Bajo la arbitrariedad del espacio y tiempo. Noventa minutos más. Sin pausas, esperas, ni falsos debates. Leo Messi ante Cristiano Ronaldo en un mismo terreno de juego. Con la Liga en el centro del campo, uno queriendo matar la magia de un plumazo y otro anular de un chispazo todo el trabajo. Quizás sea el último gran escenario antes de la gala del Balón de Oro. Matar o morir. Llorar o reinar. El Clásico siempre concede varias semanas de reposado reinado. Siempre algo muy útil por los meses que estamos. El Barça frota la lámpara, el Madrid aguarda el martillo.
Por una parte, el F.C.Barcelona, ese equipo que busca encontrándose. Ya no juega a eso que jugaba. Tras dos empates seguidos, Real Sociedad y Hércules, tres si contamos el del Málaga recientemente refleja que no es el mejor momento del F.C.Barcelona en cuanto a juego e ideas. Del mismo modo, no sabemos si eso supone el mismo o mayor peligro para el Clásico. Ahora cuándo puede, te mata a la contra y vive del hambre del tridente. Con Piqué en el campo, detrás hay un hombre que lleva el timón. Una de las mejores noticias en Can Barça es la posible vuelta de Andrés Iniesta, un hombre con buen uso de la razón con el balón en los pies que siempre ofrece una limpia y rápida circulación. Y estén estos o no, se constipe toda la plantilla, siempre habrá uno en el que confiar. Amigo Lionel.
Leo Messi no sabemos si fue bautizado. Dicen que cuando uno se moja en agua bendita, se llena de gracia y borra el pecado original. No hay línea de tiempo que justifique cuando el argentino lleno de gracia su juego, inspiró a músicos y poetas y por encima de todo, descifró nuevos caminos en la búsqueda del gol. Del mismo modo, no hay pecado más original que enfrentarte en la frontal de tu área ante los pies de Lionel. Siempre con hambre, contra los blancos se ha convertido en devorador. Desde aquel hat trick en un trepidante 3-3 en el Camp Nou, Messi no ha dejado de atentar contra la casa blanca y el sábado no es por diversión, sino por urgencia.
Y al otro lado del centro de campo, los caballeros vestidos de blanco. Decía Iñako Díaz-Guerra «El Barça sabe a lo que jugaba, pero ya no tiene ni idea de cómo se hacía. Cruza los dedos y mira a Messi. El Atleti sabía a lo que jugaba, pero quiso reinventarse, titubeó y ahora anda intentando regresar al modelo primigenio. El Madrid, mientras, no sufre estas paranoias de pobres. Le importan un carajo el estilo, la poesía, y las crisis de identidad. Sabe tan bien a qué juega que ni necesita planteárselo. La única filosofía del Madrid es ganar. Y va el cabrón y gana sin parar«. Y mucha certeza lleva. El pasado sábado ante el Sporting de Gijón fue un fiel reflejo de eso que llaman ‘Así gana el Madrid’. No sé sabe ni cómo ni cuándo. En qué momento se gestó la victoria pero el Madrid siempre suma de tres en tres. Está constante es el reflejo de la tabla, un Madrid que de ganar en el Camp Nou le daría una bofetada a mano abierta su eterno rival. Y con Zidane sin poder contar gran parte de la temporada con su pareja de centrales titulares, ni Casemiro, ni Modric cuando esta Kroos y viceversa y cayendo a ratos sueltos uno por uno los integrantes de la BBC.
Visitará el Camp Nou con Cristiano por bandera. Después de renovar hasta 2021, con su hat trick en el Calderón y una Eurocopa bajo del brazo. Uno se pregunta por los límites del ser humano. Porque de este, lo poco sabemos es que es humano. Que ha sido una constante evolución. Un hombre que se hizo un nombre a través del hambre. Y ese apetito no se ha saciado después de 30 años dándole patadas a un balón. Cristiano se ha adaptado con los años. Ha dejado de ser aquel extremo espigado y habilidoso para pasar a ser un rematador total. Su cabeza, esa que muchos destruirían es el motor que le permite caminar hacia delante. Y para caminar sin caerse, uno debe de aplastar. Precisamente eso busca Ronaldo en su visita el sábado al Camp Nou, dejar un vacío en la clasificación.
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