Sin siquiera abrirse de manera oficial el mercado de
invierno, bastantes son ya los nombres que han sonado para reforzar la
delantera del Atlético. La baja indefinida de Diego Costa y la
situación del olvidado Saponjic dejan huérfano en ataque a un Álvaro Morata
que está viviendo de demasiadas rachas en este pequeño tramo de temporada y a
quien un resfriado haría temblar los cimientos de todo el club.
Que el Atlético no tiene gol es evidente, que
necesita que otros jugadores colaboren a la hora de perforar las redes rivales
también. Y que las opciones que deja el mercado de enero suelen ser disparos
al aire que pueden salir muy bien o muy mal. Ningún equipo pone en el
mostrador a sus jugadores en mitad de temporada a precio de saldo, y es que
precisamente el equipo rojiblanco no pasa por un momento de lucidez económica. Antes
de entrar, dejen salir.
Ya aventuró Gil Marín que el equipo no puede acometer un fichaje como el de Rodrigo Moreno, quien en verano fue una opción real para apuntalar el ataque colchonero por cerca de 60 millones. Eso aleja también de la puja a quien es quizás el sueño de gran parte de la afición: Timo Werner, más rumor de correveidiles que opción real, pues el alemán, con esa cifra como PVP, no tiene ningún motivo para abandonar un RB Leipzig que marcha líder de la Bundesliga y podría llevar a cabo una gran gesta a la vez que está encuadrado con el Tottenham en octavos de Champions. Su sueño, además, es el Bayern Múnich, y va a seguir agotando veranos hasta que a Lewandowski se le apague la pólvora.
El escenario se abrió entonces para Cavani, viejo
sueño del cuerpo directivo rojiblanco. Y es que el uruguayo parece mantener
también ese idilio con el club, con quien ya llegó a asegurar el Profe
Ortega hace años se había llegado a un acuerdo económico en el que el
charrúa se había bajado el sueldo para jugar en el Metropolitano. ¿El
escollo? El PSG. En París no tienen ninguna necesidad de vender, aunque el
delantero acabe contrato en seis meses y en la memoria de todos está también los
dimes y diretes que mantuvieron los clubes hace tres y cuatro años por Motta.
Tampoco que el curso pasado los de Simeone no dejaron marchar a Filipe Luis
a Francia cuando le restaba solo un curso de contrato. Las relaciones no
son idílicas y las rencillas se mantienen. Ahora sería un soplo de aire fresco,
pero en verano no debería ser objetivo primario. Cavani, que cumple 33 años
en unas semanas y que lleva dos años con una condición física dudosa,
podría ser un error como fichaje de relumbrón si acaba siendo el suyo un
episodio como el de la vuelta de Costa.
Y es que el Lagarto no ha disfrutado nunca de una buena
situación desde que regresó al Atlético, más allá de aquella exhibición en
Tallín ante el Real Madrid. Sus números dejan que desear, sus lesiones
sacan a uno de quicio y su temperamento ha afectado más de la cuenta
pues ya todos le tienen la matrícula cogida y no dejan respirar a un
delantero que encuentra la excelencia cuanto más picante sea el escenario.
No cabe duda que Simeone le esperará y que Gil Marín
tragará con ello. Primero, porque no hay nadie dispuesto a hacer una oferta que
satisfaga al club y al jugador, y segundo, porque si de verdad recupera un
nivel alto de juego, que eso pasa por encontrar una regularidad de la que entre
unas cosas y otras no ha disfrutado, su rendimiento ya está de sobra
contrastado. No, Diego Costa no es el de hace cuatro años. Pero también es
cierto que siempre ha habido obstáculos que no le han dejado demostrarlo.
En junio la historia será distinta.
Pero el Atlético necesita un parche con urgencia para
terminar la temporada. La semana pasada, la nueva normativa en el fútbol chino,
por el cual ningún jugador cobrará más de tres millones limpios al año, colocaba
a Bakambu en el Metropolitano. Operación complicada, si se tiene en cuenta
que la ficha del congoleño es de 18 millones brutos y que aún puede
disfrutar de ellos durante dos años, pues la nueva regla no afecta a los
contratos ya rubricados. Así, si Bakambu quiere salir para volver a colocar su
nombre en el panorama mundial, él tendrá que bajar sus pretensiones o su
club correr con la mayor parte de los gastos.
Las últimas informaciones apuntan a Paco Alcácer, que
no ha sabido ganarse el sitio en ninguna de sus dos temporadas en Alemania. El
fichaje del noruego Haaland le ha invitado aun más a tomar la decisión de
querer salir. Es difícil comprender cómo un futbolista como él, que el curso
pasado fue segundo máximo artillero de la Bundesliga, lo hizo sin ser
titular en el Borussia Dortmund y este año, que sigue con un buen ratio de
gol por minuto, tampoco aparece de manera indiscutible en las alineaciones.
Sea como sea, se trata de un jugador que conoce LaLiga,
que a sus 26 años está en un momento idóneo y que ha marcado goles allí
donde ha ido. Aunque lejos de Valencia le haya costado ser constante y
titular indiscutible, es junto a Morata carne de selección española. Los
dos delanteros, en su día, llamados a pelear por la titularidad de La Roja.
Contrastado, más o menos. Y así, es posiblemente el que más se acerque a
cumplir los requisitos que tanto reclamaba Miguel Ángel Gil hace solo unas
semanas.
Pero antes de fichar, el Atlético deberá vender. O al menos
de manera simultánea. Lemar aparece en el disparadero tras las
actuaciones de sus últimas semanas, pero su precio es elevado para lo
demostrado. Vitolo, con el cartel de transferible desde hace tiempo,
tiene un sueldo prohibitivo para la mayoría de clubes del mundo y más allá de
elegir entre Arias o Vrsaljko para liberar un lateral derecho, no se ven
opciones en las que el club pueda sacar dinero. Marcos Llorente, que de
momento no ha cuajado en absoluto, no debe andar contento con su situación.
Parece recíproco. Pero en este caso es al revés, nunca saldría antes de
encontrar un relevo de garantías.