Atrás quedaron esos años oscuros en los
que el Real Madrid estaba lejos de codearse con los grandes equipos europeos y
la lucha por los títulos le era ajena en muchas ocasiones. Desde la llegada de Laso, el conjunto blanco ha recuperado el respeto
de antaño y ha convertido el WiZink Center en un templo del baloncesto
continental.
En ocho temporadas y media, el balance
del técnico vitoriano al frente del equipo es de 19 títulos. Como mínimo, uno
por curso. Entre esos trofeos hay que contar dos Euroligas, además de haber
participado en seis de las ocho Final Four a las que ha optado y haber hecho
debutar a 14 jugadores.
Laso se hizo cargo del equipo en la
temporada 2011/2012, con algunas dudas alrededor de su figura. Pero esas dudas
pronto se convirtieron en elogios. El Real Madrid conquistó la Copa del Rey,
ganando al FC Barcelona, anfitrión de aquella edición. Era el primer título
desde 2007 y la primera Copa en 19 años. Casi nada.
En la siguiente temporada, Rudy Fernández se convirtió en el fichaje
estrella de un proyecto ambicioso. El balear, que ya estuvo en la
disciplina blanca durante el lockout
de la NBA, reforzó el bloque nacional que formaban Sergio Rodríguez, Sergio
Llull, Felipe Reyes o el primer mirlo blanco de Laso, Nikola Mirotić. En ese
curso 2012/2013 el Real Madrid sumó dos nuevos títulos, la Supercopa y la liga
ACB; llegando también a la Final Four, donde perdió en una histórica remontada
de Olympiacos.
Al siguiente curso, otros dos títulos
nacionales (Supercopa y Copa) y una nueva decepción europea. Ya no vale con
llegar a la Final Four, además hay que ganarla. El sorprendente Maccabi de
David Blatt, liderado por un excelso Rice, apeó de nuevo al conjunto blanco del
cetro europeo.
La temporada 2014/2015 fue la de la
confirmación del proyecto como ganador, pese a que ya había sumado cinco
títulos. Pleno de trofeos nacionales (Supercopa, Copa y ACB) y, por fin, la
ansiada Euroliga. El equipo de Laso llegó a su tercera Final Four consecutiva
y, en esta ocasión, lo hizo como anfitrión. Una oportunidad que no podía dejar
escapar. El talento de Mirotić, que
partió hacia la NBA el verano anterior, dejó hueco a la garra de Nocioni.
El argentino fue clave en la cita de Madrid, proclamándose MVP y ayudando a que el Real Madrid consiguiera reinar en
Europa 20 años después. A lo que fue una temporada histórica en cuanto a
resultados, se le puede sumar la anécdota del debut de un joven esloveno de 16
años, Luka Dončić.
El comienzo de la 15/16 significó el
adiós de una pieza clave en los esquemas de Laso. Marcus Slaughter dejó la
disciplina madrileña y con él lo hacía esa presión marca de la casa, en la que
el interior asfixiaba a los bases rivales. Copa, ACB y también había que sumar
la Intercontinental como nuevo título en esta era. Tras tres presencias
consecutivas, el Real Madrid no estuvo entre los cuatro mejores equipos del
continente. Al año siguiente, solo un título (Copa) y la única temporada en la
que Laso no hizo debutar un canterano.
La temporada 2017/2018 se presentó como
una de las más difíciles desde que el vitoriano se hizo con el equipo. A la
marcha de un referente como Nocioni, había que sumar la grave lesión de Sergio
Llull. Ahí emergió la figura de un
Dončić ya asentado en la primera plantilla y que asumió el rol de líder para
llevar al equipo a ganar Euroliga y ACB. La histórica temporada del
esloveno fue galardonada con el MVP de la temporada regular de la Euroliga, de
la ACB y el de la Final Four.
La marcha de Dončić a la NBA era
inevitable y, de nuevo, le tocaba a Laso reinventar al equipo para seguir
siendo competitivos. La 18/19 deja dos nuevos títulos en las vitrinas blancas,
la Supercopa y la ACB, pero sobre todo la sensación de estar creando algo, otra
vez.
En la presente temporada, Pablo Laso se
ha encontrado diferentes problemas: la marcha de Ayón, que jugadores como
Felipe, Rudy o Llull no son tan fiables como antes, el estado físico de Trey
Thompkins o el megaproyecto del FC Barcelona. Y ante eso, la receta tradicional
del ‘Lasismo’. El entrenador le ha
entregado las llaves del equipo a Facu Campazzo, y él ha respondido de
manera sobresaliente liderando a los suyos en la Supercopa y la Copa. Dos
nuevos títulos, con el argentino recibiendo el trofeo al mejor jugador en ambos
torneos.
Pero
este nuevo Madrid se sustenta en dos patas de diferente altura, y la otra es
Walter Tavares. El pívot se ha convertido en uno de los jugadores más
determinantes de todo el continente sin tener que tener una gran incidencia
ofensiva, cosa en la que además está mejorando. El incombustible Carroll y los
certeros Thompkins y Randolph aportan el veneno que necesita este equipo.
Además, hay piezas que pueden hacer subir el nivel: Mickey, a la espera de
Mejri, está aportando buenos minutos en su primera temporada; Deck, que fue
clave en la Copa, va creciendo en importancia y aportación; y el último mirlo
blanco de ‘La Fábrica’, Usman Garuba.
Con la incertidumbre de qué pasará con lo
que resta de temporada, podemos decir que Pablo Laso ha vuelto a reinventarse.
Su Real Madrid, edificado a la perfección sobre la dupla Campazzo – Tavares, ha
ganado los dos títulos que se han disputado hasta ahora y tiene en Garuba un
nuevo diamante que pulir.