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Limpiemos el fútbol

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El deporte es un entorno ideal para favorecer el desarrollo moral del individuo, la famosa educación en valores, vamos. Esto es algo cierto, siempre y cuando dicha práctica deportiva transcurra bajo las condiciones adecuadas y todo su entorno se comprometa a la creación de las mismas. Pero esta circunstancia es verdaderamente difícil de llevar cabo, e incluso, puede parecer algo utópico.

En la actualidad, el deporte profesional es de todo menos una fuente de transmisión de valores. Prueba de ello es lo acontecido en los últimos derbis protagonizados por el RCD Espanyol y el FC Barcelona, donde se han violado numerosos códigos éticos y del juego limpio, tanto en el césped como en la grada. Sin duda, un espectáculo bochornoso que, por desgracia, parece haberse convertido en un complemento más de toda esta parafernalia que rodea al mundo del fútbol. No es el primer caso ni será el último. Mañana o pasado cambiarán los actores y el escenario, pero el odio será igual o análogo. Es un mal endémico del fútbol mundial, especialmente de Latinoamérica y Europa.

El fútbol profesional cada día se parece más a un acontecimiento bélico, y esto hay que pararlo. Ofensas desde la grada, insultos, patadas malintencionadas que buscan hacer daño, declaraciones que lejos de cerrar rencillas las abren más, etc.. El deporte rey es pasión, es competición, sí, pero no es violencia. No convirtamos los campos y estadios en lugares deleznables en los que nuestros pequeños sean testigos de auténticas barbaridades. Los niños deben ser un bien protegido, y lo cierto es que los espectáculos que ven a menudo en muchos campos europeos provocan que cada vez sean más los padres que se piensan dos veces el llevar a sus hijos al estadio.

 

Vivamos el fútbol como lo que es: fútbol. Una de las disciplinas deportivas más maravillosas que existen y que mayor número de seguidores despierta. Gracias a él, cientos y cientos de personas de distintas etnias, culturas, ideologías, géneros…, son capaces de aunarse bajo un mismo sentimiento. El Mundial o los Juegos Olímpicos son una buena prueba de ello. Demostremos que el fútbol es sinónimo de integración y de cooperación. Que, al igual que cualquier otro deporte, implica esfuerzo, afán de superación, constancia, disciplina por parte de aquel que quiere triunfar junto a un balón. Para ello todos debemos remar en una misma dirección. Rivalidad es una cosa, el odio y el desprecio más burdo es algo bien diferente.

Tanto aficionados como jugadores, entrenadores, organizaciones y entidades deportivas, federaciones, medios de comunicación y, sobre todo, los encargados de trabajar con niños y niñas, puesto que son el futuro, estamos en la obligación de limpiar el nombre del fútbol y del deporte. Pongámonos a ello, hay trabajo por delante.

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