y lo escuchaban. Y en cada opinión dejaba en alto al fútbol venezolano, Y eso se le agradece.
Se fue, su llama se extinguió rápidamente pero su legado quedará por siempre en la Tierra de Bolívar. El fútbol venezolano fue otro con él y eso es hacer país. Y por ese detalle de enaltecer un gentilicio es que su obra es imborrable. Por eso fue un imprescindible.

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