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La vida extra de Antonio Cassano

Bari, Roma, Real Madrid, Sampdoria, Milan, Inter y Parma. Siete equipos para siete vidas. Con sus éxitos, fracasos, auges, recaídas, aplausos, polémicas, fantasías, apatías, dietas yoyó y demás peripecias. Siete vidas. Como las de un gato. Ocioso, taimado y jactancioso. Capaz de hacer malabarismos con su ovillo particular, de despanzurrarse durante horas al sol, de surgir y resurgir de entre las sombras o de caer de pie desde el tejado. Todo, siempre y cuando le venga en gana hacerlo, claro.

Tras medio año sin equipo después de desvincularse en enero pasado de un Parma en barrena e incapaz de asumir el pago de los salarios, Cassano regresó en verano a la Sampdoria en busca de la enésima, y quizá la última, redención en el lugar donde tiempo atrás había conseguido mostrar su talento de forma más constante. Sin embargo, pronto quedó patente que su rol en el equipo entrenado por Walter Zenga iba a ser poco más que un ornamento residual, un recurso en la rotación, dotado de la calidad imperecedera de la que echar mano como baza desesperada y de última hora pero repleto de muescas de abulia demasiado evidentes como para confiar en ellas de principio a fin en cada partido.

Así pues, Cassano apenas regaló algún pequeño destello de esa enorme clase de barrio que atesorará siempre en sus botas y que permanentemente a lo largo de su trayectoria se ha empeñado en alicatar de polémicas extradeportivas y socavones de rendimiento. Contra pronóstico, la destitución del antiguo mítico portero del Inter como técnico blucerchiato, la llegada de Montella y el pobre bagaje futbolístico del equipo le abrieron las puertas para empezar a tener más minutos y con el transcurso consecutivo de los mismos, también una mayor motivación. No era difícil.

Desde el tercer partido en el banquillo de Vincenzo Montella en la Sampdoria, Cassano se convirtió en titular indiscutible y en la única pieza de orfebrería disponible capaz de sostener una idea ofensiva que se pareciese mínimamente al concepto de juego de su entrenador. Un Montella privado por las circunstancias de poder realizar la planificación y la composición de su plantel. Tanto es así, que Cassano se ha convertido, de facto, en el playmaker de la Sampdoria desde su posición de nueve mentiroso. Un novedoso rol, el de delantero regista, desde el que está siendo capaz de arrancar al espectador una media sonrisa y una entera satisfacción cuando el balón está de paso por esos pies suyos, escogidos entre un millón e infrautilizados como pocos jugadores han hecho en la época reciente.

 

Cassano es el punto de apoyo de cada ataque de calidad en esta Sampdoria, el hilo conductor de toda la fase ofensiva que ha improvisado Montella tras sus pésimos resultados iniciales. Hasta el extremo de estar situado, en muchas fases, varios metros por detrás del círculo central con el cometido de dar fluidez y lucidez a los suyos también en la salida desde campo propio. Él solito se ha encargado con su mera presencia de dotar de una idea a un equipo de notables nombres pero que vagaba sin rumbo ni plan desde el inicio mismo del campeonato.

Tamaña importancia táctica de su papel conlleva un escenario con un doble obstáculo a resolver para Montella: la dificultad de que un equipo comandado casi en solitario por Cassano no peque de inconstancia en sus propósitos y la altura del bloque a la hora de defender, ya que la presión en campo contrario es prácticamente inexistente con Cassano como punta de lanza y ello conduce a la Sampdoria a un repliegue masivo en su propia mitad y a la concesión de muchos metros de ventaja al rival, que apenas tiene que realizar esfuerzos para plantarse en tres cuartos de cancha, o a verse totalmente desbordada cuando la línea defensiva intenta, temerosa, plantarse en la medular.

De todas formas y a falta de pulir y corregir los citados contras, los pros de tener a un Cassano en un estado de forma aceptable en el once titular compensan sobremanera. Y es que Antonio está dejando toques exquisitos, es el mejor de los suyos cuando la Sampdoria recupera la pelota y a pesar de que, a menudo, vive lejísimos del arco, ya no cae tanto a los hacia los picos del área para asociarse en corto y acechar por allí y ejerce sobre todo por el carril central; se ha erigido como el gestor y jefe del departamento de calidad de cada uno de los ataques, aunque estos sean generalmente en transición. Tras un robo, balón a Cassano. Y a ver qué se le ocurre.

Esa es la premisa principal. Recibir, apelmazar, proteger, mantener, pisar, permitir que sus compañeros se sumen, soltar con su escandaloso juego de espaldas o abrir hacia los costados son las múltiples tareas de las que se ocupa un ‘Fantantonio’ que, pese a no ser un primor en la entrega debido a los riesgos imaginativos que se toma, es un facilitador de categoría extra gracias a su exquisita visión de juego, su control de la pelota y su inteligencia. Pueden ser pocos ingredientes para aliñar un equipo entero pero son suficientes para que la Sampdoria pueda aspirar a tener la posesión en campo contrario y, una vez allí, esperar que Cassano vuelva a incorporarse a la jugada para mejorarla o lanzarla hacia portería con alguno de sus trucos.

 

Así es cómo Cassano se ha ganado una vida extra. Siendo Cassano y sólo por serlo. Por ser todavía así de bueno. Enfatizar más su relación sobre el césped con un finalizador de notable nivel como es Éder, al que ha desplazado necesariamente a banda izquierda, y que la segunda línea, muy exigida por tener que recorrer tantos metros para sumarse a la acción ofensiva, le rodee más y mejor con desmarques, apoyos de continuación y varias líneas de pase y con nombres de una mayor naturaleza técnica y creativa como pueden ser los argentinos Ricky Álvarez y, sobre todo, el joven valor Joaquín Correa; puede ser una variante diferenciadora para que Montella, cuya Sampdoria juega ligeramente mejor que la de Zenga, empiece a cosechar una mejor media de puntos por partido respecto a la ya exigua con la que fue despedido su predecesor en el banquillo. Algo que todavía no ha conseguido.

A la Sampdoria, inmersa en un proceso de metamorfosis que necesita cierta calma para germinar, todavía le queda un largo trecho para poder considerarse un equipo competitivo al nivel de la teoría de su ambicioso proyecto y del excelente cartel de su entrenador pero, al menos, Montella nos está brindando la oportunidad de ver y disfrutar de la que puede ser la última resurrección de una calidad tan privilegiada como desaprovechada y de un tipo tan especial, único e incorregible como es ‘Fantantonio’ de Bari. Quizá el mejor talento italiano desde Totti y Del Piero hasta hoy. Merecedor por nivel técnico y puro fútbol de la gloria destinada a las figuras universales del balón pero lastrado en bucle por la profesionalidad propia de un trilero holgazán y socarrón.

“He arruinado mi carrera. Nunca me he preocupado en dar el máximo de mí mismo”, afirmaba muy recientemente en una entrevista en el canal televisivo Italia1. “Pero hay que ser feliz”, apuntillaba inmediatamente después con cierta resignación. Agotadas las siete vidas que posee todo gato común, un adjetivo siempre inaplicable en su caso tanto dentro como fuera del terreno de juego, Cassano trata ahora de estirar la vida extra que se ha ganado por pura destreza innata y de redimirse mínimamente en ella, consciente de su reiterado pecado. No poder llenar jamás el vacío del jugador mayestático que pudo y no quiso ser, será su única pero perpetua condena.

Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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