Serie A

La metamorfosis de Allan

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“Cuando se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. Una frase breve, vieja y escrita por otro tal vez no sea lo más correcto para arrancar pero sí la más adecuada para hablar sobre la metamorfosis de Allan Marques Loureiro tras su fichaje por el Napoli.

Tras varias semanas de tensas negociaciones con el siempre complicado Giampaolo Pozzo, se llegó a buen puerto, un tanto extraño para que mentirse. El Napoli abonaba 12 millones de euros, la venta de Miguel Britos al Watford de Pozzo y la cesión de Duván Zapata al Udinese por los próximos dos años. A cambio, el Napoli conseguía hacerse con los servicios de Allan. Centrocampista brasileño, de estatura mediana-baja, aguerrido, atrevido y pese a su buena llegada a zonas de tres cuartos con poco olfato, un solo gol en sus 104 partidos le atestiguaban como tal. Tras las ventas en los últimos años de jugadores como Behrami, Dzemaili, Inler o Gargano y sobre todo de estos dos últimos, el conjunto parteponeo se anteponía a sus bajas, saciándose a golpe de talonario en una de las posiciones más complicadas y debatidas en el sur de Italia.

Tal es el cambio, que el fichaje ha salido barato. En un mercado donde se ha llegado a pagar barbaridades por exhibiciones de 90 minutos. Huele a regalo de Navidad por adelantado. Duván estará de vuelta en dos años, experimentado y con el mismo olfato, o mejor. De Britos, ya nadie se acuerda o al menos futbolísticamente hablando, en cabezazos tras Zidane, sigue siendo el rey. Como Zizou, para finiquitar su travesía napolitana al borde de la excentricidad, su última gota fue colonia y como el francés puso la guinda al pastel con un contundente testarazo.

Hablando de Allan, el cambio ha ido a mejor. Como Gregor Samsa, amanecía convertido en un monstruoso insecto y esta vez para bien, quien lo diría. Desde la grada y durante los prolegómenos no se aprecia ninguna cambio, sigue siendo el brasileño de 173cm, de estatura mediana-baja, aguerrido y atrevido. Por el momento, todo marcha según lo previsto. Arranca el partido y el Napoli presenta una notable mejoría, ha cambiado el sistema y el pensamiento. Avanza líneas, presiona en repetidas ocasiones y esto le permite un dominio casi total sobre campo contrario. Si el brasileño era atrevido ahora es el primero de los obreros que almorzaban sobre Nueva York a 250 metros de altura reposando su culo sobre una de las vigas de construcción. Es el primero de los barrabrava, el que le cuelga el megáfono sobre el cuello de la Doce dentro de la Bombonera, temerario como ninguno desprende más peligro que Zeman desde los banquillos.

 

Pionero en conducción, rompe líneas con el acelerador. Se cumple el minuto veinte de partido y no es la primera ni la última vez en la que Allan inició y finalizó la misma jugada. Quedan 70 minutos para el pitido final y el comentarista que no lo conoce muy bien, ha dicho «Allen» más veces que Maradona. Llegados al descanso sin importar el resultado, es el primer momento de la noche en el que se ve caminar al brasileño. Lo hace enfilando escaleras abajo el túnel de vestuarios mientras sus oídos se colapsan con una imponente ovación del respetado. En la reanudación, sigue siendo el mismo. Ha cambiado de pulmón pero no de idea. Se ha peleado con todo rival que ha pasado por la medular y los ha noqueado. Une maña y fuerza para derrocar. Sigue siendo el rey y corriendo, que es gerundio. Inspira fútbol, hazañas y experiencia, hace de padre por los suyos, no permite que nadie se quede sólo y no necesita a nadie, se vale por sí solo. Y luego, expira. Les da tiempo y descanso, les renueva la confianza y la alegría, abarca campo y sube y baja y no para.

Acaba el partido, es el undécimo partido de la temporada. Y según datos recogidos, es el tercer jugador más importante del Napoli a día de hoy por detrás de Higuaín e Insigne. Los goles no lo son todo. Y si lo fueran, Allan ya lleva en su cuenta 3 goles y 4 asistencias hasta la fecha. Peón de primera línea, todocampista y llegador es el mismo que deambulaba por los campos italianos hace unos meses. Aquel brasileño de estatura mediana-baja y poco virtuoso con el balón que nos ha ganado en el corazón.

 

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