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El papel secundario

A Luuk de Jong no se le hicieron fuegos artificiales cuando llegó a la ciudad condal. La afición vio salir a Messi y Griezmann y debía digerir la necesidad que tenía el club para sanearse. Todo ello, sumado a un juego que no encendía la chispa de las gradas. Nada jugó a favor del neerlandés. Ni siquiera su carta de presentación. Un jugador que dominaba el juego aéreo, que podía vincularse al juego más de lo que aparentaba su apariencia; pero que venía siendo suplente y con pocos números a favor. Que no le hablaran a la afición de colgar balones a la desesperada. De algo ajeno a su reconocida estética. Inmarcesible. En corto, asociativo, fluido. Que no se lo intentaran imponer por el conformismo y la resignación, por el recurso que suponía tener un delantero para ello. Todo el mundo le quería envuelto y con un lacito.

El papel secundario en el fútbol requiere de gran profesionalidad y capacidad mental para asumir un rol que nadie desea. Todos, o casi todos, quieren jugar. Lo llevan en la sangre. El trabajo es en silencio, casi invisible. De mayúsculo esfuerzo. La mayoría de veces no van a jugar y, cuando lo hagan, es muy posible que salgan desde el banquillo y con un contexto desfavorable. Ante esa trama de poca compasión se encuentra la oportunidad que quieren aprovechar al máximo para hacerse valedores. Hay una imprescindible labor por parte del técnico para asumir que uno no es protagonista. Quien debe saber gestionar la difícil tarea con los que apenas rascan minutos, para que sigan siendo competitivos.

No debe haber sido sencillo ponerle un muro a la desconfianza, que a su misma vez las virtudes y limitaciones le alejaran de ser perfil de garantías para la artillería culé, ni que los fichajes del mercado de invierno le hayan distanciado del protagonismo. Sin rescoldos, responde a cada ocasión y la exprime. Luuk de Jong lleva siete goles y cuatro de ellos han sido capitales para lograr dos empates y dos victorias. Que del mismo modo, puede traducirse en ocho puntos. Además, es el segundo mejor cabeceador de las grandes ligas europeas, por detrás de Anthony Modeste. Las estadísticas de su eficacia desbancan todo pensamiento que le vaticinaba otro destino.  

Con Xavi se manifiesta algo significativo. El Barça está ganando partidos que antes, frente a la adversidad, no sabía vencer. Además de tener un juego más reconocible, está aprendiendo a competir de nuevo y a hacerse fuerte cuando el rival destapa sus debilidades. Todos parecen entender el camino, incluidos aquellos que asumen ese papel revulsivo. Una tarea menos agradecida y que resulta imprescindible. El fútbol está siempre dispuesto a escribir un guion impredecible. A veces tan cruel y otras dispuesto a conceder un poco de justicia. Al César lo que es del César. A Luuk lo que se ha ganado. Es laudable. El reconocimiento a su trabajo. Su peso para cambiar el rumbo de los partidos que no acaban de dirigirse donde el equipo desea. Ese gratificante foco del gol del último suspiro. Que la épica se tome las molestias de incluir su nombre.

Imagen de cabecera: FC Barcelona

Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos

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