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Baloncesto

La Euroliga como ejemplo

Los aficionados al baloncesto estamos de enhorabuena. A expensas de que arranque la NBA, la joya de la corona europea se ha puesto en marcha. La Euroliga, máxima competición continental de clubes por excelencia, arrancó el pasado jueves con el Anadolu Efes – Real Madrid y cerró su primera jornada con la exhibición del nuevo Barça en el Palau Blaugrana ante Panathinaikos.

Viendo el nivel mostrado por los equipos en los dos primeros días de competición, no hay debate sobre por qué ésta es la segunda mejor competición del mundo tras la citada NBA. Una entidad innovadora que implantó el año pasado un nuevo sistema organizativo. Una liguilla de todos contra todos con treinta partidos de fase regular, cruces en cuartos de final al mejor de cinco encuentros y la aclamada Final Four. Un modelo que, a pesar de las dudas que generó de inicio, cumplió con creces su cometido, haciendo a los equipos competir durante toda la temporada, estuvieran en la situación clasificatoria que estuvieran.

Eliminó, de paso, la primera y horrible fase de diez partidos que precedía al ya extinto TOP-16, que servía poco más que para acumular minutos innecesarios en las piernas de los jugadores. Además, con este lavado de cara, el profesionalismo europeo se acerca a la NBA en materia de carga de partidos y calendario. Mínimo, una vez al mes, habrá un back-to-back de partidos europeos, teniendo que disputar tres en la misma semana si contamos ligas nacionales. Una competición pensada para que los equipos tengan unas plantillas largas y con amplitud de banquillo, preparadas para superar la temporada sin problema.

El único pero que se puede poner a la Euroliga es su sistema de licencias, un poco arcaico y clasista, pero que bien es cierto que asegura la presencia de los equipos con más pedigrí en la historia del baloncesto europeo, hagan lo que hagan en sus competiciones. Al margen de eso, la Euroliga se siente tan fuerte y respaldada que es capaz de discutir y decir NO a la siempre caprichosa FIBA.

Las ventanas son el nuevo quebradero de cabeza del baloncesto. Rompiendo con todo lo visto hasta ahora, las selecciones deberán clasificarse para los torneos internacionales de verano durante parones a lo largo de la temporada, apropiándose así de un defecto tremendo que ya tiene el fútbol y sus fases de clasificación para Eurocopas y Mundiales. Las competiciones no tienen que pararse por nada, eso sólo menosprecia al baloncesto y devalúa las competiciones FIBA, ya que los jugadores NBA no van a asistir a las ventanas y, de momento, los Euroliga tampoco.

Y digo esto porque la madre coraje del baloncesto europeo ya ha mostrado su total rechazo a este nuevo arreglo, diciendo que no va a modificar el calendario de su competición por coincidir con unas ventanas impuestas sin consultar con nadie. Un problema para las selecciones de más categoría, que dependen única y exclusivamente de los jugadores que están a ambos lados del Atlántico para poder clasificarse, como es el caso de España.

Hace bien la Euroliga en mostrarse firme y sacar las garras si hace falta, no se pueden consentir que la FIBA haga y deshaga a su antojo. La Euroliga siempre ha sido el último bastión fiel, el rebelde sin causa que ha enriquecido el baloncesto de clubes en Europa de forma brutal. La temporada pasada vivimos una situación parecida a la 2000/2001. Por aquel entonces, una escisión provocó que aquella campaña se jugasen dos competiciones de élite a nivel de clubes, la Euroliga y la Suproliga.

Tras un sonado fracaso, la FIBA volvió al redil y aceptó que la Euroliga fuese el centro de atención en Europa. Una gestión de la FIBA dio paso, la temporada pasada, a la nueva Basketball Champions League, competición paralela a Euroliga y Eurocup que vive su segundo año de vida. Es una competición bastante menor, pero es cierto que sirve para que clubes de menor entidad tengan la oportunidad de jugar un torneo continental apadrinado por la FIBA y con una suma de dinero compensatoria importante.

Por eso, desde aquí quiero reivindicar la figura de la Euroliga, celebrando su ansiado regreso. Más fuerte que nunca, con más nivel que nunca y con más seguimiento que nunca, la segunda mejor competición del globo vuelve a dejar patente sobre el parqué que ella sola se basta, sin necesidad de padrinos ni filtros preasignados. Tiene a los mejores y los mejores la quieren tener. I feel devotion.

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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