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Motociclismo

La gran esperanza francesa

La cultura popular de ciertos países o regiones invita a la práctica de un determinado deporte u otro, en función de las características del lugar o la naturaleza de sus habitantes. Por ejemplo, todos imaginamos una familia noruega o canadiense en la cual, en el domingo libre, padres e hijos se calcen los esquíes o metan los palos de hockey para ir al lago, helado, como no podría ser de otra forma, con temperaturas por debajo de los 10 o 15 grados negativos.

Al mismo tiempo, visualizamos sin excesiva dificultad un niño o una niña brasileiros convirtiendo cualquier espacio rectangular de su casa, escuela o de la propia calle en una portería o incluso, inventándose una con prendas de ropa y tirando el caño a cualquier viandante que ose atravesar su pequeño Maracaná. Por el contrario, existen países donde, para su suerte, se puede desarrollar cualquier tipo de deporte ya que el clima, la cultura popular y las circunstancias económicas de los mismos permiten abrir el abanico de juegos para los más pequeños. España, Italia o Francia son los mayores ejemplos: campeones en fútbol, baloncesto, deportes de motor… y, aunque no sean campeones cada año, sus deportistas siempre son favoritos en la disciplina en la que compitan. Al final, solo puede ganar uno.

El motociclismo es uno de los mayores ejemplos. Los españoles monopolizan las posiciones de podio en las tres categorías desde hace ya un par de décadas, los italianos tienen a los dos campeones más prolíficos de la categoría reina: Giacomo Agostini y Valentino Rossi, además de una base que conquista títulos en categorías intermedias y ya se ha asentado en la máxima: Bagnaia, Morbidelli, Dovizioso. En cambio, sus colegas franceses cohabitan con una extraña maldición que limita su éxito con el salto a la categoría reina, aunque cuentan con un ‘diablo’ que quiere romper dicho mal fario: Fabio Quartararo.

Contamos con numerosos pilotos franceses cuyo talento asombró al fan del motociclismo del siglo XXI con cierta frecuencia. Olivier Jacque conquistó el título de 250cc en el año 2000 y con su llegada a la categoría reina se postuló como gran aspirante a dominar el motociclismo junto con Valentino Rossi, pero el francés nunca logró asentarse en los puestos de cabeza en la recién creada MotoGP. Arnaud Vincent tomó el relevo y su prematuro título de 125cc en el año 2002 lo situaba como uno de los mayores talentos emergentes, pero ni tan siquiera pudo trasladar su velocidad a la categoría intermedia. Las estrellas galas que volvieron a ilusionar a uno de los países con más tradición deportiva de Europa fueron Randy de Puniet y Mike Di Meglio. Randy explotó su talento siendo ya un “veterano” para las categorías menores, pero sus manos a mano con Dani Pedrosa o Casey Stoner, sin ir más lejos, en 2004 y 2005 lo colocaban como una de las sensaciones de la categoría intermedia.

Para desgracia del populacho galo, nunca dio la tecla en la combinación de velocidad y constancia que se requiere para lograr un campeonato mundial. En sus mejores años se iba al suelo con facilidad y su inconsistencia no convenció a una gran fábrica para que apostara por él. Di Meglio sí que se proclamó campeón mundial, en el año 2008, pero jamás volvió a trasladar la seguridad de esa temporada, donde todo parecía rodado para el ‘63’ en 125cc, en campañas posteriores. Por otro lado, es una referencia en categorías fuera del campeonato del mundo como es el campeonato mundial de resistencias.

Quien se asentó, y de que forma, en MotoGP ha sido Yohann Zarco. Bicampeón del mundo de Moto2, en 2015 y 2016, es una de las principales armas de Ducati y la afición francesa ha podido soñar, de nuevo, con el primer título galo en la categoría reina. Por otro lado, el ángel de Zarco que le permite ser uno de los pilotos más rápidos de la parrilla, se ha visto secuestrado en demasiadas ocasiones por el demonio que le impide contenerse cuando las revoluciones superan los 300 kilómetros por horas y las caídas están marcando su etapa en MotoGP que, además, en ocasiones se ha visto manchada por el exceso de peligrosidad en sus acciones.

2015 fue el año en el que Zarco se alzó con el titulo mundial por primera vez y puso fin a una sequía de siete años de los franceses, tras el título de Di Meglio, y, sobre todo, fue el año de debut de Fabio Quartararo en el campeonato. Con tan solo 16 años, el de Niza demostró que es capaz de ir muy rápido tanto en clasificación como en carrera y su primer podio no tardó en llegar. Fue en Austin, un preludio de un futuro campeón mundial que, en parte por su inconsistencia, y en parte por la feroz competencia que existe, no ha ganado, por ahora. Dos temporadas en Moto3 y otros dos en Moto2, siendo uno de los favoritos cada año y luchando por victorias, hasta llegar a MotoGP. Un ascenso, para muchos, prematuro, sin haber logrado ese título, y para otros, necesario.

Yamaha le ofreció la posibilidad de ser su gran apuesta de futuro, junto a Maverick Viñales, y Fabio demostró su ambición al aceptar la montura nipona sin haber logrado el título en categorías inferiores, algo que anhelan muchos pilotos antes de dar el salto definitivo. En 2019, su primer año en MotoGP, subió siete veces al podio y fue 5º en la clasificación final, su mejor posición hasta la fecha, y en 2020 ganó tres carreras y luchó por el campeonato hasta las últimas citas, donde se impuso la regularidad de Joan Mir. En 2021, ha ganado dos de las tres primeras pruebas y es, a la espera de comprobar el estado físico de Marc Márquez, el gran favorito para el campeonato. El ‘Diablo’ llamado a romper la maldición gala en la categoría reina. El niño que no iba al lago con su máscara de hockey, que no escribía el nombre de Cristiano Ronaldo en su camiseta para jugar en la calle; el niño que creció a más de 300 kilómetros por hora y que se ha convertido en la gran esperanza francesa.


Imagen de cabecera: ImagoImages

1994. Tanos, Cantabria. Estudiante de periodismo. @SpheraSports y @FCBsphera “Esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.

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